La educación en casa –o homeschooling, como algunas personas le llaman–, se está convirtiendo en un serio problema durante esta pandemia, pues para madres y padres de familia no es fácil apoyar a sus hijos e hijas en las actividades educativas diarias. En este país, los programas escolares se han ido modificando con el paso de los años y la población en general apenas alcanza los 9.1 grados de escolaridad en promedio; o sea, poco más que la secundaria concluida, según datos otorgados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en su encuesta intercensal 2015.
Y si a todo esto agregamos la falta de herramientas tecnológicas que está solicitando la Secretaría de Educación Pública (SEP) a nivel federal y estatal para poder cumplir con el programa educativo, es casi imposible cumplir con las tareas pues, según datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, aunque la población usuaria de internet creció 29 por ciento en los últimos cuatro años, solo el 70 por ciento interactúa con la red.
En este panorama se puede comprender la problemática que enfrentan algunos padres y madres, quienes intentan cumplir con el programa educativo que marcan las autoridades.
MADRES CON CARGA DOMÉSTICA Y BRECHAS TECNOLÓGICAS
Sofía, es una de las madres que está padeciendo la brecha tecnológica y educativa que hay entre ella y sus hijos e hija. Además de la carga de trabajo que tiene como madre, esposa y ama de casa, ahora la hace de educadora.
Ella tiene dos hijos de siete y seis años cada uno, más una niña de cinco, y nos cuenta que ha sido complicado pues a uno ya se le olvidaron las cosas y luego vienen las dudas y no sabemos nada al respecto crear una rutina.
“Mis hijos son muy hiperactivos, por lo tanto, todo el día están de arriba para abajo y si a uno se le ocurre escurrirse y echarse una siesta, la hora de dormir es un gran problema. Para que puedan terminar sus actividades escolares, ellos deben estar listos a más tardar a las ocho de la mañana, sus clases virtuales comienzan a las nueve, pero ahí empiezan los problemas”.
Con voz consternada y un poco apenada, Sofía nos cuenta que sus hijos e hija van a escuela privada.
“Hacemos un gran esfuerzo para mandarlos a una privada, no son tan baratas las colegiaturas y aunque no tenemos problemas económicos, pues tampoco nos sobra el dinero. La verdad nosotros nunca pensamos en una situación así, por lo que mi esposo y yo tenemos compramos laps para nosotros y una más para ellos, pero pues son tres y todos tienen clase virtual de 9 a 11, por lo tuvimos que adaptarnos y ahora les prestamos nuestros celulares para que tomen clases y obviamente estar al pendiente de los tres, y literalmente tomar clases con ellos, porque”.
Contadora de profesión, Sofía explica que su pareja actualmente está trabajando desde casa.
“Pero él está casi todo el día en reuniones virtuales y literalmente se encierra en una habitación para disminuir los ruidos que los hijos hacen; y yo, aunque soy mi propia jefa, estoy en el mes más pesado, tengo que hacer las declaraciones anuales de mis clientes, un error de dedo y me meto en un gran problema”.
Su voz comienza a abrumarse, y se oye hasta estresada.
“Parece que las maestras simplemente no entienden la problemática, ellas quieren las tareas listas a las tres de la tarde y no es cualquier tarea, a mi hija de preescolar la pidieron que hiciera una maqueta del ciclo del agua, un juego de damas chinas y oraciones en inglés. Para empezar en mi fraccionamiento no hay una papelería, ¿cómo voy a hacer una maqueta y unas damas chinas? Y yo apenas sé hablar español. La tarea es para mí, no para ella. Y luego al de segundo año le pidieron buscar plantas de su entorno, no tengo plantas a donde lo voy a mandar a buscar, no puede andar solo por la calle, al de primero planas de no sé qué y unas oraciones en inglés, y eso es de lo que me acuerdo ahorita, la verdad es que ya no sé qué voy a hacer”.
EN LAS ESCUELAS PÚBLICAS EL PROBLEMA ES MÁS GRAVE
Alejandra es una mujer de 25 años que tiene una pequeña estética en el municipio de Francisco I. Madero. Nos platica que vive en un terreno amplio, donde todas las viviendas están interconectadas.
“Está la casa materna, donde viven mi mamá y papá con mi abuela, y mi hermano menor; al fondo en unos cuartos vive mi hermana con mis dos sobrinos, una niña de 12 años y un niño de 10 años, y yo empecé a construir mi casita, pero aún está en obra negra, así que ahí solo duermo con mis tres hijos de 8, 6 y 4 años edad, y todos ocupamos los servicios básicos de casa mis papás”.
Y es aquí es dónde comienza lo caótico, pues al convivir cinco niños en educación básica, apoyarlos con sus tareas y explicarles las clases simplemente es imposible.
“Mi hermana solo terminó la secundaria, ella vende Ximbo, se va a la Ciudad de México a vender, pero ahorita no los están dejando entrar así que no tiene ingresos. Yo concluí el CBTIS, (y entre risas menciona) pero pasé de noche, según, soy técnico en informática, pero ni me preguntes que no sé. Acabé la escuela y me metí a estudiar Cultura de Belleza y ahora tengo mi estética y me está yendo bien, ahorita en la cuarentena estoy teniendo más trabajo y pues prácticamente soy la que está manteniendo a la familia, así que no puedo descuidar el changarro”.
Explica que, al ser el principal sustento económico de 11 personas, es su hermana quien se encarga de cuidar y atender a todos los niños y niñas.
