. Empezamos a ver que lo que ha hecho Osorio es sembrar odio y rencor en las tierras de Hidalgo, como el que le antecedió y como —si no hacemos nada— va a hacer el que va a seguir después
Palabras del Delegado Zero en Pachuca, Hidalgo
Acto Público en la UPN, 27 de febrero del 2006
La Otra Campaña no está buscando un cargo público, lo que está buscando es unir todas estas luchas que ahorita están sueltas, separadas, en una sola lucha, en una lucha nacional, contra un sistema que es el capitalista, que es el que nos tiene así como estamos.
Nosotros somos indígenas de las montañas del sureste mexicano, de Chiapas, somos indígenas de raíz maya, tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques. La situación en la que nos encontrábamos era ignorada por el resto del país y por el mundo. Y en ese entonces, Carlos Salinas de Gortari anunciaba con bombo y platillo que entrábamos al primer mundo y que ya éramos un país rico a la hora que iniciaba el Tratado de Libre Comercio.
En esos momentos cuando los ricos y sus políticos que están a su servicio celebraban el año nuevo y celebraban este paso, según esto, de México al primer mundo, miles de indígenas, hombres, mujeres, niños y ancianos, tomamos siete cabeceras municipales en el suroriental estado de Chiapas y le declaramos la guerra al gobierno y al Ejército Federal.
Empezaron entonces los combates entre nuestras tropas y las tropas federales, y después de unos días se levantó un movimiento nacional de la sociedad civil, de personas como ustedes que me están escuchando, exigiendo que se detuviera la guerra y que se intentara la vía del dialogo. Eso fue lo que hicimos nosotros, dejamos de pelear y empezamos hablar con el gobierno para llegar a un acuerdo.
Nuestra demanda era que se reconocieran los derechos y la cultura de los pueblos indios, porque hasta hoy todavía este país que tiene raíz indígena, no se atreve a reconocer como seres humanos a los pueblos indios que lo pueblan. Y no me refiero sólo a los de Chiapas, a los de raíz maya, sino a todos los pueblos indios en todo el país.
Después de unos años de estar tratando de llegar a un acuerdo, se llegó a un acuerdo con el gobierno, que se llama los Acuerdos de San Andrés, que fueron firmados por el gobierno federal y el compromiso era que en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se iba a reconocer el derecho y la cultura de los Pueblos Indios. No fue así. Después de un tiempo de estarse haciendo pato, el gobierno federal y los tres poderes de la Unión…
Hicimos una marcha, la Marcha del Color de la Tierra, la Marcha de la Dignidad Indígena, que tal vez recuerden porque pasó por aquí por Pachuca, antes de llegar a la Ciudad de México. Llegando allá a la ciudad, una compañera, una comandanta, Esther, indígena 100 por ciento, tomó la palabra en el Congreso de la Unión y explicó por qué el país tenía una deuda pendiente con los pueblos indios y que era el momento de pagarla. Y no se trataba de pedir dinero, sino de pedir que se reconociera nuestro derecho a existir como lo que somos, como pueblos indios.
Nosotros no queremos ser de otro color, no queremos hablar otra lengua, no queremos otra cultura y sobre todo, no queremos dejar de ser mexicanos; porque hasta ahora todavía nos siguen tratando como extranjeros en esta tierra, en la que nosotros estábamos mucho antes que los españoles llegaran a conquistarla.
Los tres principales partidos políticos a nivel nacional, el Partido Revolucionario Institucional (el PRI), el Partido de Acción Nacional (el PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (el PRD), se pusieron de acuerdo para rechazar este reconocimiento y en la reforma constitucional que hicieron volvieron a poner a los indígenas como si fueran unos limosneros.
