. Hija de indígenas serranos que hace varios años migraron hacia Cuautepec, y que a lo largo de su vida han recibido toda clase de violencia, la niña hizo lo que hasta entonces estaba acostumbrada a hacer: cerrar la boca y obedecer, tal como mandata su condición de mujer, pobre e indígena.
Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo
Una niña indígena de catorce años salió de trabajar de la casa en donde labora como empleada doméstica. Era la noche del 28 de abril de 2009, en Cuautepec, Hidalgo. Se dirigió hacia su casa y al pasar por el mercado municipal, se encontró con su primo, quien bebía junto con otros tres jóvenes adentro de una zapatería.
Él la invitó a pasar, ella rehusó, pero el la introdujo de un jalón en el negocio que para esas horas ya no daba servicio al público. La puerta de la cortina del comerció se cerró y esa noche sólo volvió a abrirse dos veces más. La primera de ellas para que, vigilada por sus violadores, la niña saliera tambaleándose a orinar, y fuera regresada por la fuerza al interior del negocio. La segunda ocasión, para que dos de los cuatro hombres la llevaran en vilo a lo que ella creía que nuevamente era necesidad de orinar, pero que resultó ser la sensación de quien tiene la vagina y el ano brutalmente desgarrados.
La puerta de la cortina no volvió a abrirse hasta las seis de la mañana del día siguiente, cuando los violadores por fin decidieron que era suficiente y dejaron ir a la niña, luego de amenazarla para que no denunciara el hecho, bajo promesas de dañarla a ella y a su familia, así como de mostrar el video que le habían tomado durante la violación tumultuaria.
Hija de indígenas serranos que hace varios años migraron hacia Cuautepec, y que a lo largo de su vida han recibido toda clase de violencia, la niña hizo lo que hasta entonces estaba acostumbrada a hacer: cerrar la boca y obedecer, tal como mandata su condición de mujer, pobre e indígena.
Como la pequeña en ocasiones se quedaba a dormir en el lugar donde trabaja, a su familia no le extrañó que esa noche no hubiera llegado. Lo que sí les sorprendió fue la profunda depresión en que la menor cayó durante los siguientes días. Luego de varios intentos, sus padres por fin lograron conocer la verdad.
La pareja de vendedores de hierbas en el mercado municipal, acudió junto con su hija a levantar la denuncia a la presidencia municipal de Cuautepec, el 1 de mayo de 2009. Demasiado tarde, porque uno de los violadores, muy cercano al alcalde, ya se les había adelantado.
Aún cuando en la presidencia de Cuautepec no se puede levantar un acta formal sobre este tipo de hechos, sino que debe acudirse a Tulancingo, en la alcaldía les dijeron que el acta ya estaba levantada, que les llamarían cuando hubiera alguna novedad.
Con el transcurrir de los días, pese a la escasa instrucción y limitado manejo del idioma español de los padres, la familia de la niña decidió acudir a Tulancingo, en donde el Ministerio Público levantó la denuncia 18/HG/CAVI/142/2009 pero, sospechosamente, nada sucedía, hasta que un periodista preguntó al procurador del estado qué pasaba con la investigación.
De Pachuca llamaron a Tulancingo y el caso comenzó a moverse. Luego de más de dos meses de levantada la denuncia, el próximo 2 de junio, por fin, los acusados declararán. A uno de ellos sus padres lo sacaron del estado, pero ahora deberá volver.
Lo menos que los tres niveles de gobierno en Hidalgo pueden ofrecer a esta niña indígena, es el compromiso de que su caso será llevado limpiamente, y que el tráfico de influencias que hasta ahora se mira, cesará para llevar a los culpables a la cárcel.
El poder ejecutivo le ha fallado a una niña que, a los catorce años, debe trabajar en vez de estudiar. El poder legislativo le debe a esta pequeña el todavía no haber aterrizado correctamente la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en Hidalgo, con la cual se le garantizarían plenamente todos sus derechos sexuales y reproductivos.
Y el poder judicial, ¿qué decir cuando en el juzgado municipal de Cuautepec le mintieron para encubrir a un violador “influyente”? ¿Con qué cara podría el poder judicial negar estar en deuda con esta niña, si el personal encargado de hacer los exámenes psicológico y de química forense cuestionan que ella “no llora” cuando relata los hechos? (¡Menudo trabajo tiene el director de Periciales de la Procuraduría General del Estado de Hidalgo!)
¿Cómo no dudar que el influyentismo mueve este caso, cuando la investigación contra los violadores se remitió a la mesa uno del Ministerio Público para ADOLESCENTES? ¡ADOLESCENTES! ¿Cómo saben en el MP que son adolescentes, si ni siquiera los habían mandado llamar para que se comprobara legal y físicamente que los inculpados deben ser juzgados como adolescentes? Ahora resulta que además de ser encubridores de violadores, también son adivinos, pitonisos y videntes.
Aunado a lo anterior, los tres niveles de gobierno le deben a esta pequeña indígena el no haber adquirido un compromiso real con la institucionalización de la perspectiva de género en todos sus niveles, porque tal carencia puede llevar este terrible caso a una pesadilla mayor: Durante todo lo que va del proceso, ¿alguna autoridad, municipal o estatal, le ofreció a esta niña indígena violada tumultuariamente la Píldora de Anticoncepción de Emergencia?
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