.El autoritarismo, la competencia, la envidia los domina. Desde la formación más elemental de la pareja o los grupos familiares, pasando por míseras sociedades, grupos, empresas o comunidades hasta la cúpula del poder real.
Por Sara Lovera / Desde Abajo
Cuando planteamos que en el siglo XXI realmente existe la discriminación entre hombres y mujeres, estamos hablando de que en más de cinco mil años de historia la humanidad no ha conseguido reconocer que vivimos en comunidades dominadas por quienes ejercen autoritarismo y nos enajenamos a sus intereses económicos, políticos, sociales y culturales.
Todavía hay mucha gente que cree que así es. Que luchar por derechos y contra la impunidad es una equivocación. Esa gente permite, sin inmutarse, que a una mujer se le den golpes hasta poner en peligro su vida.
El autoritarismo, la competencia, la envidia los domina. Desde la formación más elemental de la pareja o los grupos familiares, pasando por míseras sociedades, grupos, empresas o comunidades hasta la cúpula del poder real.
Es contra la inteligencia reconocer semejante situación que produce este sistema donde una campaña mediática, llena de verdades a medias o de mentiras simples, funciona, al menos un tiempo precioso para que se ejecute la voluntad de nuestros verdugos.
Lo de la empresa Luz y Fuerza del Centro es una expresión nítida de ello. Lo que corroe todo intento real de vivir en equidad y desarrollo, estas nuevas palabras vacías en la voz de quienes las aplican tranquilamente, esperando sometimiento, acciones como las que hoy vivimos.
Hay grupos y personas que se resisten. Los electricistas van a resistir un buen tiempo. Gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación lo sabemos se han formado comités en los barrios, grupos que se dan ánimo, personas capaces de llenar con su protesta el centro de la ciudad, clamando justicia, esperando ser oídos como sucedió con la fastuosa y emocionante marcha del 15 de octubre.
A la escandalosa revelación de los intereses desaforados por controlar el tendido de fibra óptica, se suma hoy el anuncio de nuevos privilegios fiscales, esos sí, al duopolio televisivo para dejar de pagar impuestos durante 5 años, porque los pobrecitos, van a invertir un poco de sus fortunas a ponernos al día en la telefonía celular y lo que sigue.
Son los negocios sin patria ni nombre ni principios. Eso los vamos comprendido a medida que pasa el tiempo. Mientras los dueños de todo manipulan la conciencia de millones de mexicanos aprovechado sus tentáculos, los medios, que lanzan falsos y permanentes mensajes.
No me asusta el discurso de quienes usan el micrófono o la pantalla televisiva para asegurar que los electricistas, obreros, ingenieros, dibujantes, empleados, secretarias, mujeres de intendencia y todas las personas que ahí laboraban son unos privilegiados. No me asusta que mucha gente repita la propaganda del verdugo, que manipula al interior de su conciencia, esa formada para odiar al otro o a la otra, lo que toca la fibra profunda de “nuestra idiosincrasia” competitiva y horrenda.
He escuchado y leído con cuidado los “análisis” de la intelectualidad traspasada por el pensamiento dominante; a políticos de los partidos, a empleadillos de publicaciones que ruegan por una plana de publicidad, a segundones de toda clase.
Me asusta que seamos tan pocas las personas con capacidad de verdadera indignación, tan pocas nuestras fuerzas y nuestras capacidades para remontar esa enajenación brutal que fue tan bien descrita por pensadores de todos los tiempos, cuyas biografías nos hablan de la desilusión, la amargura o la frustración con la que acabaron sus vidas.
Todas y todos sabemos que Ulises Ruiz ha sido un ruin, un cínico, que no quiere dejar su pedacito de reyezuelo oaxaqueño, responsable de la injusticia y de al menos 26 muertes durante el conflicto que buscaba mostrar el tamaño de la antidemocracia y el abandono de miles y miles de trabajadores e indígenas.
Todas y todos, estamos ciertos de que un puñado de capitalistas -así se llaman- son los realmente privilegiados en un sistema donde hablar de reparto de la riqueza que todas y todos construimos parezca un atentado a la paz y al futuro de la nación.
Hay quienes enajenados, pobres, empleados de tercera, todavía abren tamaños ojos cuando hablamos de la igualdad entre hombres y mujeres, esos son los mismos que confunden derechos con privilegios, los que están de acuerdo en que tener seguro social, préstamo para casa, vacaciones suficientes, derecho a una jubilación digna, es un atentado a la economía de los pobres.
Consentir el despido de 44 mil trabajadores, la desaparición del Sindicato Mexicano de Electricistas, los contratos colectivos que protegen a los trabajadores, es igualito que la inconciencia que sigue permitiendo el asesinato de mujeres por todo el territorio nacional, sólo por ser mujeres.
Constatar esto me revela contra mi humanidad.
No obstante siempre está la esperanza. Esa que nos permite todavía creer en la posibilidad de construir un camino diferente. Sin colores visibles, con una cosa tan deseada que se llama ciudadanía, principios, elemental sentido comunitario y generosidad.
Por fortuna todavía hay un periodismo que no se deja engañar, que documenta e investiga; todavía hay gremios sensibles y capaces; seguramente habrá algunas, pocas, voces en el Congreso y espero que los ministros de la Corte sean capaces de demostrar hasta dónde Felipe Calderón y su grupo se excedieron.
Y todavía hay mujeres que piensan que Margarita Zavala es buena persona e intercederá por sus familias, como sucedió en la semana con las señoras que la fueron a buscar a Los Pinos. Es esa la inocencia de la que se ríen los socios de Calderón, que esperan amasar muchos más recursos de los imaginables en el negocio que esconde la medida tan funesta que tomó el desgobierno mexicano.
De esas cualidades, por fortuna también humanas, pende el futuro inmediato. Eso a pesar del control del duopolio, de las voces de la radio, de los empleados a los que sus patrones les echan migajas, porque los locutores y presentadores de noticias no son los dueños, son simples sirvientes, bien pagados, sin discusión, pero dominados también.
Pobrecitos, ellos no lo saben porque su presupuesto es el de las próximas 24 horas, su casita bien puesta, sus vacaciones en Europa una vez al año. Pero de capital real, nada.
Yo los acuso, han estado creando condiciones, día a día, para el desarrollo de la dictadura, del desmantelamiento de la ley a la que acuden como pretexto, del uso de la bayoneta y el odio, todos recursos del Príncipe, ese al que aconsejó Nicolás Maquiavelo; son ellos contemporáneos Joseph Goebbels. Cuando las bayonetas lleguen a su casa, se van a arrepentir.
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