Nosotros, allá en las montañas, no nos quedamos con los brazos cruzados, sino que empezamos avanzar en el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades indígenas, que entonces no había escuelas, ni hospitales, ni tierra, ni vivienda, ni nada pues, teníamos nosotros. Con ayuda de ustedes y de gente como ustedes en todo el país y en el exterior, sin recibir ni un sólo quinto del gobierno federal, estatal o municipal, con el trabajo de las comunidades logramos levantar escuelas, hospitales, mejorar nuestra vivienda; tomamos la tierra que, como dijo Zapata, debe ser de quien la trabaja y empezaron a mejorar nuestras condiciones de vida.
Sin embargo, en esa marcha y en la consulta de 1999, cuando salieron 5000 zapatistas a hacer la consulta nacional, empezamos a escuchar la voz y el dolor de otros hombres y mujeres en otras partes del país.
Vimos entonces también, que así como la tierra es amenazada en otras partes, también nuestra tierra; que así como los trabajadores de la ciudad son explotados, también en nuestra tierra; que así como las mujeres son hostigadas y perseguidas, también en nuestra tierra; que así como los jóvenes son tratados como delincuentes, también en nuestra tierra; que así como los niños son tratados como prostitutas o prostitutos, también en nuestra tierra.
Y llegó en nuestra cabeza que teníamos que hacer otra vez un gran alzamiento, pero ya no armado, sino un alzamiento civil y pacífico, y que teníamos que ir a hablar y a escuchar, que era lo que no habíamos hecho en otras veces que habíamos salido. Si se recuerdan en el año del 2001, cuando pasamos aquí por Pachuca, sólo dijimos unas palabras y nos fuimos. Entonces pensamos que teníamos que hacer todo otra vez de nuevo y que teníamos que escuchar la palabra de ustedes y de gente que es como ustedes, humilde y sencilla.
Y eso es a lo que hemos venido aquí al estado de Hidalgo. No hemos venido a dar línea, ni a decirle a ustedes ni a nadie qué es lo que debe de hacer. Lo que queremos es aprender, escuchar de sus luchas y de sus problemas, y unir esa lucha y esos problemas que tienen con los de otros compañeros y compañeras que hay en todo México, para hacer una gran lucha nacional.
Ahora en estos días que hemos estado en Hidalgo, hemos recorrido algunos puntos y nos han dado sus palabras. Estuvimos en Ciudad Sahagún, ahí nos hablaron —también compañeros y compañeras de Apan—, nos contaron de cómo fue destruido todo el complejo industrial y miles de trabajadores perdieron su empleo y tuvieron que emigrar a los Estados Unidos. Nos contaron también cómo las grandes empresas comerciales, los grandes centros comerciales están destruyendo al pequeño comercio. Vimos también cómo está creciendo el narcotráfico y el narcomenudeo para destruir a la niñez y a la juventud. Y vimos también que las pocas fábricas que hay que se están instalando tienen jornadas laborales que son mayores a ocho horas. Lo que escuchamos en Ciudad Sahagún y en Apan refleja pues una condición que ese empieza a extender por todo el país, según lo que hemos escuchado.
Las reformas laborales que se consiguieron con la Revolución Mexicana no existen más. Son pocos los obreros de la industria o empleados que pueden decir que tienen un trabajo fijo —o de planta como dicen— y que laboran sólo ocho horas. La mayoría son trabajadores eventuales que, a la hora que los contratan, les hacen firmar su renuncia en blanco para que los puedan correr sin ninguna indemnización ni derecho a la hora que quiera el patrón. Jóvenes, hombres y mujeres, trabajan en las maquiladoras con jornadas laborales de catorce y dieciséis horas y reciben sueldos de 80 pesos semanales, 320 pesos al mes. Todo esto es lo que nos platicaron, no lo leímos en un libro ni lo estamos inventando.
