En realidad, el famoso grito en Dolores, Guanajuato fue hasta la madrugada del 16 de septiembre de 1810 con un cura altivo, loco y orgulloso que no contaba con la aprobación de sus compañeros de causa, los capitanes Allende y Aldama.
por Luis Ariel Ortega
1. Celebramos con júbilo la noche del 15 de septiembre como el inicio de nuestra independencia. En realidad, el famoso grito en Dolores, Guanajuato fue hasta la madrugada del 16 de septiembre de 1810 con un cura altivo, loco y orgulloso que no contaba con la aprobación de sus compañeros de causa, los capitanes Allende y Aldama. Al frente de un ejército (es un decir) armado con palos y machetes, Miguel Hidalgo permitió el robo, el saqueo y el fusilamiento de españoles sin juicio mediante. La famosa toma de la Alhóndiga de Granaditas, lugar donde se refugiaban cientos de familias acomodadas de Guanajuato, se tornó en realidad en un festín sangriento, en donde murieron cientos de mujeres y niños. La historia se repetiría en los poblados que atravesaban los ejércitos del cura. La ciudad de México se preparaba para ser invadida pero sorpresivamente Hidalgo, hombre culto y refinado pero sin conocimiento en el arte de las armas, daba marcha atrás. No quería repetir el infierno que ya había encendido. Meses después sería capturado. En una cárcel de Chihuahua, pasó sus últimos días arrepentido de encender apresuradamente la guerra de Independencia. Cuentan que fue fusilado de espaldas, como se fusila a los traidores.
2. Celebramos con júbilo la noche del 15 de septiembre, gritando los nombres de Hidalgo y Allende como el dúo dinámico de nuestra historia nacional. Sin embargo, las diferencias entre ellos pudieron haber provocado que Allende pasara a la historia como el asesino de Hidalgo. Mientras el cura se proclamaba Alteza Serenísima en Guadalajara y fusilaba gachupines, Allende preparaba el asesinato de Hidalgo con el propósito de “salvar” el movimiento independentista. Convencido de deshacerse del cura, Allende adquirió veneno para dividirlo en tres porciones repartidas entre él, su hijo Indalecio y Joaquín Arias. Sobra decir que ninguno pudo acercarse a Hidalgo para cumplir su cometido y el final de sus días fue el mismo para ambos: murieron fusilados en 1811 y sus cabezas se acompañaron en la Alhóndiga de Granaditas hasta 1821.
3. Celebramos con júbilo la noche del 15 de septiembre sin saber que en realidad la Independencia (también es un decir) se consumó hasta once años después de iniciado el movimiento. Nadie y mucho menos los presidentes nombran siquiera a quien gracias a su habilidad política logró que la Corona española reconociera a la Nueva España como independiente: Agustín de Iturbide. Tras largos años de una lucha agotadora e inútil, las clases acomodadas de la Colonia se dieron cuenta que era mejor independizarse de España, con el objetivo de conservar sus riqueza. Así que llamaron a Iturbide, quien buscó a Guerrero, se abrazaron en Acatempan y firmaron el Plan de Iguala. Después se autoproclamó Emperador, nadie lo quiso, lo corrieron, lo desterraron, regresó a México y lo fusilaron. Honor a quien honor merece.
4. Celebramos con júbilo la noche del 15 de septiembre cuando –y esto todos lo sabemos- en realidad el grito del cura fue en la madrugada del 16. ¿Por qué celebramos la noche del 15 si en esa fecha –y esto también increíblemente todos lo sabemos- se festeja el natalicio de don Porfirio Díaz, considerado el más maloso de la historia nacional? Ay, México.