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jueves, octubre 10, 2024

Una semana después

por Miguel Ángel Granados Chapa / Desde Abajo

Ciudad de México (Reforma).- En casi la mitad de la República sigue vigente o ha retornado el modo priista de ganar elecciones, que le permitió retener la Presidencia de la República durante 70 años

El presidente Calderón, acaso con la vana pretensión de convertir su telefonema en aval del proceso electoral, llamó durante la semana a casi todos los candidatos que tuvieron mayor número de votos en la contienda por los gobiernos estatales. No lo hizo todavía con el ya declarado vencedor por la autoridad electoral en Veracruz, Javier Duarte. Probablemente no quiere validar el resultado de esa elección porque el perdedor oficial es su amigo Miguel Ángel Yunes Linares, a quien el propio Calderón impulsó a la candidatura panista. Con todo derecho, el candidato del PANal y del PAN se propone demandar la anulación del proceso electoral, debido a la injerencia del gobernador Fidel Herrera.

Si en último término el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación llegara a esa solución extrema, debería obrar en el mismo sentido en el caso de Hidalgo. Allí la candidata de la coalición de Acción Nacional, el PRD y Convergencia, Xóchitl Gálvez, presentará la misma demanda, aunque Francisco Olvera, su adversario priista, haya recibido ya el telefonema presidencial de felicitación. La singular aspirante al gobierno contendió no con el ex presidente municipal de Pachuca sino con el gobierno del estado, que se jugó a fondo por impedir el triunfo de la oposición.

Esa intervención ilegal de los gobiernos priistas (y del panista de Aguascalientes) fue uno de los rasgos del panorama electoral visto el domingo pasado. Se pudo comprobar con ello que en casi la mitad de la República sigue vigente o ha retornado el modo priista de ganar elecciones, que le permitió retener la Presidencia de la República durante 70 años. Citemos como ejemplo de ese modo los actos citados por Alianza Cívica, que realizó un vasto ejercicio de observación electoral (modalidad de la participación ciudadana que parecía ya innecesario pero que la resurrección de las prácticas autoritarias del pasado obligó a reconstituir):
«En Oaxaca, en Puebla y en Hidalgo se realizaron operativos usando servicios y programas de gobierno, se usó el poder y el dinero público en forma escandalosa…

«Alianza Cívica recibió más de 100 reportes de acciones ilegales de servidores públicos y coacción del voto. Por ejemplo, la presión a los trabajadores del ayuntamiento de Pinotepa Nacional, o a los trabajadores de los colegios de bachilleres de Tecozautla, Huichapan, Nopala y Tlaxcalilla, en Hidalgo; el reparto de despensas desde el DIF de Huauchinango, Puebla; las amenazas de funcionarios del ayuntamiento de Tizayuca, Hidalgo, a beneficiarios del programa alimentario del DIF» (Rogelio Gómez Hermosillo, «No hubo limpieza electora», El Universal, 7 de julio).

Se trata de instantáneas, no la película completa. Si la conociéramos, acciones como las anteriores dominarían la escena, y frente a ella se observaría también la impasibilidad de las autoridades electorales. En el retroceso observado el domingo, el de la manipulación de los árbitros por los gobiernos estatales cuenta de modo relevante. Los institutos y consejos surgidos de la pulsión social de los años noventa, con fuerte presencia de ciudadanos ajenos a los partidos y a las autoridades del estado, se asemejan cada vez más a las antiguas comisiones locales electorales, a su vez trasunto de la Comisión Federal Electoral, presidida por el secretario de Gobernación y foro de las peores canalladas en esa materia. Quedará en la historia electoral de México la frase final de una conversación sostenida por José Luis Echeverría, presidente del instituto electoral de Oaxaca, que tras rendir un informe al gobernador Ulises Ruiz, reporte por entero improcedente en un órgano autónomo, le recordó el «pendiente» que Ruiz aceptó resolver al día siguiente.

