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jueves, diciembre 26, 2024

Columna: Espiritualidad de la IV República

Mirando a fondo la enfermedad social

. La incapacidad de verdad y de justicia, la torpeza para entender y colaborar en el proceso de transformación de México, la cerrazón a una unilateral manera de ver las cosas, son tan enfermedad como la bronquitis, o las alergias o la indigestión…

por diácono Alvaro Sierra Máyer / Desde Abajo

Decimos al soberbio: sé humilde… Decimos al egoísta: debes ser generoso… Exhortamos al pusilánime: acaba con tu falta de entusiasmo…

No puedo evitar pensar yo como médico que decir o pedir esas cosas, por más que sean cosas buenas y deseables, es como si le pidiera yo al diabético: disminuya, por favor, los niveles de azúcar en su sangre… O como si exhortara yo al hipertenso: intente relajar el músculo liso de sus vasos arteriales… O al ciego: por favor, trate de ver…

La incapacidad de verdad y de justicia, la torpeza para entender y colaborar en el proceso de transformación de México, la cerrazón a una unilateral manera de ver las cosas, son tan enfermedad como la bronquitis, o las alergias o la indigestión…

Dirán ustedes que no es lo mismo aquello que eso. Pero no lo dirían si fuesen médicos, si mirasen como médicos… Nadie desea ser egoísta, igual que nadie desea tener una úlcera estomacal… Ninguno busca, promueve o mantiene su pereza, igual que ninguno busca, promueve o mantiene sus várices o sus hemorroides…

La democracia está enferma… México está enfermo… Los gobernantes , los políticos, los ciudadanos estamos enfermos… Nuestros adversarios a su modo y nosotros en el nuestro, estamos todos enfermos… Esto es lo que yo como médico puedo ver. Necesitamos con urgencia la curación…

Normalmente no me enojo con el que tose ni lo agredo, aunque me moleste su tos. Ni pienso que lo hace a propósito o por molestar o por maldad… Sabemos todos, aunque no seamos médicos, que la tos es un síntoma involuntario de un mal bronquial o pulmonar interior y no una decisión… Intenten pensar ahora, como si fueran médicos, en alguien que miente o en alguien que es violento o autoritario o intolerante o incapaz : ¿Será realmente «voluntario» lo que hace? ¿Deberíamos reaccionar con enojo o con agresión? ¿No son esos síntomas de un profundo mal emocional o espiritual interior? ¡Pensemos como médicos!… Y si, en algún sentido, algo que nos ofende o nos daña fuese «voluntario», ¿n o sería entonces que está enferma, en esa persona, la voluntad?… Si logramos mirar y pensar como médicos descubrimos que la maldad como tal es, afortunadamente, una excepción…

Si miramos, pensamos y actuamos como médicos, ¿no nos brota la paciencia y la comprensión con el que tose y, si podemos, le damos un jarabe para que deje de toser?… Si miráramos, pensáramos y actuáramos todavía más profundamente como médicos, ¿no nos brotaría la paciencia y la comprensión con el que miente o es violento o autoritario o incapaz y buscaríamos darle un remedio para que cesen los síntomas de su mal emocional o espiritual interior?

No nos violentamos con el que tose, pero tampoco nos ponemos a aplaudir que esté tosiendo. La enfermedad debe preocuparnos y hay que combatirla «con lo que se pueda y hasta donde se pueda» … Mirar, pensar y actuar como médicos no es quedarnos indiferentes ante el mal social o espiritual. Mirar, pensar y actuar como verdaderos médicos no es desentendernos y transferir el problema al psiquiatra o al sacerdote o al gobierno o al demonio o a Dios… Tal vez en el problema de la tos no importará mucho si hacemos poco o nada, pero no podemos pensar así de las enfermedades más profundas que nos afectan a todos, como la mentira o el cinismo o el conformismo o la inacción. Sobre estas enfermedades, propias y ajenas, tenemos que reconocer la verdad del dicho » de músico, poeta, médico y loco todos tenemos un poco» y ponernos a trabajar…

Resistir la violencia, denunciar la injusticia, manifestarse y marchar contra el fraude o la manipulación mediática o la usurpación son formas impre scindibles hoy de ser médicos, de sanar a las personas y a la sociedad… Porque el enfermo más peligroso para sí mismo y para los demás es el que no sabe o no reconoce que lo está …

Resistirse y denunciar, manifestarse y marchar, seguir y seguir, pelear y pelear, son formas, sobre todo, de sanar en uno mismo su propia mentira y su personal egoísmo y su mediocridad… ¡Médicos de nosotros mismos! ¡Basta con eso para que sanen un poco México y la democracia y la sociedad!… ¡No juzguemos el impacto de nuestros «remedios» sólo por lo que logren en nuestros adversarios sino, especialmente, por lo que logran de transformación en nuestro propio corazón!…

Tengo que hacerles aquí una confidencia: Soy un ser humano extremadamente frágil. Soy un médico profundamente enfermo. Soy un sacerdote extraordinariamente necesitado de Dios… ¿Creen ustedes que les escribo porque sea yo muy listo o porque esté muy sano o porque sea mejor que ustedes y entonces tenga derecho a compartir mis reflexiones o a proponer? No. Nada de eso. De verdad no… Escribo lo que escribo y lucho como lo hago porque si no lo hiciera mis enfermedades se harían incurables. Si no lo hiciera me hundirían la tristeza y la indiferencia y mi sangre se envenenaría más de azul. Si no lo hiciera me ganarían la náusea y la desesperación. Si no lo hiciera creo sinceramente que estaría en agonía o tal vez habría muerto ya… Escribo lo que escribo y lucho como lo hago porque así me san o yo, y sé que, así, sanando yo, sanan un poquito México y su democracia y su sociedad… No sé si les ha servido a ustedes o a otros lo que he escrito y mi forma de luchar –cuarta campaña ya-, ni me hace falta saberlo. Sé con certeza que me está sirviendo a mí… Estas líneas que tecleo justo en este momento me están haciendo mejor persona a mí… ¡Esa es la esperanza y la fe y el compromiso que puedo darle a México: La esperanza y la fe y el compromiso que puedo darme a mí!…

Además, escribiendo lo que escribo y luchando como lo hago, he conseguido en las personas de ustedes a muchos médicos y remedios que han fortalecido mi combate y mi salud… Las palabras generosas de la gran mayoría de ustedes, su ánimo, su esperanza, su propia reflexión, incluso su silencio respetuoso, han sido siempre sangre roja y viva que ha producido danzas de fuego escarlata en mi apasionado corazón… ¡Gracias por eso! ¡Gracias en verdad!…

¡Y gracias a ti, Andrés Manuel, Presidente nuestro y Gran Médico Social, por la esperanza que nos das! ¡Gracias por tu ejemplo y por tu lucha! ¡Gracias a ti México es ya un poco más sano y lo será aún más!

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