¿Qué pasa por la mente de Miguel Osorio Chong, desde el momento de concluir su último acto oficial como gobernador hasta el día que amanece a la entrega del poder? Un silencio mediático lo envuelve, como apenas días antes le presionaba como foco de atención sobre lo que ha de suceder en la entidad que por seis años se sometió, de una u otra forma, a sus arrestos. En este día en el que la sangre sigue corriendo por las calles y la arena de Hidalgo, el político cunde de misterio su vida, tan sólo rodeado por quienes conocen sus gustos y calamidades como nadie más, y ahora lo acompañan en el tenso camino al cadalso de la historia que poco a poco lo irá juzgando.
¿Quién acompaña los sentimientos que acogen al mandatario por pasar? ¿Qué habrá sentido al notar que conforme avanzaban los minutos, los flashes de la prensa, los invitados, las huestes de su partido, lo iban dejando solo en cada aparición pública; que eran pocos o quizá ninguno de los medios que le brindaban espacio en sus portadas; que a casi nadie ya le interesan sus opiniones como gobernador; que todos rinden pleitesía a un nuevo rey, en tanto él aún lleva puesta la corona?
El poeta español Juan Gil-Albert Simón escribió con sabia miseria: “La soledad es nuestro nido de gusanos” (“Candente horror”, 1936), pensando, tal vez, que en ella encontramos cada una de nuestras atrocidades, fantasmas, errores, rostros de amigos perdidos, culpas…
Existen en la historia del sistema político mexicano, y en particular del ´régimen priísta que aún se impone en Hidalgo, ejemplos de gobernantes que continuaron siendo el poder tras el poder; una aspiración ilegítima a la cual muchos aspiran con tal de no morir en las fauces de su predecesor. ¿Qué pasa por la mente de Miguel Osorio al ver, palpar, que esto no será posible en su caso, pues, quien ha de ocupar la casa que por seis años habitó, ha marcado notable distancia de sus favores y advierte que, una vez sentado al trono, eliminará todo vestigio de su sombra?
Debe serle sumamente complicado a cualquiera que ha experimentado tal grado de poder, tener que ceder sus facultades de un día para otro, para entonces subsistir con los frutos de lo que pudo cosechar. Todo se reduce a dinero y el eco de su voz; alrededor, todo es vacío.
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