El trabajo humanitario conlleva graves riesgos. El año pasado, 242 trabajadores humanitarios fueron asesinados, secuestrados o heridos en el ejercicio de sus funciones, uno de los peores años que jamás haya conocido la comunidad humanitaria. Al menos 780 trabajadores humanitarios han sido asesinados en la última década.
por Tania Meza Escorza
“Quiero dejar mis huellas en las arenas del tiempo / Para saber y que sepan que estuve aquí, y dejé mi vida atrás / Cuando deje este mundo, lo voy a dejar sin arrepentirme de nada / Y me aseguraré de dejar algo para el recuerdo, así nunca me olvidarán / Que yo estuve aquí, que yo vivía, yo amaba”.
El párrafo anterior es el inicio de la canción “Yo estuve aquí”, interpretada por la cantante estadounidense Beyoncé, especialmente para conmemorar este 19 de agosto el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, fecha en que se reconoce a quienes enfrentan el peligro y la adversidad para ayudar a otras personas.
El 19 de agosto de 2003 un camión bomba fue lanzado contra la oficina de la ONU en Irak causando la muerte de 22 personas. Entre las víctimas se encontraba Sergio Vieira de Mello, quien era entonces el representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas para Irak y había trabajado durante muchos años con el ACNUR (la agencia de la ONU para las y los refugiados) En memoria, la Asamblea General decretó la fecha como el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria.
Pero la visibilización no es sólo hacia la violencia sufrida en Bagdad en 2003, sino que rinde homenaje quienes han perdido la vida en la prestación de servicios humanitarios, y a los trabajadores y trabajadoras que continúan prestando asistencia y socorro a millones de personas. También busca llamar la atención hacia las necesidades humanitarias en todo el mundo y explicar lo que supone la labor de asistencia humanitaria.
Las y los trabajadores que prestan asistencia humanitaria tratan de proteger la vida y la salud de las personas que han experimentado una situación traumática, entre ellos 15 millones de desplazados internos y 10 millones de refugiados asistidos por el ACNUR, y de garantizar que las y los seres humanos sean respetados, en cualquier lugar del mundo en que se encuentren y sin importar su nacionalidad o el grupo religioso o social al que pertenezcan.
“Yo estuve aquí / yo, que he hecho y he vivido mi vida haciendo todo lo que he querido / Y fue más de lo que pensé que sería / Por eso voy a dejar mi huella, para que todos sepan que yo estuve aquí”
Una noche de enero en 1998, Vincent Cochetel, en aquel entonces jefe de la oficina del ACNUR en Vladikavkaz, en el Cáucaso Norte, llegó a su departamento al fin de la jornada laboral y se encontró con hombres armados esperándolo adentro. Lo forzaron a arrodillarse en el piso con una pistola apuntándole el cuello. «Pensé que se trataba de un asesinato por encargo», recuerda. Desde aquella noche, y durante 317 días, fue tomado como rehén, a veces encadenado a una cama de metal y confinado al aislamiento en la oscuridad. Su experiencia supera los riesgos que los trabajadores humanitarios enfrentan al realizar su trabajo y es uno de los testimonios de agresiones vividas por trabajadores y trabajadoras humanitarias, y que con motivo del 19 de agosto la ACNUR ha recopilado y publicado en su página web.
En su testimonio como trabajador humanitario, Cochetel señala que durante los más de 300 días que duró su cautiverio en Chechenia tuvo que encontrar recursos en su interior para lidiar con el encierro y la tortura: “Se atraviesan muchos momentos existencialistas y te preguntas por la lógica de lo que estás haciendo. Pero cuando miro atrás y pienso si tuviera que volver a hacerlo, creo que había una buena razón por la que estábamos allí: estábamos alimentando a medio millón de personas. Contribuíamos con el abastecimiento de agua para la república entera, ayudábamos a los desplazados internos a retornar allí, reconstruyendo escuelas y la infraestructura social, asistiendo a las personas. Teníamos buenas razones para estar allí”.
El trabajo humanitario conlleva graves riesgos. El año pasado, 242 trabajadores humanitarios fueron asesinados, secuestrados o heridos en el ejercicio de sus funciones, uno de los peores años que jamás haya conocido la comunidad humanitaria. Al menos 780 trabajadores humanitarios han sido asesinados en la última década.
Así pues, la inclusión de una figura comercial de fama mundial como Beyoncé en la campaña “Yo estuve aquí” 2012, va más allá de la aparente frivolización del evento, su presencia sirve no nada más para atraer mayores reflectores hacia el trabajo humanitario, sino para despojar a esta labor de la engañosa apariencia de que es un hecho que nos da renombre y que quienes hacemos trabajo humanitario somos bien vistos. Por el contrario, realizar esta labor significa que hay autoridades en todo el mundo que han dejado de hacer su trabajo y se han beneficiado con la desigualdad. Las acciones voluntarias de ayuda agreden por sí mismas a quienes han construido los entornos necesarios para que haya seres humanos en situaciones de riesgo y vulnerabilidad.
En su sitio web, la campaña “I was here” da a los visitantes la opción de unirse y compartir las acciones humanitarias de cada persona. La intención es haber alcanzado mil millones de personas para el 19 de agosto. “Todos vemos las noticias y nos preguntamos qué podemos hacer para ayudar. El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria es una oportunidad para que trabajemos juntos y hagamos la diferencia. Éste es el momento de marcar nuestro paso por el mundo y mostrar que estamos aquí y nos importa”, dijo Beyonce.
“Yo estuve aquí, yo, que he hecho y he vivido mi vida haciendo todo lo que he querido / Y fue más de lo que pensé que sería / Por eso voy a dejar mi huella, para que todos sepan que yo estuve aquí / Sólo quiero que todos sepan que lo di todo de mí / Que lo hice lo mejor que pude / Conseguí hacer mejor a alguien
Y dejo este mundo un poco mejor / Porque yo estuve aquí”.
@taniamezcor
B: Tania Mezcor