El 75 por ciento de la población económicamente activa en Hidalgo es informal; es decir, que ocho de cada diez hidalguenses dependen de sí mismos para sustentarse, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de 2019, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Estamos hablando de 962 mil 240 trabajadoras y trabajadores informales en Hidalgo, sobre el millón 282 mil 987 personas económicamente activas que en total tiene el Estado.
Y son esos más de 960 mil seres humanos quienes pudieran experimentar dificultades para dejar de laborar durante la cuarentena y, en consecuencia, podrían no estar cumpliendo las medidas de Sana Distancia durante esta pandemia que afecta a todo el mundo a consecuencia del virus COVID-19.
“MI PATRONA NO QUIERE QUE DEJE DE TRABAJAR”
Laura Gómez, de 32 años, originaria de Pachuca, Hidalgo, actualmente vive en los barrios altos de la capital hidalguense. Tiene dos hijos de 7 y 9 años de edad y arriesga todos los días su salud para llevar comida a la mesa.
“Trabajo haciendo el aseo de una casa en una zona residencial de la capital hidalguense, no vivo con mi pareja y es mi madre quien me ayuda con la crianza de mi hijo e hija. A pesar de que el gobierno ha pedido que nos quedemos en casa y que nuestros jefes no nos despidan, mi patrona no quiere que deje de ir a trabajar, así que por el momento solo voy lunes, miércoles y viernes, pero no me conviene, porque ella me paga por día”.
Laura dice que no tiene ninguna prestación económica más que el salario que le dan semanalmente el cual asciende a mil 800 pesos.
“Pero con la reducción de días solo estoy recibiendo la mitad y con eso tenemos que sobrevivir mi madre, mis hijos y yo. Ahorita nadie sale más que yo y pues medio nos alcanza porque estamos ahorrando en pasajes. Procuro caminar para no tener que subir al transporte público, me da miedo contagiarme y llevar el bicho a mi casa. Si nos enfermamos, no tenemos dinero para ir al médico, es un lujo que no nos podemos dar. Así que mientras la situación no mejore, tenemos que seguir tomando todas las medidas de protección para no contagiarnos y poder seguir trabajando”, concluye.
La informalidad y la necesidad ocasiona que todas y todos los que no pueden hacer home office continúen saliendo a la calle.
“A VER HASTA DONDE AGUANTAMOS”
Tomás, es comerciante de frutas y verduras, tiene 40 años y nos cuenta que, conforme pasan los días, las cosas se están complicando.
“Si bien nosotros no vivimos al día, pues tenemos un guardadito, tampoco nos sobra el dinero, no queremos tomar de nuestros ahorros porque las cosas se van a poner feas, pero pues ya no podemos trabajar y sospecho que no tendré de otra”.
Explica que en el negocio trabajan su esposa y dos empleados, además de sus tres hijos, cuando no van a la escuela.
“Esto es un negocio familiar, aquí todos le entramos, pero las cosas se están complicando cada día; no puedo despedir así como así a los muchachos, ellos también tienen que llevar comida a su casa, pero les voy a tener que reducir el salario y compartir un poco de mercancía con ellos y ver hasta donde aguantamos”.
Cuenta con pesar que hasta el sábado pasado había podido ir por mercancía a la Ciudad de México.
“Este fin de semana pude traer verduras y frutas de la central de abastos, pero todo se está subiendo de precio, además de que esto del coronavirus se está poniendo feo. Ya tengo a dos conocidos comerciantes que se enfermaron y no saben dónde lo pescaron y no quiero contagiarme o contagiar a mi familia por unos pesos, pero sino trabajo, ¿cómo vamos a sobrevivir?”.
Agrega que en días pasados había estado haciendo entregas a domicilio o le marcaban para hacer sus pedidos y la gente solo pasaba a su casa por la mercancía.
“Pero ahora sin mercancía, ¿qué voy a vender? Aún no decido si este será el último miércoles que venda en el tianguis de Actopan o si me atreva a ir otro fin de semana a México, aunque ir implica que vayamos mi esposa, y mis dos empleados, es mucha gente, y eso incrementa el riesgo de contagiarnos. Tomamos nuestras precauciones, pero no es seguro”.
