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jueves, diciembre 26, 2024

Narración de hechos del 10 de abril de 1919

El general estadounidense Pershing, quien combate a los hombres de Pancho Villa en el norte, declara: “Zapata y Villa son perros comunistas rabiosos que hay que elimina». Un destacamento de soldados supuestamente amotinados parte hacia Cuernavaca para unirse a las tropas de Zapata. Durante un encuentro en que supuestamente se le unirían, estos soldados disparan a quemarropa sobre el líder revolucionario. El saldo total de un cuarto de siglo de guerra civil en México se eleva a un millón de muertos, en un país de 15 millones de habitantes.

Extractado de Archivo Toscano y Red Voltaire

El 10 de abril de 1919, el general Emiliano Zapata es asesinado en la hacienda de Chinameca.

A las 14:10 horas, Emiliano Zapata se presentó en la puerta de la hacienda, en una de cuyas piezas tenían a Feliciano Palacios. Al aproximarse Zapata a la hacienda, una banda de guerra formada tocó llamada de honor y, sin terminar ésta, una trompeta tocó a fuego. Como los soldados presentaban armas al pasar el General Zapata, el primero en disparar fue el centinela y a continuación siguieron las descargas que hacían en su contra.

Zapata quiso sacar la pistola en los últimos momentos que le quedaban de vida y, tratando de dar media vuelta, el caballo arrojó su cadáver al suelo. A su lado quedó su fiel asistente Agustín Cortés, y dentro de las habitaciones de la hacienda quedó el infortunado Feliciano Palacios que fue asesinado también en el momento en que caía Zapata.

Las descargas de fusilería se convirtieron en mortífero fuego general contra los zapatistas desde los puestos en que los federales se encontraban apostados. Bajo el cerrado fuego de fusilería, ametralladoras y bombas que simultáneamente estallaban, las despavoridas fuerzas zapatistas huían sin saber lo que había pasado y tratando de ponerse a salvo del furioso ataque del que fueron víctimas.

Una vez fuera del alcance de los proyectiles, comenzaron a reunirse para conocer las causas del ataque. Los mismos que iban atrás de Zapata informaron la funesta noticia de la muerte de su jefe.

El parte oficial de Guajardo dice que quedaron muertos Emiliano Zapata, Zeferino Ortega y otros generales habiendo causado bajas, entre muertos y heridos, como 30 hombres, que no fue posible identificar. Guajardo aseguró que él personalmente hizo fuego en contra de Palacios, Bastida y Castrejón, a los que mató en el acto. Posteriormente, se ha podido comprobar que ni Zeferino Ortega ni Gil Muñoz Zapata fueron sacrificados en aquella ocasión.

Después de este artero ataque se procedió a levantar los cadáveres y se dispuso que se persiguiera al enemigo por todos los rumbos hasta dispersarlo completamente, haciendo gran número de bajas entre muertos y heridos.

Con el objeto de conducir el cadáver de Zapata, se tocó botasilla y, media hora más tarde, a las 16 horas del jueves 10 de abril de 1919, Guajardo salió de la hacienda de Chinameca con la fuerza a su mando, rumbo a Cuautla, a donde llegó a las 21:10 horas, haciendo entrega del cadáver al General Pablo González.

El cadáver de Zapata lo llevaban amarrado al lomo de una mula, y cuando llegaron a las puertas de Cuautla, adelantándose Guajardo adonde estaba Pablo González, le informó: -Mi general, sus órdenes han sido cumplidas.

Los despojos de Emiliano Zapata fueron llevados a los bajos de la presidencia municipal de Cuautla. Para identificar el cadáver, se hizo traer a Eusebio Jáuregui, que había sido jefe del Estado Mayor de Zapata, quien declaró ante el notario Ruiz Sandoval.

El cadáver de Emiliano Zapata fue expuesto al público, colocándosele sobre una caja en la inspección de policía: Allí empezaron a acudir centenares de curiosos y vecinos del lugar. Para evitar la descomposición del cadáver se ordenó que el Doctor Loera y varios practicantes lo inyectaran, realizado lo cual, se ordenó que fuera puesto en exhibición.

Previamente se le practicó la autopsia y se comprobó que solamente había ingerido alimentos líquidos, y el cuerpo presentaba siete perforaciones correspondientes a siete tiros que le debieron haber causado la muerte casi instantánea. El cadáver no presentaba ni una herida en el rostro.

Al cadáver de Emiliano Zapata le fue cambiada la ropa; se le quitó el traje de charro que llevaba y se le puso ropa limpia. Todos los curiosos que acudieron a ver el cadáver de Zapata, lo primero que le buscaban era el lunar que tenía arriba de un ojo.

El General Pablo González envió a la ciudad de México al coronel Miguel Cid Ricoy para que comunicara los hechos al presidente Carranza. Inmediatamente se dio el boletín a la prensa.

La noticia produjo verdaderas peregrinaciones rumbo a Cuautla con el objeto de ver el cadáver de Zapata. Se especuló en la ciudad de México que el cuerpo iba a ser trasladado a esa ciudad, pero al ser entrevistado por los periodistas, el señor Rico y declaró que no creía que hubiera necesidad de trasladarlo a la capital, salvo que hubiera una orden en contrario de la Secretaría de Guerra.

En la prensa nacional se dieron algunos datos sobre Guajardo, diciendo que se había incorporado a las fuerzas revolucionarias el año de 1913, que había empezado su carrera como soldado raso y que sus ascensos se debían a su singular valor. Aseguraron que en Saltillo, Puebla, Guerrero y el Estado de México tuvo participación en importantes combates y que siguió a la Revolución en todo su formidable avance desde el norte.

Dentro de sus datos biográficos señalaban que su abuelo había dado muerte a un famoso bandido apellidado Villegas, cuyas hazañas se consignaban en los anales del bandolerismo de aquella época. Villegas fue apodado El Endiablado.

Se citó también en la prensa nacional, que Guajardo había empleado cuatro días en la realización del ardid que dio como resultado la muerte del cabecilla morelense. Se consignó como dato original el de que Zapata le había regalado un caballo al Coronel Guajardo cuando consideró a este militar como de su bando. Siguió la expectación y se afirmó que seria sepultado el lunes siguiente en Tlaltizapán, en un mausoleo construido por el propio Zapata, para que guardara los restos de los firmantes del Plan de Ayala, bandera de los hombres del campo.

El mausoleo es una sencilla tumba que tiene numerosas gavetas, en cada una de las cuales podrá verse el nombre de cada uno de los firmantes; allí reposaban ya los restos de Otilio Montaño, Eufemio Zapata y algunos otros zapatistas. Se aseguró que en ese lugar debían quedar los restos de Emiliano Zapata.

Este día también se afirmaba que con la muerte de Emiliano Zapata quedaba desaparecido el zapatismo, y que muy pronto se restablecería la paz, pues ya quedaban muy pocas gavillas con las armas en la mano. (Desde Abajo)

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