También estuvimos en Tulancingo. En Tulancingo es el único lugar de lo que hemos recorrido en lo que llevamos ahora en la república mexicana —en los diez estados que llevamos—, el único lugar donde nuestro acto público fue vigilado con policías y perros de caza (y no se sabía cual de los dos era el perro) y con hombres armados, con el arma lista para disparar. Llamo la atención porque este municipio es gobernado por el Partido de la Revolución Democrática, por el PRD, porque alguien anda diciendo ahí que el gobierno nos está cuidando para que hablemos mal de López Obrador. Entonces yo estoy suponiendo que el presidente municipal de Tulancingo estaba cuidando para que habláramos mal de López Obrador o tal vez porque temía la palabra que íbamos a sacar ahí. Ningún otro partido en el gobierno ha hecho lo que hizo el PRD en Tulancingo.
También escuchamos ahí la palabra de ancianas que se quejaban de que las tratan mal por parte del gobierno municipal del PRD, que van y vienen pidiendo un espacio para poder recibir la ayuda, y que no les hacen caso porque les dicen que ya están viejas, que ya no sirven. Son señoras mayores de 60 años, que batallan mucho para poder ir a la ciudad a conseguir la medicina que necesitan por su edad, y el presidente municipal no sólo no les hace caso, sino que las desprecia.
Nos contaron que cada vez que bajan los indígenas de la montaña para poner la plaza, para vender sus productos, son pateados sus productos, los patean también a ellos, los policías se roban las cosas que llevan con mucho trabajo y los dejan tirados en la calle. Cuando se les pregunta porqué hacen así: “son órdenes del presidente municipal‿ que, insisto, es del PRD.
Si dicen que nosotros estamos hablando en contra del PRD y quitándole votos a López Obrador, hay que ver lo que está haciendo el presidente municipal de Tulancingo, que es el que está haciendo la campaña en contra. Porque López Obrador está ofreciendo apoyo a los ancianos y uno de su propio partido que ya es poder, que ya es autoridad, está haciendo exactamente lo contrario. Ofrece López Obrador el reconocimiento a los derechos y cultura indígenas y un gobernante que es de su partido, ahí en Tulancingo, está haciendo exactamente lo contrario. Ofrece respetar el derecho de manifestación y de palabra de la gente, y un gobernante que es de su partido amenaza un acto público independiente.
Nos hablaron también las maestras del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y denunciaron a Elba Esther Gordillo y a los líderes sindicales, que las están obligando a entrar a este partido que se llama el PANAL; que si no le entran ahí, les van hacer descuentos en sus quincenas por no obedecer lo que dice el Sindicato.
En otras partes de Hidalgo, escuchamos también que nos cuentan del uso que quieren hacer el PRI y el PRD de los símbolos religiosos. Que para convencer a los indígenas que no saben leer y escribir que deben votar por el PRI, les dicen que el PRI tiene en sus colores los colores de la Virgen de Guadalupe y que por eso los tienen que apoyar. Y los del PRD les dicen que el símbolo del PRD es el símbolo del santísimo y que por eso tienen que votar por el PRD.
Escuchamos también a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que nos insistieron en este proceso que es nacional, no nada más aquí en Hidalgo, de privatización de la educación pública. Nos dicen, nos explicaron bien que, cada vez, por trampas amañadas, la educación pública se está convirtiendo en privada a la hora en que se les piden cuotas o colaboraciones a los familiares para que los niños puedan entrar a la escuela. Que no hay suficientes materiales para la educación, que los programas de estudio son una porquería, que no sirven para nada, sobre todo si se refieren a comunidades indígenas. Y que al final de un largo proceso de educación —lo digo aquí que estoy en la UPN—, al final, los alumnos no tienen empleo y tienen que enfrentarse con que el empleo que les tocaba por haberse aplicado, por haber aprendido bien y ser buenos y capaces; ese puesto es ocupado por el pariente del gobernador, del presidente municipal, del diputado local, o el primo del hermano del que le bolea los zapatos a Osorio.
