Es del mundo conocido la supeditación del secretario general de la OEA, Luis Almagro, a los designios exteriores de la administración Trump. En específico, a la cabeza formal de la Organización de los Estados Americanos lo persigue obsesivamente la intención de derrocar al gobierno de Venezuela, obedeciendo para ello la estrategia de la Casa Blanca en Latinoamérica.
Pero las cosas no le han salido del todo bien a Luis Almagro. Para empezar, Nicolás Maduro continúa despachando en el Palacio de Miraflores y los amarres hechos por el secretario general con el objetivo de golpear a Caracas, ya le vienen cobrando factura, ganándose el descrédito de otrora países aliados como Canadá, Costa Rica y Panamá.
La precariedad de su gestión lo está obligando –en concordancia con Estados Unidos–, a intentar adelantar las elecciones a la secretaría general de la OEA, buscando reelegirse. Pero si dichos comicios son en el próximo año 2020, ¿cual es la prisa de Almagro?
La respuesta a esa pregunta se haya en el tiempo mismo, ya que, de aquí al 2020, el liderazgo de Almagro se vería debilitado de tal manera que los países bien podrían materializar esos comentarios que poco a poco han ido creciendo al tono de: ¿Y si ponemos a alguien más a cargo?
Para empezar, Almagro tiene una fuerte oposición en el bloque de la comunidad de países del Caribe, la CARICOM. Las naciones insulares opinan que el actual secretario general de la OEA ha hecho poco, sino es que nada, por ellos, por lo cual estarían bien dispuestos a apoyar un golpe de timón.
A estos se suman los países progresistas de la región. Hablo de México, Uruguay, Bolivia y hasta Nicaragua, quienes claramente echan vistas negativas a la gestión de Almagro, principalmente por su escandalosa actuación en el caso Venezuela, coronada por la integración forzada del opositor Gustavo Tarré como «representante» por Venezuela, lo cual friccionó las de por sí desgastadas relaciones en la organización.
Tan nefasta fue la inclusión no pedida de Tarré, que países como Canadá, Panamá y Perú se atrevieron a cuestionar su legalidad, por lo cual ven que con Almagro no es será posible un resurgimiento de la OEA y estarían en disposición de votar una mejor propuesta.
A esto se suma que el clima interno en la OEA está erosionado, debido a las acusaciones que pesan sobre Almagro de corrupción, falta de ética, malos procedimientos y sometimiento político.
Dos casos yacen sobre los hombros del secretario general, los cuales tienen a las naciones al punto de echarlo de la silla de la OEA:
Uno, la negociación de Almagro con el gobierno hondureño para el debilitamiento de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, a cambio de su apoyo contra Venezuela. Y dos, haber acordado con el ex presidente brasileño Michel Temer, ocupar el dinero que Brasil le adeuda a la OEA (Brasil es país que más dinero le debe a la organización), para financiar operaciones de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos contra el gobierno de Nicolás Maduro; a cambio, Luis Almagro haría silencio cómplice sobre los casos de corrupción que se asestan sobre Brasilia.
Estos dos escándalos, sumados a la imposición de un opositor venezolano en la mesa de la OEA, tienen a los países considerando que, llegadas las elecciones, votarán contra Almagro. El problema es que no tendrían por ahora con quien sustituirlo; por esto, tanto al uruguayo como a los Estados Unidos, les urge adelantar las elecciones.
Reelección echada a andar
Por supuesto, las consideraciones contrarias a Almagro ya son tomadas en cuenta por Estados Unidos que, desde la Casa Blanca, opera para debilitar la oposición regional a su alfil.
El pasado 22 de marzo, el presidente Donald Trump se reunió en su residencia lujosa de Mar-a-Lago, Florida, con representantes de los países que integran la CARICOM con el objetivo de «explicarles la transición democrática en Venezuela».
Al encuentro acudieron los representantes de República Dominicana, Bahamas, Jamaica, Haití y Santa Lucía, a quienes Trump les prometió que su gobierno les daría «estatus prioritario» para la llegada de dinero a sus territorio y otras ayudas en materia de inversión, desastres naturales y seguridad.
Por su parte, el secretario general estadounidense, Mike Pompeo, ha sostenido reuniones fuera de agenda con el canciller de Costa Rica, Manuel Ventura, para «compartir visiones» sobre Venezuela. Tales encuentros paranada han sido fortuitos, toda vez que el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, ha mantenido posiciones progresistas que incomodan a Estados Unidos.
De tal modo, Washington no ha dudado en provechar su posición al frente del consejo permanente de la OEA para intentar adelantar las elecciones y colocar a Almagro en un nuevo periodo, coincidente con una posible reelección de Donald Trump en la Casa Blanca.
Sin duda están haciendo sus esfuerzos, pero nadie sabe si lo logrará o no. Los países reclaman que la obsesión de Almagro con Venezuela ha desgastado a la OEA y le ha distraído de temas urgentes como la contención del cambio climático en el continente, el reajuste del presupuesto de la organización –lo que incluye la redistribución de las cuotas de los países miembros para cortar la dependencia de Estados Unidos–, corrupción y la apremiante situación migratoria.
Qué tan forzada parece una reelección de Almagro y un posible adelanto de las elecciones, que sería el primer candidato no propuesto por su país de origen, ya que el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, dijo a todas luces que su gobierno no apoyará la reelección de su paisano. Tal desaseo tiene al vilo del ridículo a la OEA, por lo que parece convenir que, para su bien y el del continente, lo mejor es que Luis Almagro se vaya de una buena vez.