Entre finos hilos de artisela y seda, doña Meche, Toña y Chuy tejen con telar de cintura —a la usanza prehispánica—, hermosos rebozos que, por generaciones enteras, habitantes de Santa María del Río, en San Luis Potosí, cuna del rebozo, confeccionan con sus propias manos, las cuales parecen danzar entre los tres mil quinientos hilos de colores, para su venta nacional y mundial.
Por siglos, el rebozo ha sido una, prenda multifuncional; es usado de adorno, abrigo, monedero, cunero y hasta de carrilleras durante la Revolución; por eso es considerado un manto de identidad, de mexicanidad, y es tan apreciado que no sólo es buscado y consumido en México, sino también por grandes empresas de confección extranjeras.
La Casa del Rebozo, espacio del universo artesanal potosino, es un espacio dedicado exclusivamente a este accesorio, donde las y los artesanos desarrollan su trabajo para venta y se imparten talleres para quien guste aprender este oficio.
Al término de su elaboración —de uno a cuatro meses, dependiendo del diseño, material, cantidad de hilos, etc.—, la prueba final consiste en deslizar el rebozo a través de un anillo, comprobando así la calidad de sus materiales y de su confección, para finalmente ser exhibidos cual arcoíris multicolor.
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