Y escuchamos también a los compañeros de Acaxochitlan, que nos contaron una historia de dolor, porque resulta que allá —como en muchas partes que hemos escuchado en al zona rural de México— el ser pobre es un delito. Nos contaron cómo los penalizan hasta con veinte años de cárcel por llevar leña a su casa, y los acusan de talamontes y de destructores de la naturaleza, al mismo tiempo que están saliendo grandes camiones de las empresas madereras con una gran cantidad de madera de la tala de árboles que hacen, con protección del gobierno.
Y nos platicaron también eso que escuchamos que cuando bajan a los mercados a vender sus productos —verduras que pueden hacer o algo de artesanía—, allá en la ciudad de Tulancingo, son atacados por la policía, les quitan todo y ni siquiera les dejan, pues, para poder regresar a sus pueblos.
Y hablamos también con los compañeros de Huehuetla que llevan una movilización en contra de la construcción de una carretera. Nos explicaron ellos que viven principalmente del café, que de por sí el café tiene muy bajo precio y que no alcanza con toda la jornada laboral para salir a mano. Y que resulta que están haciendo esta carretera, y las máquinas que están haciendo están destruyendo los plantíos de las pequeñas propiedades que hay ahí. Les están echando la tierra encima —para decirlo en sus propias palabras— y que ellos se están organizando para que no se haga así y, en todo caso, para que sean indemnizados como se merecen.
Compañeros y compañeras todavía nos falta en Hidalgo, falta que vayamos al Valle del Mezquital, pero ya tenemos aquí lo que nos platicaron los compañeros aquí en Pachuca. Los jóvenes que son perseguidos por ser jóvenes, por la forma de vestir, porque se reúnen para escuchar música o —como vimos hace rato— para cantar y que, en ese momento, luego, luego les cae la tira a perseguirlos o a extorsionarlos a cambio de no llevarlos al Ministerio Público.
Nos platicaron también mujeres que son hostigadas sexualmente, se les obliga pues a que, a cambio de favores sexuales, les van a dar un empleo o si no, no las van a atender.
Nos platicaron también que como profesores, como maestros que se están preparando, no hay buenas condiciones para aprender. Y otra vez el problema es que la hora de salir al trabajo, no obtiene el trabajo el más capaz o el más inteligente, o el mejor preparado, sino lo obtiene el que tiene más palancas.
Compañeros y compañeras, aquí de lo que se trata, en esto que estamos viviendo aquí en Pachuca, en Hidalgo, y en todo el país, es que hagan de cuenta que hay dos caminos: la carretera, la superautopista que está allá arriba que es de los partidos políticos —donde ni siquiera nosotros, la gente humilde y sencilla, se va a subir nunca, sino que ellos con sus grandes autos son los que van a circular allí— y que nos dicen a nosotros acá abajo: “apláudeme a mí, échame porras para que yo llego en primer lugar de la carrera que vamos a llegar» y, eso es lo que están proponiendo las elecciones ahora. Nos están proponiendo que quedemos como espectadores y nos dicen: “aquí todos somos iguales».
Y nosotros venimos a preguntar aquí ¿si son los mismos los compañeros que vienen de Atitalaquia, si son los mismos ellos que el policía que los golpeó? porque ya nos enseñaron una fotos de hombres y mujeres con el rostro ensangrentado arrastrados por la policía. Y ¿si son los mismos estos compañeros y compañeras que el cabrón gobernador que mandó a hacer esa represión?, ¿si son los mismos los campesinos que se están quedando sin tierra, que están viendo destruidos sus productos, que la empresa que está siendo beneficiada con la construcción de la carretera?, ¿si son lo mismos los indígenas que son pateados en Tulancingo que el presidente municipal de ese lugar, que está muerto de miedo y por eso manda a la policía con perros y armas a vigilar nuestro mitin?, ¿si son los mismos las mujeres que están buscando trabajo que los patrones que no se los quieren dar, más que a cambio de favores sexuales para convertirlas en prostitutas?, ¿si son los mismos los jóvenes que están haciendo trabajo cultural y que son perseguidos por el policía, si son lo mismo que ese policía que los está golpeando?
