Se fue Benedicto XVI de México sin tocar los temas álgidos que se discuten al interior de buena parte de la Iglesia local. Derechos humanos, laicidad y fundamentalmente, el abuso de poder y protección de sacerdotes que han incurrido en actos criminales, al interior y fuera de los templos, como la pederastia o enriquecimiento ilícito. Y pese a su silencio, a nadie sorprende que el jefe de la Iglesia de Roma haya optado por evadir en sus discursos y homilías dichos temas –que en el caso de El Vaticano se han vuelto anatemas-.
Queda claro que la Iglesia fundada por Pedro no es democrática. Queda claro al mismo tiempo que esto va en contra de los evangelios predicados por Jesús de Nazareth quien, no solamente hizo de su iglesia primitiva una sección democrática, sino prioritaria de los desposeídos donde, las voces que más valían eran las de una mujer: Madgalena, y un adolescente: Juan, sectores que, a 2012 años de cristianismo, la jerarquía católica y otras derivaciones “cristianas” se han encargado de reprimir. No sorprende, entonces, que de estos sectores surgen las voces de revolución eclesial para eliminar el círculo de protección de la prelatura y diversificar las interpretaciones tanto de la Biblia como de los diversos documentos que conforman en magisterio católico para hacerlos acordes con el mundo que las y los católicos sufren y viven hoy, con problemas ante los cuales, su religión no otorga respuestas, sólo dogmas.
Por eso hoy la Iglesia Católica atraviesa una profunda crisis. Sus feligreses abandonan su templos, sus religiosos renuncian a sus curatos, violan sus oscurantistas votos y la sangre de un Cristo traicionado mancha y carcome los sepulcros blanqueados que pretenden servir de muros en las catedrales. Y encima de todo ello, se encuentra un Papa de ascendencia fascista que, en lugar de responder prefiere callar, y más aún, reprimir y hacer política con el poder que lo torga su báculo lleno de oro.
Sin embargo, las voces de conciencia al interior de la catolicismo y la cristiandad en general, se levantan los fieles y por sí mismos construyen la Iglesia que quieren. Es un hecho: podría estarse celebrando la presencia de Benedicto XVI en México por parte de los sectores más conservadores de este país, pero la voz del nuevo Papa no cala, no llega, no es mensaje para los miles de católicos y católicas resistentes en su credo y creyentes de un Jesucristo ajeno a todo ese halo de riqueza y corrupción política.
No es casualidad, pues, que la “visita” de Joseph Ratzinger a México se haya circunscrito al Estado –junto con Jalisco-, más conservador del país: Guanajuato, donde se concentra con mayoría la comunidad católica alienada. De vivir la Iglesia sus días de poder, la presencia de Benedicto XVI hubiera abordado cada palmo del territorio nacional, algo que, solo hoy, puede ser posible tan sólo por televisión. Y nada más. Abajo, las cosas siguen siendo distintas, tanto, que la figura del Papa poco a poco se va apagando adentro de su grey.