por Pedro Echeverría V./ Desde Abajo
1. Después de 81 días de huelga de hambre en el Zócalo de la ciudad de México, el obrero electricista Cayetano Cabrera, él solito, nos ha demostrado –en muy valiosas declaraciones a la periodista Aristegui- que México está como está: explotado, sometido y oprimido, porque los mexicanos (¿todos?) no hemos sido consecuentes con nuestras luchas “al estar siempre dispuestos a transar o negociar cualquier movimiento o demanda dejándolo todo a medias o de plano derrotado”. Señaló categóricamente Cayetano: “en una huelga de hambre sólo hay dos salidas: o logras los objetivos propuestos o mueres, y con esta convicción estoy aquí”. Cayetano morirá como un mártir porque en México cada organización social o política –por angas o por mangas- sólo atiende sus propios intereses sectarios, gremiales o de partido. Buscan negociar, transar, “conseguir algo para avanzar”.
2. Al gobierno fascista de Calderón, por medio del secretario del Trabajo -su brazo más golpeador- le importa un bledo que mueran de miseria, por enfermedades curables, por asesinatos de cientos de miles de mexicanos, o por huelgas de hambre. Estaría dispuesto el fascista presidente ofrecerle a Cayetano una mejor situación de ingresos que la que tenía; pero el huelguista ha sido claro: “no lucho por mis intereses particulares sino por los 44 mil obreros cesados, por su organización independiente y porque se cumpla el contrato y las leyes que lo respaldan.” ¿Qué hacen los obreros del SME, los 60 exhuelguistas de hambre y sus líderes sino repetir las mismas presiones que han fracasado durante 10 meses por no haber logrado la unidad real, práctica, física, de otros trabajadores y ciudadanos? Por eso señalo que el fascista Calderón será culpable, pero quizá mucho más los líderes “de izquierda”.
3. López Obrador, con sólo levantar la mano, reuniría a por lo menos 50 mil personas en el Zócalo en posición de lucha; la UNT de telefonistas, universitarios, FAT y otros sindicatos con sólo dar una consiga podría situar en el Zócalo a varias miles de trabajadores; los pequeños organismos: trotskistas, maoístas, anarquistas, zapatistas –con una convocatoria y junto a los obreros- pronto estarían bloqueando calles y edificios para obligar a Calderón y a su faldero Lozano a dar pasos atrás. Hay muchos ejemplos concretos de poder realizar esa movilización, aunque sea iniciándola en sábado. Sin embargo en nuestro país, desde siempre, la izquierda prefiere hacer las cosas en solitario, sólo a partir de sus propias demandas, cuidando que “nadie penetre su movimiento y lo confundan”, para demostrar su fuerza particular y poder negociar también en lo oscurito.
4. Pareciera que en México siempre hay “valores entendidos” entre los políticos, los empresarios y todos. Aunque algunas veces se diga lo contrario hay principios sagrados del capitalismo, como el respeto a la propiedad privada, respeto a las reglas impuestas por la democracia burguesa, respeto a toda la institucionalidad, que son intocables porque son básicos para la conservación del sistema de explotación y dominación. Todos pueden mentarle la madre –y siempre así se hace- al PRI, al PAN, al PRD, a todos los políticos, pero nada contra el sistema. Aunque el pueblo se esté muriendo de hambre por falta de trabajo no se podrá robar un pan o una cartera, tampoco invadir un terreno, una fábrica o una casa abandonados para trabajarlo o vivirla. El ejército y la policía reprimirán con toda su fuerza a los “delincuentes invasores”. ¿Qué tal si les quitan el registro por apoyar?
5. Por eso es importante enterarse acerca de lo que sucede en otros países; porque si bien “México es México y como México no hay dos”, habría que preguntarse: ¿Por qué los cubanos pudieron hacer una revolución en 1959, a que se debe que los venezolanos han podido mantener a Chávez en el poder mientras se profundiza su proceso y cuáles son las diferencias por las que Evo Morales con la gran fuerza indígena hace transformaciones importantes en Bolivia? ¿Por qué los panameños, que apenas son 3 millones y medio de habitantes han logrado el día de hoy paralizar su país con una huelga general contra la Ley laboral y nosotros la sufrimos en la práctica desde hace más de 10 años? Sí, hay particularidades históricas muy concretas en cada país, pero también tenemos indígenas, campesinos, obreros, ciudadanos explotados, oprimidos y hambrientos que durante el último siglo no se han podido poner en movimiento.
6. Nunca las izquierda y los movimientos sociales llegamos a saber qué es lo que falla, menos lo sabremos si nada hacemos para desenmarañar las causas por las que hemos soportado la dictadura del sistema: debe recordarse que soportamos casi 30 años al dictador López Santana (1825-55), 35 años de dictadura de Díaz (1876-11), 70 años de dictadura del PRI (1929-2000) y 10 años de dictadura panista (2000-10) No son dictaduras por el número de años de dominación, sino dictaduras porque una clase social minoritaria impuso su poder a sangre y fuego a la inmensa mayoría del país. En muchos pueblos y comunidades se han registrado gobiernos de viejos honrados que han durado en el cargo 20 o 30 años, pero sus gestiones no han sido de clase sino que unidas estrechamente con la población. Más aún han sido gobiernos honoríficos que no cobran por este trabajo. El problema de los gobiernos es cuando están al servicio de una clase minoritaria que explota y oprime.
7. ¿Por qué denuncia el valeroso Cayetano Cabrera, huelguista con 81 días sin injerir alimentos sólidos, que todos los movimientos sociales en México sólo son a medias, no son consecuentes, se paralizan con una promesa y cifran esperanzas en la negociación con el gobierno, en la legalidad y sus leyes? Esto es lo que habría que estudiar, pensar, reflexionar bien. Y con ello también cabría pensar en no mandar a la gente al matadero, es decir, a que las golpeen, encarcelen o asesinan, si sabemos que la gente no está dispuesta a sacrificar nada, es decir, a llegar al fin en sus luchas. Cualquiera insulta al PRI, al PAN, al PRD, al gobierno; incluso ya es trivial, risible, como un deporte nacional. Lo importante es pensar y hacer algo serio que permita organizar batallas contundentes, suficientemente fuertes, para dejar de llorar que nos reprimieron. A no ser que sólo estemos planteándonos defendernos.
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