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viernes, noviembre 8, 2024

«Me CUESTA DECIR que MI PARTO FUE MÍO»

Dulce comienza la charla diciéndome “Viví uno de los embarazos más románticos del mundo”. Esto fue así debido a que, durante nueve meses, su cuerpo estuvo rebosante de alegría, como ella lo describe. A pesar del temor a lo desconocido y las dudas que la asaltaban, cuenta que nunca estuvo tan feliz durante un tiempo tan prolongado. Esto la llevó a idealizar cómo quería que fuera su parto: lo quería natural y en una clínica particular, porque era muy importante para ella tener a su esposo al lado.

Una de sus preocupaciones era desarrollar preeclampsia por el peso que tenía, debido a ello, desde que decidió con su esposo tener hijos, se puso a dieta e intentó llevar una vida saludable. Gracias a sus esfuerzos todo fluyó bastante bien, excepto por una constante: el líquido amniótico bajo.

Comenzó a decirme que me recomendaba la cesárea porque mi bebé venía ‘grande’ y que podía haber menos complicaciones.

Al principio su médico le dijo que, si las cosas iban bien, podía ser candidata a parto. “Eso me inspiró todavía más a echarle ganas, pero desde el cuarto o quinto mes, comenzó a decirme que me recomendaba la cesárea porque mi bebé venía ‘grande’ y que podía haber menos complicaciones. Yo, siendo primeriza, acataba las recomendaciones con confianza ciega, así que me fui haciendo a la idea de tener cesárea y ahorré para tenerla en una clínica muy bonita a las afueras de Pachuca”.

Dulce cuenta que a pesar de la inminente cesárea, estaba muy contenta. Incluso menciona que tenía una especie de mantra que versaba “Lo importante es que mi bebé esté bien, mis preferencias quedan en segundo plano”.

“Es muy curioso, porque es un evento tan importante en nuestra vida y no tenemos la batuta para decidir cómo vivirlo, por ignorancia, porque sabemos poco de nuestro cuerpo y lo que es capaz de hacer y por eso nos tenemos que entregar a las manos de los profesionales”, reflexiona.

Se quedó siempre con las ganas de “estar presente”, de mirar su cuerpo expulsar a su cría mientras le ayudaba. “En mi cabeza nos íbamos a abrazar inmediatamente y podríamos tener un momento antes de cortar el cordón, como en las fotos de los partos humanizados que vi en internet. Ni siquiera sé si es así en la realidad, pero me quedé con ganas de ese primer encuentro de película”.

El líquido amniótico estaba muy bajo

Hace recuento del último fin de semana antes del parto: “Era sábado por la mañana, tenía cita para un ultrasonido de rutina; quería una de esas imágenes 4D, aún faltaban cinco semanas y media para mi fecha de parto y la doctora (que también es ultrasonografista) me dijo que me comunicara de inmediato con mi médico porque el líquido amniótico estaba muy bajo. Me lo dijo tranquila, pero lo repitió tantas veces que me preocupé y le llamé al médico”.

Al acudir con un colega de su médico, pues éste no se encontraba disponible, Dulce supo que, aunque el ritmo cardiaco de su bebé estaba bien, el líquido amniótico estaba fuera de los niveles normales-bajos. Le recomendaron reposo absoluto durante todo un fin de semana y tomar cuatro libros de agua a diario. Había otro problema: que los médicos desconocían el estado de los pulmones de la bebé. Si todo marchaba bien, tendría una cesárea el siguiente fin de semana con menos probabilidad de complicaciones respiratorias para la bebé.

Me despedí de la idea de parir en un particular

Dulce recuerda una charla que tuvo con su esposo y sus suegros (médicos también) “Hablamos de la posibilidad de que todo saliera según el plan o que no. Recuerdo mucho que mi suegro me dijo que no todas las incubadoras son para todas las complicaciones y que en la clínica que elegí el traslado representaba mucho tiempo que podían ser decisivos para la vida de mi bebé en el caso de que se complicara el parto, sin mencionar las implicaciones económicas de tener un bebé días o semanas internado en la incubadora, así que me despedí de la idea de parir en un particular, obviamente fue la decisión correcta aunque eso no quita que me haya decepcionado un poco”.

En su última cita de control en el ISSSTE, lista para recibir su licencia médica por maternidad, el médico recomendó revisar nuevamente el nivel del líquido. Este era tan bajo que la remitieron inmediatamente al obstetra de emergencias, donde realizaron un ultrasonido y decidieron que ese mismo día nacería su bebé.

