. Ayer Danae y Sandra, hoy, esta pequeña discriminada por embarazo ¿Quién sabe quien será la siguiente niña en padecer la violencia que marca la vida para siempre, ya sea al interior de la familia, o al interior de las instituciones? ¿Quién sabe de cuántas niñas más no nos hemos enterado?
Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo
Hace casi un año, la niña Danae Paola Hernández, de cuatro años de edad, fue asesinada como medida disciplinaria por parte de su padrastro y su madre. La negligencia de las autoridades fue cómplice en este crimen.
Los padres de la niña fueron encarcelados y algunos funcionarios removidos de sus cargos. Con ello se pretendió haber resuelto el problema, pero algunos meses después, el asesinato de otra niña, Sandra Dimas, vino a demostrar lo contrario.
Sandra se sumó a la lista de niñas hidalguenses asesinadas a golpes en sus hogares y por sus padres, personas socialmente designadas para cuidar de sus hijos e hijas, e impedir que alguien les haga daño.
En teoría, la vida de Sandra se terminó cuando tenía ocho años de edad, pero en realidad la existencia con calidad a la que tenía derecho se le acabó desde los cuatro años, cuando su madre la abandonó y quedó al cuidado de su padre, quien se convirtió en su constante violador y, finalmente, en su asesino. ¿Quién sabe? Tal vez su calidad de vida concluyó desde mucho antes. Tal vez nunca existió.
Hace un par de semanas, este medio dio a conocer el caso de una niña de doce años expulsada de la secundaria por embarazo. A pesar de que tenía 9.4 de promedio, el director de su escuela le negó la inscripción a segundo, porque “daría mal ejemplo”. En el Sistema DIF, le dieron pláticas para “enfrentar su nueva condición de vida como madre adolescente”.
Ella tenía tres opciones legales: el derecho al aborto, el derecho a la adopción o el derecho a la maternidad, pero en el DIF sólo le hablaron de su “nueva condición de madre”. La institución decidiendo por ella.
Ayer Danae y Sandra, hoy, esta pequeña discriminada por embarazo ¿Quién sabe quien será la siguiente niña en padecer la violencia que marca la vida para siempre, ya sea al interior de la familia, o al interior de las instituciones? ¿Quién sabe de cuántas niñas más no nos hemos enterado?
Algunas personas podrán decir que la violencia y el homicidio contra mujeres no tienen una razón de género, ya que los hombres también son asesinados. La diferencia es que, generalmente, las mujeres son asesinadas por hombres, mientras que en los casos de crímenes masculinos ellos se matan unos a otros.
La solución no radica en resolver cada caso de manera asilada. Es obvio que las mujeres en general, y las niñas en particular, somos consideradas únicamente como seres de segunda al servicio del patriarcado.
Nuestro gobierno necesita hacer una urgente y profunda reflexión sobre la violencia de género que se vive no sólo en las instituciones negligentes e insensibles, sino en la entraña social de nuestro estado, en donde las mujeres somos violentadas institucionalmente porque un funcionario piensa que su punto de vista es lo mejor para nosotras, y en donde también somos asesinadas porque alguien más fuerte “tuvo un mal día” o “estaba de mal humor”.
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