. Los proyectiles fueron lanzados por cuestión de tres minutos. Las puertas de la camioneta eran vapuleadas a patadas mientras los vidrios sufrían el azote de puños y palmadas por parte de las señoras más febriles. Cumplido el objetivo, la masa se replegó. Fue cuando Herrera y Sierra se bajaron del vehículo, dispuestos a denunciar ante los restos del Consejo lo que había sucedido. Pero, cuando caminaban con paso acelerado, retrocediendo las cuadras adelantadas entre la sede del partido y el punto de conflicto, la turba los alcanzó. Iban sobre Tonatiuh.
Por Luis Alberto Rodríguez / Desde Abajo
Huevos podridos, vísceras animales, piedras de todos tamaños, patadas e insultos golpearon la camioneta blanca tipo estaquitas en la que viajaban Tonatiuh Herrera, Hugo Sierra y Sandra Mendoza, militantes del Colectivo de Izquierda Hidalguense, organización del Partido de la Revolución Democrática. Los puños de violencia pertenecían a una treintena de adolescentes, hombres y mujeres maduras con niños en mano, mandados las igualmente perredistas del grupo Nueva Izquierda, Edith Ibarra y Teresa Samperio, con el único objetivo de amedrentar el primero de ellos, también secretario de Formación Política de este partido.
Se acercaba el mediodía de este sábado 17, pero el sol no salió. El clima citadino era el que siempre ha sido en Pachuca: frío, ventoso, nublado, tímidamente lluvioso. Un día gris para una jornada gris, al menos para el PRD. En punto de las ocho de la mañana, dio inicio su Consejo Estatal donde se aprobarían las bases para el desarrollo de las próximas elecciones a Comités Municipales. De pronto, el clima hostil del exterior, se depositó dentro del edificio sede del partido, cuando decenas de personas aparentemente ajenas a lo que ahí sucedía, abarrotó la planta baja. Este es un esperpento de cemento y varilla de tres pisos de altura. El último de ellos resulta ser recibidor, bodega, auditorio y sala de conferencias. Ahí se ubicaban las y los consejeros que de pronto se vieron apabullados por la muchedumbre repentina.
Nada se oía ya. La voz de Alejandro Hernández Ballina, presidente del Consejo, sucumbió entre el excesivo ruido que a propósito hacia el gentío. Risas exageradas, golpeteo de pies y puños contra la pared, celulares y gritos similares a los de una manada de primates a punto de la guerra. Después se sabría que el mismo funcionario perredista estaba involucrado en la trifulca. Los llamados de la mesa directiva por contener y eliminar el nocivo bullicio fueron inútiles, hasta que la sesión se dio por concluida. La muchedumbre salió apresurada entonces. Herrera, Sierra y Mendoza abordaron su vehículo y al paso de unas tres cuadras, su camino fue truncado por la barrera que formaron los golpeadores de Ibarra y Samperio, afiliados a la Unión Fuerza Indígena y Campesina (UFIC) gremio formado por Isidro Pedraza Chávez, fiel de la corriente Nueva Izquierda y reconocido como uno de los principales burócratas y caciques del PRD hidalguense. Los proyectiles fueron lanzados por cuestión de tres minutos. Las puertas de la camioneta eran vapuleadas a patadas mientras los vidrios sufrían el azote de puños y palmadas por parte de las señoras más febriles.
Cumplido el objetivo, la masa se replegó. Fue cuando Herrera y Sierra se bajaron del vehículo, dispuestos a denunciar ante los restos del Consejo lo que había sucedido. Pero, cuando caminaban con paso acelerado, retrocediendo las cuadras adelantadas entre la sede del partido y el punto de conflicto, la turba los alcanzó. Iban sobre Tonatiuh. Entonces se abalanzaron con patadas y puñetazos que apenas impactaron. El repliegue que emprendieron salvó a las víctimas de algo peor. Sierra fue golpeado de con el grueso de unos chacos. También con la hebilla de un cinturón que alcanzó a arrebatarle a su agresor.
Una mayoría de consejeros observó lo sucedido, pero no actuaron. Podría decirse que se contuvieron a propósito, desde una esquina, donde de pronto hasta se rieron. Uno de ellos era Hernández Ballina. Irónicamente, éste encabeza junto con Herrera la comisión estatal para la refundación del PRD, que, a la par, realizaba un foro con tal propósito en un hotel, a un kilómetro de la sede perredista. Ahí se cuestionaba mientras: “¿Refundación o refundición?”