Historias del plantón
Durante los 50 días de permanencia en el Zócalo mi tarea principal fue escuchar y atender a las personas, ya sea como sacerdote, como médico, como compañero de lucha, o como todo eso en conjunto… Muchos hombres y mujeres, cada día, se acercaban a mí para «platicar», para «pedirme una orientación o consejo», para «consultarme acerca de su salud», para «conocer mis puntos de vista o darme a conocer los suyos», y todo esto fue también parte de la gran riqueza de esos días de Resistencia Civil Pacífica…
Por diácono Alvaro Sierra Máyer / Desde Abajo
Durante los 50 días de permanencia en el Zócalo mi tarea principal fue escuchar y atender a las personas, ya sea como sacerdote, como médico, como compañero de lucha, o como todo eso en conjunto… Muchos hombres y mujeres, cada día, se acercaban a mí para «platicar», para «pedirme una orientación o consejo», para «consultarme acerca de su salud», para «conocer mis puntos de vista o darme a conocer los suyos», y todo esto fue también parte de la gran riqueza de esos días de Resistencia Civil Pacífica…
Así que conocí muchas «historias interiores», admirables y aleccionadoras, que quiero compartirles para que, como sucedió conmigo, enriquezcan su pensamiento y su espíritu… Pondré nombres ficticios y algunos datos inventados para proteger la identidad y la intimidad de las personas que tuvieron la confianza de compartirme sus pensamientos y sentimientos y vivencias…
Facundo estaba allí porque el día de la elección, el 2 de julio, le impidieron votar… En una «encuesta» que le hicieron en su trabajo se atrevió a decir que votaría por «el peje» y cometió la ingenuidad de dar todos sus datos. Estaba seguro que lo habían borrado del padrón electoral. Lucho, peleó, gritó, se fue a otras casillas, incluso a las especiales, pero nada consiguió. No pudo ese día emitir su voto a favor de Andrés Manuel. Estaba allí en el plantón porque él era una víctima y un testigo personal del fraude y sentía que de esa manera se podría desquitar… Nunca había ido a ninguna marcha. Nunca antes fue un activista político o partidista. Jamás había estado en alguna manifestación o acto de protesta.
Él era un indiferente que a veces ni votaba, y así seguiría hoy si no le hubiera hecho lo que le hicieron… Se robaron su voto –decía-, pero también se consiguieron un enemigo como no se imaginaban. Sería una permanente piedra en el zapato para los panistas y los priistas. Estaba dispuesto a dar la vida si fuera necesario para defender el triunfo de López Obrador… «No sólo lo robaron a él –decía con lágrimas de rabia-. Me robaron a mí. Me sentí echado a un lado. Me sentí violentado y como violado… Perdóneme, padre. Tengo mucho odio y no sé cómo sacármelo… Obedezco a nuestro Presidente que habla de Resistencia pacífica. Pero yo quisiera que nos pidiera tomar las armas… Perdóneme, padre, y que Dios me perdone, pero desde el 2 de julio yo me muero de ganas por echarme a alguno de esos cínicos que hablan de que todo fue legal y de que no hubo fraude… Sé que está mal, padre, pero no puedo evitarlo… Ni buen católico he sido, padre. No voy casi a la iglesia ni a misa. Me da pena decírselo, padre»…
“Estás aquí –le dije-. Estás luchando. Estás resistiendo. Eso es lo importante… Te preocupa México y te preocupa tu familia. Has dejado de ser indiferente. Eso es una victoria enorme sobre ti mismo, aunque haya sido resultado del robo que te hicieron… Eres después del 2 de julio una mejor persona. Yo no veo el «odio» del que me hablas. Yo veo aquí, cada día, tu decisión y tu servicio y tu alegría. Yo oigo aquí, todos los días, tus gritos y tu compromiso por un nuevo México… Veo en ti a otro López Obrador. Y me siento orgulloso de ser tu compañero… En todo caso, veo un «odio» que se ha transformado en hambre y sed de justicia… El «odio» no es pecado, como