Desde hace cuatro años que comenzó su pesadilla en busca de justicia, la madre ha tenido una transformación total. De esa mujer que desconocía todo sobre leyes y que no sabía bien a bien con quién dirigirse, ya no queda nada. Hoy la señora Guadalupe es una conocedora de los procesos penales, del derecho familiar y de los derechos humanos de las mujeres.

por Tania Meza Escorza
Guadalupe Pérez es una típica madre hidalguense. A ella, como a casi todas las mujeres que somos madres, le enseñaron que por sus hijos e hijas debía darlo todo. Y ella, como casi todas, cumplió con dicha asignación patriarcal.
Originaria de la comunidad de Botenguedhó, Ixmiquilpan, la señora Guadalupe se casó hace más de veinte años con el hombre que se convirtió en el padre de sus hijas e hijos (esas criaturas por quienes debía darlo todo –según le enseñaron-)
En 2008, esta típica madre abnegada hizo algo para lo que no fue educada: Se separó de su marido. No nada más eso, lo confrontó, lo siguió y lo llevó a un largo proceso penal porque este hombre (que no consideraba a su familia como lo más importante) violó en repetidas ocasiones a una de las hijas que tuvo con la señora Guadalupe.
Cuando la niña le revela las violaciones, la madre se salió de su casa con sus cuatro hijos. Una vez descubierto, el padre violador huye a Estados Unidos, pero antes amenaza de muerte a la señora y, una vez más, a la niña violada, a quien tenía amenazada desde los nueve años de edad cuando comenzó a violarla, intimidándola con que mataría a su madre si ella hablaba.
Hacia finales de 2008 el hombre vuelve a su casa y la niña violada (para entonces ya de 15 años y con dos intentos de suicidio producto de las violaciones) presenta crisis de angustia, así que, pese a los pretextos de la policía para no detener al violador, la señora Guadalupe consigue entregar a su esposo a las autoridades, ante quienes él confiesa haber violado a la niña. El padre violador fue llevado a la celda de la presidencia municipal en febrero de 2009, en donde un año y medio sin ser procesado, a pesar de su confesión.
En septiembre de 2010, cuando la niña violada se presentó a ampliar su declaración, un numeroso grupo de personas intentó llevarse al detenido para liberarlo “a la brava”. Como no lo lograron golpearon a la señora y a la niña. La madre asegura que la turba fue enviada por el delegado de la comunidad, quien es pariente del padre violador.
Luego de esta agresión, la señora vuelve a su hogar y se encuentra con que han roto las tuberías de agua que surten a su casa y han causado serios destrozos que le impiden entrar a su morada, aun cuando sus otros tres hijos (de 15, de 10 y de 5 años) estaban adentro, secuestrados. Además, los sitiadores le dicen a doña Guadalupe que su casa y sus vacas han sido donadas a la comunidad.
La madre habla con Heriberto Lugo González, alcalde de Ixmiquilpan en aquel entonces, y le dice que no puede permanecer más tiempo sin agua, entre otras cosas, porque sus vacas (único recurso económico con que la familia cuenta) se están muriendo de sed. Pero el mandatario le negó el apoyo y se burló de ella.
Ella salió de la presidencia y se plantó en la calle. Luego de una semana de plantón, la señora Guadalupe atrae la atención de la prensa, de las y los defensores de los derechos humanos y de la ciudadanía, quienes cierran el cerco de apoyo y consiguen que las autoridades municipales y estatales, por fin, cumplieran con su labor de defender a la señora ante sus atacantes.
Meses después, cuando el caso de esta madre hidalguense había llamado la atención de medios nacionales (Concretamente de la producción del programa de Laura Bozzo) las autoridades aceleraron el proceso y el padre violador finalmente fue sentenciado a 50 años de prisión. Sin embargo, con la misma suspicacia que el caso se resolvió antes de que las investigaciones de los medios de comunicación continuaran, ahora el juez penal de Ixmiquilpan ha reducido la condena del padre violador a 18 años, mismos que podrían convertirse en 15.
Pero la señora Guadalupe, la típica madre hidalguense que da todo por sus hijas e hijos, está dispuesta a reanudar su plantón, primero en Pachuca y luego en el Distrito Federal, con tal de que el violador de su hija no se vea beneficiado por la misoginia imperante en el Poder Judicial del Estado de Hidalgo.
Cuando el patriarcado nos dice “hay que darlo TODO por los hijos y las hijas”, en realidad quiere decir darlo todo, pero sin dejar de ser una abnegada y sumisa esposa. Afortunadamente para todas las madres hidalguenses, doña Guadalupe no entiende esta doble moral machista y asegura estar dispuesta a todo para hacerle justicia a su hija.
Desde hace cuatro años que comenzó su pesadilla en busca de justicia, la madre ha tenido una transformación total. De esa mujer que desconocía todo sobre leyes y que no sabía bien a bien con quién dirigirse, ya no queda nada. Hoy la señora Guadalupe es una conocedora de los procesos penales, del derecho familiar y de los derechos humanos de las mujeres.
Las hidalguenses debemos estar muy pendientes de este caso que Guadalupe Pérez libra no sólo por ella y su familia, sino por todas las madres del estado que sí, efectivamente, desafiaríamos al patriarcado hasta las últimas consecuencias por defender a nuestras hijas e hijos.
@taniamezcor
FB: Tania Mezcor
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