“Estuve unas horas en el área de ginecoobstericia del ISSSTE, el corazón de mi bebé era constantemente monitoreado. En esos momentos la ansiedad, que era normal en mí antes del embarazo, regresó porque no sabía nada sobre el proceso, nunca le pregunté a nadie a detalle qué sucedía en las cesáreas, entonces el asunto me tenía tensa. Al fin me ingresaron y todo pasó muy rápido; mi niñita prematura y chiquita lloró como una ratoncita, me la acercaron para darle un beso y se la llevaron de inmediato. Sé que seguíamos en el mismo cuarto pero sufro de una miopía que me impide ver a más de dos metros de distancia; me dijeron la talla, el peso, que necesitaban aplicarle oxígeno y dependiendo de su respuesta verían si era necesaria la incubadora o no”.

Las visitas de la asesora de lactancia fueron horribles, me hacía sentir inútil, tonta y que no quería a mi bebé

“Pero la segunda noche en el hospital fue por mucho la peor noche de mi vida”, expresa Dulce. Quien comenta que siempre supo que ella nunca podría ser trabajadora de la salud, pues los horarios son agotadores y tratar con personas en momentos tan sensibles que sacan lo peor de uno debe ser doblemente extenuante. “Las enfermeras no eran groseras, eran frías y no importaba lo que te dijeran, siempre parecía que te estaban regañando”.

Relata que día fue lluvioso, así que la noche se tornó muy fría. “Yo moría de frío y mi bebé lloraba tanto que sentí que también tenía frío; pedí otra cobija y solo me dijeron que no era frío y que mejor me la pegara al pecho para que comiera. Las visitas de la asesora de lactancia fueron horribles, me hacía sentir inútil, tonta y que no quería a mi bebé, ignoraba el momento por el que estábamos pasando y respondía las preguntas como si fueran muy estúpidas. Lo peor es que nos visitaba dos o tres veces al día. Recuerdo que mi bebé tenía la boca tan chiquita, que apenas y lograba abarcar el pezón. A mí me dolía la herida de la cesárea como para ponerla sobre mi panza, así que me esforzaba por encontrar una posición de costado que vi alguna vez en internet y la asesora me regañaba porque no me la pegaba bien. En un momento se volvió a su compañera y le dijo refiriéndose a mí ‘Esta va a dejar la lactancia en dos semanas’. A mi compañera de cuarto, cuyo bebé no dejaba de llorar, le dijo que ‘Hasta las mamás con síndrome de down lo logran’”.

Dulce me platica que lloró mucho esa noche. Nada de lo que idealizó durante nueve meses pasó. “Me encontré sola y agotada y añoré como nunca haber podido tener el parto romántico en la clínica de paredes rosas al lado de mi esposo y con las visitas de mi mamá. Claro, estaba feliz porque mi bebé reaccionó bien al oxígeno y no hubo necesidad de la incubadora y también estaba consciente de que la decisión la había tomado yo y que era lo mejor dadas las circunstancias, pero no voy a decir que no me sentí decepcionada”.

En mis papeles venía escrito que me realizaron una operación para no tener más hijos. He tenido miedo de confirmarlo.

 “Ahora que ha pasado un tiempo, reflexionando sobre mi parto, me cuesta algo decir que fue mío; siento como si todo hubiera sido una serie de eventos fuera de mis deseos que me llevaron a un desenlace. Unas semanas después, ya en casa, durante una visita de mi suegra, leyendo mis papeles del hospital, me preguntó que si pensaba tener más hijos. Todos en la familia sabían que contemplamos la opción de tener dos, pero en mis papeles venía escrito que me realizaron una operación para no tener más hijos. He tenido miedo de confirmarlo, pero cuando firmé mis papeles de ingreso, claramente me negué a ese procedimiento, incluso me hicieron escribir en esa misma hoja el método anticonceptivo que iba a usar después. Una parte de mí espera que haya sido un error de dedo al llenar mis papeles de alta”.

Para concluir, Dulce dice que los sueños que una se forma alrededor de un evento tan importante de la vida se sienten como una promesa que te llena de alegría cuando se cumple y al contrario si se rompe. “No quiero pensar que la solución es no ilusionarse o no tener altas expectativas, nos toca lo que nos toca en la vida y hay que aceptarlo con sus bemoles, pero no hay que dejar de soñar”, finaliza.

Por cierto, Dulce continúa con una lactancia exitosa y especifica: “no gracias a la asesora del ISSSTE”.

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