no lo son ninguna emoción o sentimiento que nos son inevitables. Pecado son los hechos decididos de injusticia o de mentira, así broten del «amor» o del «odio»… Tienes «ganas» de matar, pero no lo has hecho. Y veo en tus lágrimas que tal vez nunca decidirás hacerlo. Me acabas de hablar incluso de que estás «dispuesto a dar la vida»… No me pidas perdón a mí porque haces que me avergüence… ¿Crees que yo no he tenido «ganas» también de matar a varios de esos que están destrozando a México? ¿Crees que no es el caso de todos los que estamos aquí en esta Resistencia Pacífica?… Obrador representa la esperanza de que hay otros caminos y otras formas de lucha y que no tenemos que convertirnos en ladrones o cínicos o asesinos como «ellos»… ¡Dar la vida en lugar de quitarla! ¡Eso es grandeza de espíritu! ¡Y es un valor inapreciable que nunca alcanzan ni los que han decidido acciones destructivas ni los que han decidido ser indiferentes! ¡Es un valor que sólo logran gentes como tú, apasionadas, generosas, inconformes, llenas de un enorme coraje –aunque le llamen «odio»-, llenas de esperanza y de fe!… Te he visto, Facundo, tomar el jabón y el agua en tus manos y ponerte a lavar trastes. No me pidas perdón, por favor, hermano, porque llenas mi alma de vergüenza y mis ojos de lágrimas… Te robaron tu voto, pero no permitas que te roben la conciencia. No eres tú el «malo», hermano mío. No eres tú el «malo. Que no te vendan eso «ellos»… ¿Dices que no eres buen católico porque no vas casi a la iglesia o no vas a misa? ¿Crees que los panistas del fraude son buenos católicos aunque vayan más a la iglesia y a misa que tú? ¿Crees que los católicos que no están aquí en esta Resistencia, aunque estén rezando por la justicia, son mejores católicos que tú que estás aquí luchando y resistiendo?… Te he visto aquí en las celebraciones cantando convencido: «No. No. No basta rezar. Hacen falta muchas cosas para conseguir la paz». O cuando hemos cantado: «No, no puedo callar. No puedo pasar indiferente ante el dolor de tanta gente. No, no puedo callar»… Eso es la fe, Facundo: No callar, no pasar indiferente. Hechos, además de rezos y muy por encima de los rezos… Decidí estar aquí en este plantón porque los sacerdotes tenemos el deber de estar con el pueblo católico, y aquí –me has oído decirlo en las celebraciones-, está, en estos momentos, el verdadero y más comprometido pueblo católico de México… Si estás aquí, Facundo, es porque eres un gran católico. Estás haciendo lo que Dios quisiera que todos, católicos o no, hiciéramos. Estás luchando aquí por lo que Dios luchó y sigue luchando… Jesús, el Hijo de Dios, enfrentó también y resistió pacíficamente a los ricos y poderosos de su tiempo y terminaron asesinándolo. Pero no lograron doblegar su espíritu. Él sigue Vivo y luchando en cada hombre y mujer comprometidos por la justicia, sean o no católicos. Él, como yo, debe estar agradecido y orgulloso por lo que haces y eres… No tengas dudas de eso, Facundo. No tengas dudas… Y si aún con lo que te digo encuentras remordimientos y culpas en tu alma, transforma esos sentimientos en una lucha aún más decidida y generosa. Así como la lucha por la verdad y por la justicia nos hace verdaderos creyentes, así también la lucha nos absuelve de nuestros pecados haciéndonos mejores y nos libera de nuestras fragilidades haciéndonos más fuertes»…
Les he contado esta historia interior de Facundo porque sé que hay miles de «Facundos» en nuestro Movimiento que tienen incertidumbres y dudas parecidas… Quiero pensar que hoy, con esta historia, se han acercado también a mí y me han abierto su alma… Y quiero experimentar que hoy, con esta historia, yo me he acercado también a cada uno de ellos y les he abierto mi corazón y mi conciencia… Como sé que ha ocurrido ese encuentro, me siento profundamente agradecido…