Nosotros venimos a preguntar si es cierto que somos iguales, que si los campesinos son iguales que los terratenientes, que si los obreros son iguales que los patrones, que los estudiantes y maestros son iguales que los directores y los gobernadores; porque si no es así, entonces nos están invitando a un lugar para mirar nada más por la ventana. Allá dentro van a estar reunidos ellos, brindando, festejando, cubriéndose entre ellos. Porque lo sabemos que así pasa en los estados: el que queda de gobernador era el secretario de gobierno del anterior para cubrirle las espaldas, y así va a ser una y otra vuelta, sin que nos tomen en cuenta.
Y entonces, nosotros decimos: en lugar de estar mirando para allá arriba porqué no nos empezamos a mirar entre nosotros, y a escuchar, y a hablar, y a conocer. Porque entonces así cuando estamos viendo nada más para arriba, estamos solos, pensamos que nuestra lucha es individual, que no tiene remedio, que no hay nada que hacer porque el que está allá arriba es muy poderoso.
Pero si empezamos a mirar hacia abajo, empezamos a ver que otros tienen nuestros mismos problemas, que otros tienen nuestra misma rabia, nuestra misma indignación. Que los compañeros que acaban de ser reprimidos no son los únicos, que hay muchos en otras partes. Que lo que ha hecho Osorio es sembrar odio y rencor en las tierras de Hidalgo, como el que le antecedió y como —si no hacemos nada— va a hacer el que va a seguir después.
Vimos también que no es cierto eso de que la cultura es lo que da el poder, porque ya vimos que encima, en el poder, en el gobierno, hay puro idiota, que no tiene ni siquiera cultura ni se sabe expresar, empezando por el presidente de la república, Vicente Fox, que ni siquiera sabe hablar. Y entonces, porqué van a decir esos ignorantes que son los que gobiernan —que nomás nos están vendiendo a otros países, a otras potencias o que están de acuerdo con los ricos—, ¿por qué nos van a decir a nosotros lo que debemos hacer y cómo debemos hacerlo, si ya demostraron que no pueden y que no saben?
Entonces, nosotros decimos: empecemos a escucharnos entre nosotros, y eso es lo que está haciendo la Otra Campaña. Y de esa forma, a la hora de escucharnos, empezamos a dejar de estar solos. Eso es lo que está haciendo la Otra Campaña: haciendo un movimiento nacional. No estamos buscando a toda la gente —por eso no estamos haciendo mítines grandes—, estamos hablando nada más sólo con unos hombres, mujeres, niños y ancianos, sólo con aquellos que ya están hartos, que no se van a dejar engañar otra vez y que quieren hacer otra cosa.
La Otra Campaña es otro camino que no tiene nada que ver con el de allá arriba. Tal vez alguno de los que están aquí está pensando “yo soy ese hombre —o yo soy esa mujer, o soy ese anciano o esa anciana, o ese niño o esa niña— que ya me harté y que quiero hacer algo civil y pacífico, que quiero hacer algo para que la cosas cambien». Y no se trata de poner un voto, sino de empezar a escuchar y a unir la lucha con otros. Por eso sólo hablamos con unos cuantos, aquellos hombres y mujeres —no importa su edad, no importa su cultura, no importa su lengua— que están dispuestos a participar directamente, no como espectadores, sino como participantes en este movimiento que, éste sí, es el que va a triunfar. Y éste es el que va a modificar completamente, desde abajo —decimos nosotros—, este país, y lo va a volver hacer de nuevo ya sin esos ricos que nos explotan, ya sin esos gobernantes que nomás se están burlando de nosotros, sino que algo cabal, donde la gente que trabaja sea la que viva bien y no el que está de holgazán y de haragán.
Nosotros estamos proponiendo este otro camino. No está pavimentado, ni siquiera está trazado, tenemos que irlo abriendo poco a poco. Pero ese camino de allá arriba no va donde nosotros queremos: no va a un mundo de justicia; ese camino no va a llegar a donde se respete la niñez, por ese camino la mujer no va a obtener respeto a su dignidad, ni los pueblos indios, ni los jóvenes, ni los ancianos.