“Las supuestas clases en la tele son una burla, mi hija está en preescolar y tiene clase todos los días a las siete de la mañana, o sea, ni en clases normales mi pequeña de cuatro años esta despierta a esa hora. Sinceramente va cuando se despierta, y eso si tiene ganas porque a veces lo primero que quiere hacer es desayunar y ni pone atención”.
Con gran sinceridad Alejandra comenta que no puede involucrarse en las tareas escolares.
“La verdad es que nosotros ya dimos por hecho que en este curso no van a aprender nada, ellos medio entienden lo que ven en la tele y mi hermana no puede atender a cinco niños que tienen diferentes necesidades educativas. Y yo, pues la verdad es que no me involucro; o estoy aquí o estoy allá, no puedo. Buscar en internet algunas cosas que piden para las tareas o investigar para explicarles, es imposible. Tuvimos que cancelar el servicio, hay prioridades y en este momento comer es una de ellas”.
Con tono de fastidio, agrega:
“Quienes se han vuelto un dolor de cabeza son las maestras, a cada rato mandan mensajes para pedir que le mandemos fotos de las tareas de las niñas y los niños. En esta casa la única que tiene ‘whats’ soy yo y eso por mis clientas, le pongo 50 pesos de crédito para tener datos, al principio se me iban el saldo en las puras fotos, así que le dije a la maestra que mejor hable con la directora y que nos diga qué vamos a hacer o cómo van a pasar el curso. Y ya tiene varios días que no mandamos fotos, los chicos siguen haciendo el intento de ir a clases y hacer las tareas, pero la verdad es que quien sabe si están haciendo lo correcto”.
Alejandra, con voz apresurada, pregunta si quiero saber algo más. Al fondo de la conversación se oyen gritos y llantos de niños, me dice que ya le llegó su siguiente clienta y que debe colgar. Se despide sin decir nada más.
EL OTRO LADO: LAS MAESTRAS
“Esto es una locura, las autoridades solo quieren números y presentaciones bonitas para presumir que se está cumpliendo con el ciclo escolar, pero la verdad es que no, los y las alumnas no están aprendiendo nada y nosotros no podemos enseñarles mucho”, explica Alondra, a quien llamaremos así, pues nos pidieron anonimato.
Alondra es profesora de inglés de una escuela pública en Pachuca. Reconoce que la situación educativa está grave.
“Yo atiendo a toda la escuela, son más de 400 niños y niñas, imagínate la cantidad de fotos que tengo en el celular para revisar y darles continuidad; sin embargo, con el paso de los días han ido disminuyendo y es lógico, pues de entrada doy una de las materias que para muchos padres no es fácil, no comprenden, y en segunda los pequeños ya están muy estresados por el encierro y las clases, de las cuales no entienden nada”.
Agrega, muy afligida, “algunas mamás se están esforzando para mandar las tareas, otras definitivamente me dijeron no sé cómo explicarle a mi hijo lo que usted pide y hubo quienes definitivamente me mandaron mensaje para decirme que se iban a quedar sin internet y que ya no podían mandar tareas. Obviamente hay alumnos que no sé nada de ellos desde que empezó el confinamiento”.
A lo largo de la entrevista con Alondra se puede detectar un poco de frustración, pues una de las cosas que ella menciona es que algunos padres y madres de familia que, con tal de que sus hijos no pierdan el año, están haciendo ellos las tareas.
“Se nota que son los papás y las mamás quienes hacen la tarea, pero yo creo que ya entraron en desesperación y es la única forma que encuentran de ayudar a sus hijos a no perder el ciclo escolar”.
Sin embargo, no solo los niños y las niñas están padeciendo esta crisis en la educación; las maestras se están viendo rebasadas por la cantidad de trabajo que tienen.
“Sinceramente agradezco que no todos manden sus trabajos, porque simplemente no podría atenderlos, por lo que, hasta de cierta manera, ha sido fácil darle seguimiento. A quienes puedo, a través de algunas plataformas, he podido sortear los problemas tecnológicos porque soy de la generación “millennial”. Pero hay docentes que están teniendo graves problemas”.
Para Alondra, la situación llega a ser irrisoria.
“Quienes dan clases en las cabeceras municipales son maestros y maestros de edad avanzada, que están peleados con las nuevas tecnologías, y lo digo con todo respeto para mis compañeros. Pero debemos recordar que en el sector educativo todo es por medio de escalafón; los nuevos se van a la comunidad y los viejos llegan a la cabecera municipal”.
La relación entre estudiantes y profesores está al revés:
“Las y los alumnos que pueden medio acceder al internet, no pueden interactuar con sus maestros o maestras porque ellos no saben utilizar plataformas. Y quienes, sí saben hacerlo, no pueden pedir el uso de plataformas porque no hay internet en las comunidades. Pero pues así es la brecha tecnológica que se vive en nuestro país”.
Alondra asegura que está de más que las autoridades se esfuercen por demostrar que niños, niñas y adolescentes lograron acceder a una educación de calidad durante esta pandemia.
“Mientras a unos les obstruyen las carencias económicas, en otros son sus padres quienes simplemente no saben cómo ayudarlos. Porque, seamos sinceros, muchos de ellos ni la secundaria concluida tienen y si rematamos con que los docentes no estamos preparados para dar clases en línea, está por demás decir que los niños aprendieron algo”.