Este martes llegaron las primeras vacunas a Hidalgo. Más de nueve mil dosis para inmunizar a todo el personal médico que, en esta entidad, ha estado en la primera línea de combate contra la COVID-19. Me hubiera gustado decir que este es el principio del fin de la pandemia, pero no es así. El camino es muy largo todavía. Y es mejor no mencionar que, con la llegada de las vacunas, llega la esperanza porque ahora más que nunca la población requiere disciplina. Esto pasa: tendemos a aprovechar cualquier pretexto para hacer lo que nos venga en gana. Y no, la vida no es la misma. El virus está allá afuera, en las tiendas, en las puertas, en los parques, en el transporte público. Nada ha cambiado; al contrario, todo tiende a empeorar. Los hospitales están a punto de colapsar y no hay medicamentos suficientes, tampoco oxígeno. Las vacunas son un mínimo de justicia para quienes han entregado su vida atendiendo a las personas contagiadas. A quienes heroicamente se han batido contra la pandemia en el gran sistema de salud pública hidalguense. Lo merecían. Merecían ya poder vacunarse, para abrazar a sus seres amados y trabajar —y vivir—, sin miedo a perder la vida o a sus familias. Y es por ese gran cuerpo médico que debemos redoblar esfuerzos en los cuidados. Confinarnos. Solidarizarnos. Atender las restricciones. Hidalgo ya tiene vacunas y es una gran noticia, sí. Para ellos y ellas, el contingente de salud, y para quienes han acatado las medidas sanitarias; no para quienes aún no entienden que nos estamos jugando la existencia.
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L. A. RodríguezDirector editorial
Director editorial de DESDE ABAJO MX. Periodista desde el 2003, con estudios de doctorado en Investigación y Creación Literaria por Casa Lamm. Premio Nacional de Periodismo contra la discriminación por la ONU-DDHH. Diplomado en derechos humanos. Presidí el DIF Pachuca en la Transición Violeta 2020.