Dos proyectos diferentes
De Héctor G. Legorreta
En los días pasados FeCal, el Presidente Espurio de México, presentó ante el Congreso de la Unión su Presupuesto de Ingresos y Egresos para el año 2007. Fue en ese momento cuando los mexicanos descubrimos que, como hace algunos meses lo aseveró Federico Doring (Senador del PAN en el Distrito Federal) en un debate televisado en Proyecto 40 (por cierto, manejado ilegalmente por TV Azteca con la complacencia de Vicente Fox, quien permitió a esta empresa despojar a dicho canal de su propietario original) la prioridad de los sectores conservadores no es la educación pública, sino el fomento a la educación privada.
A diferencia de la propuesta de Presupuesto de Egresos 2007 presentada por el Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, donde se contemplan recursos adicionales a la SEP por 15 mil 53 millones de pesos (en dicha propuesta de egresos se menciona que el decreto de Presupuesto aprobado en el 2006 se le destinan 137 mil 585 millones de pesos, y la propuesta para el 2007 es de 152 mil 639 millones de pesos) de los cuales propone que al menos una tercera parte deberá destinarse directamente a las universidades públicas estatales, y prevé 4,000 millones de pesos para el Programa de Útiles Escolares, el proyecto del pelele presenta un recorte a este rubro por cerca de 4 mil 500 millones de pesos, que representa una reducción real del 1.2{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} con respecto al decreto de egresos del 2006.
La descabellada propuesta de FeCal de disminuir el presupuesto a la educación tuvo tanto eco, que Olivier Degreef, representante en México del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), calificó como “preocupante» y hasta “peligroso» reducir los recursos destinados a tal rubro (La Jornada, martes 12 de diciembre de 2006).
Y es que no es para menos. En los últimos sexenios (donde han abundado las políticas neoliberales) se ha buscado la forma de disminuir en términos reales los recursos destinados a la educación y, de ser posible, intentar privatizarla, pues (dicen y consideran) que el Estado no puede soportar la carga. Y para prueba basta un botón. La última ocasión en que la UNAM se fue a huelga (aquella prolongada huelga de 1999-2000) fue precisamente por el intento de imponer cuotas obligatorias debido a una disminución del presupuesto de la UNAM por parte del gobierno de Ernesto Zedillo.
Fue en aquella huelga donde la comunidad estudiantil decidimos que ni en ese momento ni nunca se toleraría un intento más para privatizar lo poco con lo que cuenta el pueblo: una oportunidad de recibir una educación digna, gratuita y de calidad. No obstante, pese a las constantes calumnias y menosprecio que recibe nuestra máxima Casa de Estudios por parte de muchos sectores políticos, sociales y empresariales, la UNAM se ha logrado colocar en el ranking de las 100 mejores universidades a nivel mundial (según la valoración hecha por The Economist), llegando a colocarse en el lugar 74, superando a universidades con reconocido prestigio mundial. Y eso no es todo: ninguna otra universidad (pública o privada) de México aparece dentro de los primeros 500 lugares del ranking.
Los problemas de la educación son diversos, pero lo afectan más algunos factores que no se resuelven con recortes al presupuesto: por una parte, se encuentran los sindicatos corporativistas surgidos y promovidos por el PRI (pues generaban capital político) y por otro el control caciquil que realizan grupos de poder al interior de las Universidades Públicas de todo el país y que, más que generar espacios de discusión y de investigación libres y universales (precisamente de ahí proviene la palabra Universidad, universalidad) generan espacios de corrupción y represión, y donde mafias de todo tipo puedan operar sin tapujos ni oposición.
La línea impuesta por el Gobierno Espurio es clara, y será intentar privatizar el poco patrimonio que le queda a la Nación, deshacerse de la mayor cantidad de responsabilidades posibles, y fomentar la corrupción y el saqueo de la nación por políticos y empresarios insaciables por medio de rescates, fomentos y otras triquiñuelas más, eso sí, para que vivan mejor.