. Entre el “tipo rudo” y la “vieja mamona”, hay una clara discriminación lingüística, con una enorme carga cultural detrás, que alaba en hombres actitudes que rechaza en mujeres
Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo
Petrificados y con la boca hasta el suelo están hoy quienes “bromeaban” diciendo desde todas las tribunas que la contienda por la diputación federal del distrito VI de Pachuca era el concurso de “La flor más bella del ejido”, ya que en sus decimonónicas cabezas, cuando las mujeres contienden públicamente, sólo puede tratarse de un concurso de belleza, porque en el patriarcado el espacio público es para hombres y el privado para mujeres.
En la política tradicional, avasalladoramente masculina, ganador sólo hay uno, pero en este caso queda claro que las ganadoras no solamente son Carolina Viggiano, Gloria Romero y Paula Hernández, porque son quienes finalmente ocuparán una curul en la próxima legislatura federal.
“¡Vieja mamona, no quiere recibir a nadie!”, se escuchaba decir sobre Carolina Viggiano entre algunos actores sociales que eran rechazados por la hoy diputada electa para tener una cita. Esos mismos actores se han referido a Miguel Osorio o a Francisco Olvera como “tipos rudos” cuando ambos se resisten a recibir a la clase política o la ciudadanía de a pie.
Entre el “tipo rudo” y la “vieja mamona”, hay una clara discriminación lingüística, con una enorme carga cultural detrás, que alaba en hombres actitudes que rechaza en mujeres.
El hecho de que Carolina Viggiano fuera estricta con su agenda, y que no permitiera que algunos machos “acomedidos” le dijeran “como guiarse en la política” (como si ella no lo supiera), habría sido muy reconocido en un hombre, pero no en ella que es mujer “y además tan guapa”, llegaron a decirme algunos priístas, quienes se sorprendían de que, cuando las cosas no salían “como ella quería”, “hasta groserías” llegaba a decir. ¡Jesús bendito! ¿Groserías? ¡Que dios se apiade de su alma por semejante pecado mortal!
“¡Qué rudo! ¡Qué carácter tan fuerte tiene!” habrían dicho de ella si fuera hombre, pero como es mujer “y además tan guapa”, no tiene permitido restringir su agenda porque eso la hace no ser agradable y servicial (como deben ser las mujercitas lindas), la hace una “vieja mamona” (una denostación patriarcal hacia las mujeres “ofendiéndonos” con decirnos que somos mayores de lo que aparentamos).
Por si fuera poco, está la lógica misógina de que hay actitudes que no debiera tener, porque es guapa. Lo que están queriendo decir es que, si no fuera hermosa, estaría justificado que fuese estricta y dijera “groserías”, al fin que de todas formas ningún hombre la querría, por fea. Pero como la diputada electa es guapa, piensan que no tiene permiso para abandonar su papel de muñequita de aparador.
Con una actitud inicial de cierto temor, Gloria Romero arrancó su campaña dejándose guiar por algunos de estos tan socorridos machos acomedidos, que pensaban que ella era sólo el producto a posicionar en el mercado, pero que la parte política la haría los hombres panistas.
Luego de una acción política muy tradicionalmente masculina, y muy empleada en su partido, en que se pretende levantar la votación al denostar a quien va en primer lugar, Gloria se dio cuenta de que no era así como ella quería contender y se desmarcó de la estructura estatal de su partido.
Curioso: En una discusión entre panistas sobre la decisión de Gloria Romero de tomar las riendas de su campaña, los militantes blanquiazules se refirieron a ella como una “vieja mamona” que ya se “cree mucho” y que “al rato cuando no sepa ni por donde” volvería a pedir ayuda de “los que sí saben”.
Otra vez la calificación de “vieja mamona” a una mujer que, desenvolviéndose en la política pública, decide dirigir por sí misma su campaña, sin aceptar las propuestas basadas en la falta de respeto.
Independientemente de los infartos que provocó entre la gente decente la propaganda de Érika Ortigoza, la candidata del partido verde fue otra de las grandes ganadoras de esta contienda.
Hay un locutor matutino que se ha imaginado a Érika de muchas maneras, pero seguramente nunca la pensó ganando casi 13 mil votos sin el apoyo de su partido. Este excelso conductor que solía llamarla la “candidata teibolera” durante la campaña (ella se lo buscó porque cometió el sacrilegio pornográfico y diabólico de ponerse minifalda y escote), tampoco imaginó que Ortigoza consiguiera con su campaña evidenciar a una Comisión Estatal de Derechos Humanos tibia y temerosa del poder mediático sino que, ni en sus sueños más húmedos, visualizó a Érika apoderándose de un histórico tercer lugar, que la convierte en la absoluta líder del Partido Verde en la entidad.
Suena demagogo, pero esta elección la hemos ganado todas las mujeres, y no por el hecho de que las candidatas hayan sido del sexo femenino, sino por la actitud con que las ganadoras asumieron su papel dentro de sus partidos. Esto es exactamente el empoderamiento de las mujeres, otro término políticamente trillado, pero que consiste no sólo en llegar al poder, sino en asumirlo, introyectarlo y defenderlo con la convicción de que dicho poder se obtuvo por el trabajo realizado, y no sólo porque hay hombres detrás de nosotras, que nos mandan adelante únicamente para cubrir una cuota de género.
La siguiente parte del empoderamiento de estas mujeres se verá una vez que asuman formalmente sus cargos, y que recuerden todos los obstáculos patriarcales que han librado, para que así su trabajo nos lleve a las demás a vivir con auténtica equidad de género.
Comentarios: taniamezcor@hotmail.com
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