Se levantó por encima de las 20 mil personas que estaban en el Zócalo y fue llamado “El Coloso”, sin que nadie entendiera en realidad de qué se trataba aquello que coronaba el vulgar espectáculo montado por el Gobierno Federal para celebrar el Bicentenario, según su confesional entendimiento. Algunos le vieron cara de Malverde, de Fox o de El Grande. La televisión nunca lo dirá, pero la silbatina sí se dejó escuchar en las narices de Felipe Calderón, quien usurpa la Presidencia de México. Al mismo tiempo, en la Plaza de Tlatelolco, una verbena de miles tuvo lugar como “El Grito de los Libres”, un año más, acompañando a Andrés Manuel López Obrador. El resto, en fiestas, en familia, con amigos, según su modo, dieron el “¡Viva México!”, a espaldas del horror gubernamental que aprovechó la ignominia para reunir en Palacio Nacional a Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox como “invitados especiales”. Nada que festejar en este país, que lo sepa el mundo. Sin embargo, las y los muchos, con ardor patrio y profunda rabia exclamaron honores a los héroes independentistas y bajo la fatua efigie colosal que escondió al usurpador, claman “¡Muera el mal Gobierno!”