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martes, abril 16, 2024

Asesinato por protesta, protesta por asesinato

Más allá de las burlas y chistes sobre la innegable ignorancia del precandidato priísta a la Presidencia de la República y de las implicaciones para el país y para todas y todos si esta persona llegara a ser Presidente, el asesinato de dos estudiante de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa por parte de elementos de la Policía Federal y Estatal de Guerrero al desalojar violentamente un bloqueo que Chilpancingo, Guerrero, permite evidenciar nuevamente al Estado represor y criminalizador de la protesta social.

El pasado 12 de diciembre estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapan, Guerrero iniciaron un bloqueo a la altura del hotel Parador del Marques, donde confluyen la carretera federal México-Acapulco y la Autopista del Sol, para exigir al gobernador Ángel Aguirre Rivero que los recibiera en audiencia y dar una solución a sus demandas educativas y sociales.

Durante la represión dos estudiantes fueron asesinados, Gabriel Echeverría de Jesús, originario de Tixtla, y Jorge Alexis Herrera Pino, de la Costa Grande, ambos de escasos 20 años, además de estudiantes heridos, cerca de 20 detenidos y un número indeterminado de desaparecidos.

Esto no es un asunto menor, ya que durante los últimos años los gobiernos estatales y nacional ha atacado de manera reiterada al normalismo rural surgido desde 1922. Estas normales ofrecían desde sus inicios, para los estudiantes con «menor expectativa o condiciones más desfavorables», la posibilidad de terminar la educación primaria, aprender español y «ser un puente de empleo», ya que existía la promesa de una plaza al terminar la carrera, no sólo en el campo magisterial, sino en la burocracia agraria. Y algo muy importante, la formación de las y los profesores como agentes de cambio social, económico y cultural de las comunidades más pobres.

Históricamente las y los estudiantes de las escuelas normales rurales están acostumbrados a luchar para defender sus derechos, que de manera sistemática el gobierno les ha ido reduciendo. “Su voluntad de persistir se ve reflejada en las dramáticas acciones de sus alumnos que, con frecuencia, son apoyadas por las comunidades aledañas también comprometidas con la preservación de estas instituciones. Suelen ser pocos los medios de comunicación que cubren las luchas de los normalistas rurales y, cuando lo hacen, se recurre a una fórmula conocida: estudiantes revoltosos, jóvenes holgazanes, o delincuentes” (Padilla, 2009).

Que quede claro, ni delincuentes, ni holgazanes, ni revoltosos. Sólo jóvenes humildes que a través de la protesta esperaban mejorar sus condiciones de estudiantes, y defender la educación pública, laica y gratuita, exigiendo al Estado cumpliera con estos compromisos constitucionales, mismo Estado que les cortó sus vidas de tajo.

Desde esta columna me solidarizo con la lucha de las comunidad estudiantil de las escuelas normales rurales del país, y en particular de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapan, Guerrero, expresando mi más sentido pésame por la injusta muerte de Gabriel Echeverria de Jesús y de Jorge Alexis Herrera Pino.

Ni perdón, ni olvido. Como sociedad debemos exigir solución a las demandas, presentación de los estudiantes desaparecidos desde el 12 de diciembre, y castigo a los responsables de estos asesinatos y de la represión.

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