. Tal como ha manifestado el Centro Nacional de Comunicación Social, cada periodista asesinado, desaparecido, agredido, “levantado”, es un espacio en blanco, y por cada uno de estos atentados que queda impune, otros periodistas dejan de escribir y de externar su opinión en el espacio público, que es propiedad de los y las ciudadanas
Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo
Aunque la Organización de las Naciones Unidas decretó el tres de mayo como el Día Internacional por la Libertad de Expresión, en México, desde hace varias décadas, existe la tradición de conmemorar a la libertad de prensa en 7 de junio.
Así pues, en este día en que la comunidad periodística nacional debiera celebrar “su día”, la realidad no deja otro camino que hablar del negro panorama que en materia de libertad de prensa se vive en nuestro país.
Las cifras 2007 presentadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), reportan la apertura de 84 expedientes de queja por agravios contra periodistas en el ejercicio de su profesión, relacionados con presuntas violaciones a sus derechos fundamentales.
Este mismo organismo documentó 88 casos más que se hicieron públicos en diversos medios informativos y que podrían constituir violaciones a las garantías fundamentales de los comunicadores masivos.
Estos números son alarmantes en cualquier contexto, pero más lo son en un país que se presume democrático.
En todo el planeta, solamente Irak está por delante de México en cuanto a los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
La misma CNDH anunció lo que para todo el gremio periodístico es evidente: no hay voluntad de las autoridades para investigar este tipo de violaciones a las garantías de los informadores y sancionar a los responsables materiales e intelectuales, lo que genera impunidad.
De acuerdo con los casos denunciados (los no denunciados son otra historia) las agresiones contra periodistas no sólo se han multiplicado, sino que ahora son más violentas. Además, existen nuevos actores que agravian al periodismo, como pudiera ser el crimen organizado, lo que contribuye a la persistencia de un clima generalizado de temor entre los integrantes del gremio, provoca la autocensura y refuerza al periodismo como una profesión de alto riesgo.
En nuestro estado, existen un botones de muestra en este rubro, ya que el año pasado cuatro periodistas fuimos amenazados de muerte vía telefónica y tres más de forma directa.
Aunque toda profesión conlleva riesgos, las autoridades debieran tener un mayor compromiso en el respaldo al ejercicio periodístico, ya que la libertad de expresión tiene como un eje fundamental la libertad de prensa, la cual es un derecho humano y constitucional, fundamental en un Estado democrático.
Tal como ha manifestado el Centro Nacional de Comunicación Social, cada periodista asesinado, desaparecido, agredido, “levantado”, es un espacio en blanco, y por cada uno de estos atentados que queda impune, otros periodistas dejan de escribir y de externar su opinión en el espacio público, que es propiedad de los y las ciudadanas
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