. Si te quedas en mi concierto y verdaderamente quieres hacer un texto en completa libertad, no me vengas con que vienes en representación de un periódico mediocre, que estudiaste en la Carlos quien sabe qué, y que tienes posgrados en algún tecnológico particular; paga tu entrada y escúchame como cualquier otra persona del público, no me vengas con la chingadera de que me vas analizar.
Por Jesús Ángeles / Desde Abajo
“La música no debe criticarse, debe sentirse, transmitir lo que sientes”.
Hace poco asistí a un concierto para despejarme un poco del trabajo y, de paso, hacer una pequeña nota para este espacio. Me llevé una sorpresa cuando me acerqué al líder del grupo para entrevistarlo ya que me empezó a sermonear.
¿Por qué te atreves a criticar mi música?. Piensas que tienes el derecho solo por llenas semanalmente un espacio en un periódico local, que estúpido. Eres como todos esos columnistas que sienten los libertadores de la palabra, el periodista que defiende con sus letras la libertad y la igualdad que según nos pertenece, pero está equivocado. Antes de venir a mi concierto a escucharme y mirarme con aspecto de gran melómano, hazme un favor: pídeles a todos tus colegas que antes de hacer una crítica sobre el gobierno de Calderón, la composición de un tema de algún jazzista, antes de denunciar los malos tratos en el sindicato de maestros, defiendan sus propios derechos como periodistas.
¿Cuánto ganas?, seguramente como reportero de cultura tu sueldo no debe de pasar los cinco mil pesos, te lo aseguro. Si andas en la política tu paga debe ser un poco más alta, no pero digna, y si lo es, será porque algún politiquillo de tus fuentes te pasa una comisión, ¿apoco no?. Vienes a criticarme a mí con tu sueldo miserable, dejándote explotar diariamente por un director que ni siquiera sabe tu nombre completo. Con que cara vienes a decirme que debo hacerlo de otra manera, si no puedes defender tu profesión.
En cambio, a mi concierto si vienes a defender tus derechos: “Déjenme entrar que soy de prensa” “necesito entrar a camerinos para entrevistarlo porque así no puedo hacer mi nota”.
Pero cuando llegas a tu redacción ¿qué pasa?, te sientas en la silla de tres patas frente una computadora vieja, que se traba en cuanto le insertas el usb, y ahí, no te quejas, no vas y te enfrentas con tus jefes diciéndoles las necesidades que tienes. Eres capaz de denunciar –inclusive – a un narcotraficante, pero a tus jefes que no son ni para darte una cámara reflex, o una grabadora modesta les haces una queja, solo los denuncias en silencio.
Si te quedas en mi concierto y verdaderamente quieres hacer un texto en completa libertad, no me vengas con que vienes en representación de un periódico mediocre, que estudiaste en la Carlos quien sabe qué, y que tienes posgrados en algún tecnológico particular; paga tu entrada y escúchame como cualquier otra persona del público, no me vengas con la chingadera de que me vas analizar.
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