Por Sofía de la Peña / Desde Abajo
¡Qué buen regalo nos hizo Augusto Pinochet: se murió el Día Internacional de los Derechos Humanos! Este ente que se abocó durante los últimos casi cuarenta años de su vida a violentar, asesinar, usurpar, robar, dividir, acusar, traicionar, secuestrar y maltratar, no sólo a quienes él consideraba sus enemigos, sino también a un muy buen grupo de sus llamados “amigos», nos hizo el favor de morirse.
¡Un sátrapa menos en este mundo! Bien merece la pena celebrar, pero también recordar con exactitud cómo es que un ser de esta calaña usurpó el poder en Chile y se mantuvo ahí durante 17 años.
¿Cómo llegó a la presidencia? Todos ustedes lo saben: un golpe de Estado contra un presidente democráticamente electo, con un proyecto socialista que pretendía particularmente beneficiar a la gran mayoría de pobres en el país sudamericano. Salvador Allende quería sobre todo nacionalizar el estaño, una fuente de riqueza para la nación de Pablo Neruda.
De lo que pasó después, la historia se encargó de contar lo que tanto intentaron encubrir y justificar: la barbarie en el país de Gabriela Mistral. Miles de asesinados, desaparecidos, torturados, mutilados, familias disueltas, centenas de huérfanos, hijos e hijas arrancadas de sus madres y entregados a militares. En suma una enorme herida que los chilenos día con día buscan superar.
Ciertamente, Chile ahora no es el mismo de 1972, pero en definitiva la bonanza que caracteriza a la tierra de Violeta Parra, y que se quiere tomar de ejemplo para el resto de los países de América latina, bien se podría haber ahorrado la dictadura de este monstruo.
Al ejemplo económico que es el país de Víctor Jara, ya no le queda nada propio. Todo ha sido entregado a los intereses económicos de los grandes consorcios. Chile ya no es dueño de nada, nada le pertenece, ni sus montañas, ni sus ríos, ni sus planicies, ni sus minas, ni su agua, ni su espacio, ni su gente, ni sus carreteras, ni su electricidad, ni su petróleo, ni sus cosechas, menos sus tierras, ni sus playas, ni nada.
Irónicamente, sólo hay algo que está bajo control del gobierno: el estaño. No obstante, está bajo la supervisión de los militares que lo usan tanto para construir armas, como para vender el resto y quedarse con el diez por ciento que se reparte entre los generales y una que otra limosna para los soldados raso.
Mucho se ha mencionado a Chile en México, pero no crea usted que por Pinochet. No. Esos mismos intereses económicos que ahora son dueños de Chile, quieren apoderarse de México y lo quieren hacer a través de una dictadura como la del sátrapa, que evite cualquier levantamiento, cualquier rechazo, cualquier negativa a la privatización y al vasallaje.
México no puede, ni debe transitar por ese camino.
Ninguna bonanza económica puede ser sana, buena, moral, ética, si está asentada sobre millones de huesos humanos de personas reprimidas, asesinadas, humilladas y violentadas, como es el caso de Chile.