Por ese camino de allá arriba las mujeres van a tener que seguir vendiéndose, igual que los niños, igual que los hombres y a los ancianos ni siquiera les van a reconocer eso, “los anciano ya no sirven para nada», dicen allá arriba.
Y en este camino que vamos a hacer nosotros, juntos, ahí sí cada quien va a tener su lugar. Y no hay quien les va a decir cómo, porque ni siquiera se sabe cómo está el camino, porque no está trazado, pero sí está el lugar a donde vamos a llegar. Y al lugar a donde vamos a llegar es una patria nueva, otro país, otro México, por eso es Otra Campaña.
Y entonces, estamos pensando esto de que vamos a escuchar a todos los que quieren pelear y vamos a ver sus demandas y sus luchas, y vamos a darlas a conocer. Porque la palabra que se dice aquí en Pachuca o en Tulancingo, o en el Valle del Mezquital —donde vayamos pasando—, la empiezan a escuchar y a conocer compañeros y compañeras del norte de México, de la costa, del golfo, del sureste, y empieza a sentir cada quien en su corazón que no está sólo, que esa humillación no es nada más para él sino para muchos, pero sobre todo, que esa rabia que siente no es nada más de él, sino es de muchos.
Y entonces, con todo esto que tenemos, que vamos juntando por todo el país, hacer un Programa Nacional de Lucha. O sea ¿por qué vamos a luchar?, ¿cuáles son nuestras demandas? No que venga un político a decir: “aquí lo que se necesita es esto». Por ejemplo en la UPN se necesita esto. Que la misma comunidad: manuales, administrativos, académicos, estudiantes, investigadores de la UPN digan: “aquí se necesita esto, se necesitan recursos, plazas, mejores instalaciones» y, entonces sí, que se haga eso, no lo que están diciendo arriba, sino que se haga lo que se necesita según la comunidad.
Y así en cada parte, con obreros, con campesinos, con indígenas, con jóvenes. Eso es lo que estamos luchando nosotros. Y entonces, en este nuevo acuerdo que se haga, en este nuevo país, hacer un nuevo acuerdo de cómo nos vamos a relacionar: una nueva ley, una nueva Constitución, porque lo sabemos que la Constitución que hay ahorita no respeta el derecho a la tierra, no respeta a los indígenas, no respeta a las mujeres, no respeta a los jóvenes, a los niños, a los ancianos ni los toma en cuenta siquiera. Entonces se trata de hacer otra ley, otra Constitución, donde esos derechos si estén. Y además necesitamos una organización nacional para que eso se cumpla, porque luego pasa que la ley dice una cosa y la autoridad hace otra.
Entonces a eso los estamos invitando, compañeros y compañeras, que se entren. Es algo más grande que la Revolución Mexicana, algo más grande que la Guerra de Independencia: un movimiento civil y pacífico que va a cambiar este país, y además va a ser ejemplo y enseñanza y guía para otros pueblos del mundo.
Éntrenle, piénsenle pues, y si es que deciden que sí, entren con nosotros, no importa si es persona individual o si es una familia, o es un grupo o es un colectivo, acá tienen lugar, y su voz tiene un lugar, y va a ser tratado con respeto y va a ser tomado en cuenta. Y si tiene esa decisión, pida información aquí con los compañeros de la Otra en el estado de Hidalgo, o de la Otra aquí en Pachuca, para que entienda pues mero qué es lo que nos proponemos, y entienda que nosotros sí estamos diciendo la verdad, porque no venimos a prometerles nada venimos a invitarlos a una lucha, a un trabajo que va a costar, pero que ahora sí va a tener un destino justo, libre, digno.
Eso es lo que queremos nosotros, compañeros y compañeras. Gracias.