“SI NO ALCANZA PARA MEDIO COMER, VOY AL MONTE”
La pandemia afecta a todos, desde los que viven en la gran capital, hasta quienes viven entre cerros, como Doña Virgina Pérez quien tiene 58 años yes originaria de la comunidad de Magdalena, en Actopan, Hidalgo. Ella nos cuenta que es viuda, que padece hipertensión y problemas del corazón. Desde hace un par de años, sus dos únicos hijos están en Estados Unidos, pero están sin empleo en este momento.
“Ellos me ayudan a sobrevivir, pero están allá sin papeles y ahorita no me han podido mandar dinerito para mis medicamentos. Entonces tengo que buscarle y pues bajo a vender mis hierbitas, porque eso de quedarme en casa no es una opción para mí”.
Agrega que cada miércoles baja al centro de Actopan a vender malvas, quintoniles, verdolagas, hierbas que junta en el monte, también huevitos de rancho y a veces leña.
“Es poco lo que junto, pero me alcanza para mis medicinas y un poquito de despensa. Pero ahorita ando un poco preocupada. Dicen que no dejarán vender a quienes rancheamos”.
Explica con preocupación que tiene que juntar dinero para sus medicinas, comida y otros gastos.
“Tengo que juntar para mis medicinas, para pagar el agua, la faena, comprar alimento para mis animales y pues para mí, (ríe) yo también como; aunque bueno, sino alcanza para medio comer, voy al monte y cortó unos nopales; ahí tengo maíz guardado, hago unas tortillas, corto malvas, mato un conejo, lo que me encuentre es bueno para comer; y si me pongo esplendida hasta una de mis gallinas, aunque debo pensarlo bien, porque esas me dan huevitos”, dice.
Doña Virginia ya prescindió de los servicios de electricidad y de gas. Además, sus fuerzas ya no son las mismas para suplantar con trabajo manual, desde su vivienda en el cerro, las comodidades de vivir en la urbanidad.
“Vivir en el cerro tiene sus ventajas y desventajas; acá no necesito luz, tiene como dos meses que me la cortaron, pero ni la necesito, todo a metate. He dejado de comprar gas, porque está muy caro, mejor prendo leña para calentar agua y bañarme y cocinar. Aunque mis fuerzas ya no son las mismas, me canso, pero la lucha se le hace”.
Una cosa es la falta de trabajo, pero otra es la preocupación por la salud, la de ella y la de sus hijos migrantes.
“Este miércoles en la plaza de Actopan intentaré ir a vender algo, espero juntar un poquito de dinero. Ojalá que esto pase pronto y nos dejen regresar a trabajar como siempre. Pero sobre todo que no nos enfermemos. Ahora pido a Dios que mis hijos pronto tengan trabajo, sino tendrán que regresar y qué van a hacer, aquí tampoco hay chamba”.
MUY POCOS HACEN CUARENTENA
La falta de empleos formales está ocasionando que la gente no pueda quedarse en casa, que la movilidad continúe y, con ella, que el virus circule cada vez más. Ante esta situación es probable que Hidalgo sea de los estados que no culmine la cuarentena el próximo 30 de mayo, sino que se tenga que extender.
Considerando las cifras del INEGI, sólo el 25 por ciento de la población con empleos formales puede laborar desde casa. Y son estas personas, más estudiantes, quienes pueden ayudar a evitar que la curva epidemiológica se dispare.
El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del gobierno federal, Hugo López-Gatell, mencionó en su tradicional conferencia vespertina que Hidalgo es uno de los Estados donde se extenderá la cuarentena.
“Si usted vive en Hidalgo, Tamaulipas o Veracruz, sepa que, en su entidad todavía falta, porque todavía va a haber un periodo epidémico. Vamos a dejar claro que una cosa son las medidas generalizadas nacionales, muy oportunas, efectivas y útiles para hacer este control de la epidemia, y otra situación muy diferente es que las ciudades del país tienen distintos momentos de epidemia”, explicó.