Andrés Manuel López Obrador está por cometer uno de los más grandes errores de su administración y de su carrera política: la imposición de la termoeléctrica de Huexca. La gente ha dejado claro que no la quiere, pese a la consulta hecha este fin de semana que de ninguna manera puede afirmarse representativa al convocar solamente a 50 mil personas de los casi dos millones que viven en el Estado de Morelos, principal afectado por el proyecto. El asesinato del líder territorial Samir Flores a unos días de la votación debió ser motivo suficiente para cancelar la obra. El paso de los gasoductos de la industria por la zona sísmica y volcánica del Popocatépetl, debe serlo también. Pero sobre todo, tuvo que ser razón de peso para dar marcha atrás a esta maniobra el hecho de que el presidente mismo se pronunció en contra de la termoeléctrica, durante su campaña electoral. Pero tal parece que AMLO activará la bota represora del Estado sobre los pobladores morelenses, con lo cual dilapidará su bien más preciado como líder político: su credibilidad.
El show del periodista mexico-estadounidense Jorge Ramos en Venezuela me recuerda el episodio sufrido por el finado columnista saudita de The Washington Post, Jamal Khashoggi, asesinado por la monarquía saudí en su embajada en Turquía, en octubre de 2018. Notables diferencias existen entre ambos casos que suponen un entredicho para la libertad de prensa en el mundo, las cuales evidencian que, vergonzosamente, habemos periodistas de primera y de segunda ante el poder de los monopolios mediáticos. Ramos, famoso presentador de la cadena Univisión y asiduo pregón contra los gobiernos socialistas de Latinoamérica, llamó en repetidas ocasiones «asesino» y «dictador» a Nicolás Maduro durante una entrevista con este. Como era de esperarse, el presidente venezolano cortó el ejercicio y elementos del Gobierno retuvieron el equipo del conductor, para finalmente liberarlo y anunciar su deportación hacia Miami. El periodista no dudó en victimizarse y, desde Caracas, hizo un streaming en sus redes sociales acusando represión. Qué ironía. Por mucho menos –no obstante un contumaz trabajo documental sobre la intervención militar saudí en Yemen–, Khashoggi fue torturado, asesinado y desmembrado por una monarquía a la que nadie acusa de dictadura. Con Ramos, el escándalo; con Khashoggi, el silencio vergonzoso.
En los días pasados publicamos en Desde Abajo una nota sobre la realización del «Oslo Freedom Forum», la cumbre de extremistas de derecha de Latinoamérica y otras partes del mundo quienes se verán las caras a partir de este martes 26 en el Museo de Antropología, de la Ciudad de México. Dimos cuenta a tiempo de la información y nadie podrá negarnos el derecho de afirmar: «se los dijimos», cuando al paso del tiempo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador sufra los efectos del enlistamiento en propias tierras mexicanas de las milicias conservadoras a las que tanto se opone al presidente mexicano.