(La difusión por razones de interés público de conversaciones telefónicas interferidas es una práctica que la prensa debe defender arduamente. Lo hace la mejor porción de la italiana. El viernes no aparecieron los principales diarios, como La Repubblica, La Stampa y el Corriere della Sera, en protesta por una ley aprobada ya en el Senado y que los diputados discutirán a fin de mes, que castiga a los medios que reproduzcan escuchas telefónicas. Irene Savio, corresponsal de Reforma en Roma, al hablar de este «silencio mediático», precisa que «Italia se despertó ayer enmudecida, sin prensa, agencias de noticias, informativos en radio o televisión y sin actualizaciones en numerosos blogs y sitios web… De acuerdo con el sindicato de prensa FNSI, que convocó a la huelga, cerca del 90 por cien- to de los medios periodísticos del país participó en la misma, incluidos los canales televisivos de la familia del primer ministro (Berlusconi, que impulsa la reforma), Tg5, Tg4, Studio Aperto, News Mediaset, Sport Mediaset y Videonews». Reforma, 10 de julio).

En compensación, y en sentido contrario al retroceso institucional en los procesos electorales, se evidenció una renovada gana de participación ciudadana, no sólo a la hora de emitir el voto sino también en la discreta vigilancia de las casillas por la tarde, a la hora de concluir la jornada electoral. Ése fue uno de los factores que determinó el resultado en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, donde el PRI fue derrotado por coaliciones que incluyeron al PAN y al PRD, así como a Convergencia y el PT. La pérdida priista de estas tres gubernaturas, que serán ejercidas durante los próximos seis años por Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y Mario López Valdez, quedó compensada por la recuperación de Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas, que durante 12 años estuvieron en manos del PAN, el primero, y el PRD los dos últimos. De ese modo, serán gobernadores de aquellas tres entidades Carlos Lozano, Mariano González Zarur y Miguel Alonso Reyes.

Es de hacerse notar el caso de los dos últimos. González Zarur perdió la elección de hace seis años frente a su ex corre- ligionario Héctor Ortiz, que dejó de ser priista para ser postulado por el PAN y triunfar en los comicios de 2004. Al ser postulado de nuevo, el priista tlaxcalteca corría el riesgo de ser de nuevo derrotado, como ocurrió en Querétaro a Fernando Ortiz Arana. También podía seguir la suerte de Natividad González Parás en Nuevo León, perdedor una vez y triunfador en su segundo turno. Éste fue el curso de la apuesta de González Zarur y su partido, que bien miradas las cosas nunca ha estado por entero fuera del palacio del gobierno, pues los dos gobernadores procedentes de la oposición, uno del PRD y otro del PAN, eran priistas hasta media hora antes de su postulación.

A su vez el futuro gobernador zacatecano, Miguel Alonso Reyes, había sido parte del éxodo priista encabezado por Ricardo Monreal en 1998, convertido en parte del PRD. Cuando Monreal rompió con la gobernadora Amalia García y su corriente perredista caminó al Partido del Trabajo, Alonso Reyes no lo acompañó y en cambio decidió volver al PRI, que en vez de rechazarlo como ordenan los estatutos (que castigan con el desdén a los militantes que van a otro partido) lo aceptó gustoso y lo enfrentó a sus correligionarios. Aparte de sus méritos personales, el priista aprovechó el encono entre la gobernadora y su antecesor, convertido en miembro eminente del PT, cuya dirección nacional le permitió presentar a su hermano como candidato.

El PRI perdió los gobiernos de Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Algunos dirigentes del tricolor se consuelan diciendo que eran priistas los futuros gobernadores de esas entidades. Pero ya no lo son, aunque es preciso comprobar si su conducta gubernamental corresponde a su nuevo credo.

César Duarte en Chihuahua y Egidio Torre Cantú ganaron con ancho margen las gubernaturas de Chihuahua y Tamaulipas, el segundo en nombre de su hermano asesinado. Están pendientes los casos de Veracruz, Durango e Hidalgo, que se dirimirán en los tribunales. Pese a las impugnaciones políticas en curso, y las jurídicas que están por iniciarse, los candidatos priistas Javier Duarte, Jorge Herrera y Francisco Olvera se dan por elegidos. Herrera podría, en mayor medida que los otros dos, estar en riesgo porque la votación de José Rosas Aispuro, hasta hace unos meses priista como él, puede ser mayor que la depositada en su favor, al cabo de la expurgación de votos que resulte de las impugnaciones opositoras.

En suma, el carro completo que ya gozaba tener el PRI antes del 4 de julio, se descarriló. Quedémonos con ese rasgo como el que da perfil al 4 de julio.

miguelangel@granadoschapa.com

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