. Evidentemente los sucesivos gobiernos poco han hecho para fortalecer la conciencia ciudadana, antes bien, a menudo, sus desempeños han operado en sentido contrario. Pero éste es un tema del que mucho se habla y del que uno debería hacer distancia para no quedarse petrificado, entonando la cantaleta de queja perpetua, ante lo que el supremo gobierno ha incumplido.
Por Alfredo Rivera Flores / Desde Abajo
Don Carlos Monsiváis es, ni quien lo dude, uno de los garbanzos de a libra que han surgido entre los ciudadanos. Las actividades por el realizadas y que han contribuido a fortalecer la conciencia ciudadana son innumerables. Es suficiente con recordarlo al marchar una y otra vez en protesta por las injusticias a diario cometidas por los diversos gobiernos. Solidario con los ciudadanos que se organizan en torno de una causa justa, siempre ha sumado el peso de su nombre en todos los desplegados de los últimos años; no ha habido novel escritor que salga con las manos vacías después de haberle formulado la petición de algún texto para un nuevo proyecto de comunicación, y evidentemente, nada del vasto mundo de la cultura le ha sido ajeno y por ello se le ha visto arrimando el hombro en múltiples proyectos culturales.
La reflexión en torno del Maestro Carlos Monsiváis surge después de haber realizado una visita al recientemente inaugurado Museo del Estanquillo. Ese bello espacio, ubicado en una de las casonas señoriales de la calle Francisco I Madero, en el centro de la capital de la República, da cobijo, desde el mes de noviembre del año pasado, a las innumerables colecciones que la enorme sensibilidad y la multifacética cultura de Monsiváis han logrado conjuntar.
A través de las piezas exhibidas podemos reconocer la sensibilidad, el amor, la constancia, la diversidad de intereses y la cultura del prolífico escritor, pero siendo loable su personal afición de coleccionista, el resultado final trasciende el ámbito de lo individual y adquiere relevancia como documento importante para la ciudad y el país mismo.
Lo que como sociedad hemos sido es de una importancia relevante para nuestro futuro. Por ello, la acción de preservar que realiza todo museo, y éste del “Estanquillo» en especial, nos enriquece como sociedad. Cuando a dicha circunstancia se le da continuidad, dando a conocer lo guardado, así como analizando y debatiendo su significado, de hecho se está en un proceso de reconocimiento como sociedad y ello tendrá como lógica culminación un timbre de orgullo por la singularidad de lo que hemos sido.
Evidentemente los sucesivos gobiernos poco han hecho para fortalecer la conciencia ciudadana, antes bien, a menudo, sus desempeños han operado en sentido contrario. Pero éste es un tema del que mucho se habla y del que uno debería hacer distancia para no quedarse petrificado, entonando la cantaleta de queja perpetua, ante lo que el supremo gobierno ha incumplido.
El paso que ha de darse es el de la reflexión –y puesta en acción – de las medidas que uno tiene a su alcance para fortalecer la soberana condición de ciudadano. Bastará con detenerse y pensar un poco sobre el tema, para que se vislumbren posibles caminos de avance en tan importante materia.
En los últimos días ha sido noticia, el constante saqueo que sufren los pueblos o las civilizaciones enteras, por parte de otros países, o por individuos o mafias que arrasan hasta con los bienes culturales de su propia patria, sin que las medidas gubernamentales logren frenar con eficacia tales delitos que empobrecen y dejan sin referentes a barrios, pueblos y países. Con lo que se llega al absurdo que se publicaba en algunos Diarios: hay que ir a Viena para ver el Penacho de Moctezúma, a Londres para contemplar los frisos del Partenón o a Francia si se quiere admirar un monolito egipcio.
Abundan las obligaciones para los ciudadanos, preservar y cuidar nuestro patrimonio es una de ellas. En tanto, contemplar en el Museo donado por Monsiváis grabados, pinturas esculturas, historietas, caricaturas, mapas fotografías y un sin fin más de objetos, es aprender un poco más de nosotros mismos. Y también, reconocer lo que puede hacer un ciudadano de tiempo completo.