Estos días 1 y 2 de noviembre, cuando culturalmente la muerte se vuelve el elemento fundamental en la mayoría de los hogares mexicanos, permiten reflexionar sobre aquellas mujeres que hoy son difuntas por su fidelidad al designio patriarcal.
por Tania Meza Escorza
Si dejamos de lado el aspecto romántico con que recordamos a las y los seres queridos que han muerto, nos queda además del cariño, la nostalgia o el dolor, la reflexión de cómo y por qué murieron. Respecto de las mujeres, si analizamos las causas de muerte en cada caso, descubriremos que quienes han muerto por motivos de género son más de las que se piensa.
Estos días 1 y 2 de noviembre, cuando culturalmente la muerte se vuelve el elemento fundamental en la mayoría de los hogares mexicanos, permiten reflexionar sobre aquellas mujeres que hoy son difuntas por su fidelidad al designio patriarcal de ser madres a toda costa, y que murieron durante partos mal atendidos, por negligencia o por carencia de indumentaria médica.
A las fieles difuntas que ya no están aquí porque, pese a la advertencia médica de que ya no podían tener más partos, se embarazaron para “cumplirle a su marido” y darle “el varoncito”.
A las fieles difuntas que murieron por practicarse abortos clandestinos en condiciones insalubres, porque las autoridades no cumplieron con su obligación de brindarles salud sexual y reproductiva, así como de darles acceso a métodos anticonceptivos.
A las fieles difuntas que nunca cuestionaron la enseñanza patriarcal de que el matrimonio es para siempre, y se quedaron paralizadas de miedo al lado de un marido que cada vez las golpeaba más fuerte, hasta que finalmente las convirtió en una estadística más del feminicidio.
A las fieles difuntas quienes pensaban que el divorcio era “malo para los hijos”, porque así se los enseñó su familia y su religión, y aguantaron toda clase de abusos, insultos e infidelidades, hasta que murieron “inexplicablemente” consumidas por enfermedades que nadie supo atender, porque tenían un origen emocional provocado por el designio patriarcal de “callar y obedecer”.
A las fieles difuntas que nunca se atrevieron a exigir un condón durante las relaciones sexuales con su esposo o su pareja, porque él decía que “no se sentía igual” con preservativo, o para que su marido no pensara mal de ellas si de daba cuenta de que sabían sobre anticoncepción, y fuera a cuestionarles “¿a dónde aprendiste eso?”. Luego, estas fieles difuntas murieron por no haberse atendido sus enfermedades de transmisión sexual.
A las fieles difuntas que nunca le “faltaron al respeto” a su marido permitiendo que “alguien más” les viera o tocara “sus partes”, ni siquiera con el pretexto de un papanicolau o una mamografía, y que prefirieron morir de cáncer de mama o cervicouterino, pero sin “haberle faltado” a su esposo.
A las fieles difuntas que antepusieron siempre la salud de su familia a la suya propia, y nunca invirtieron su tiempo y su dinero en realizarse revisiones médicas que pudieron haberles salvado la vida, si sus enfermedades hubiesen sido detectadas a tiempo.
A las fieles difuntas que trabajan de sol a sol, sin ningún tipo de prestación laboral, en condiciones insalubres y carentes de todo derecho laboral, percibiendo salarios menores a los que ganan los hombres por hacer el mismo trabajo. A estas fieles difuntas cuyas jornadas extenuantes, sumadas a la “doble jornada” doméstica, les deterioraron la salud a tal grado que las hizo envejecer, enfermar y finalmente morir prematuramente.
A las fieles difuntas que murieron impunemente asesinadas en contextos feminicidas, a los cuales ellas se tuvieron que exponer ya sea por trabajo, por rutas de migración o simplemente porque su lugar de origen dejó de ser seguro, y pasó a ser un sitio en donde las autoridades y las mafias se coluden para violar, torturar y posteriormente matar a las mujeres de la manera más violenta y sanguinaria, sin ninguna consecuencia.
A las fieles difuntas cuya fidelidad al estereotipo patriarcal de la belleza perfecta les llevó a quedar tendidas sin vida en una plancha, por una cirugía estética mal realizada, o a aquellas que murieron pretendiendo alcanzar lo que el machismo llama “la perfección”, y se sometieron a dietas inmisericordes, tomaron sustancias dañinas o cancelaron los alimentos durante meses.
A las fieles difuntas víctimas de trata sexual, que sin dudar eligieron la muerte antes de continuar siendo obligadas a aceptar de 10 a 20 violaciones sexuales al día por parte de los “clientes”, que pagan por sexo forzado a las redes de traficantes de mujeres, quienes secuestran y/o enganchan niñas para llevarlas al infierno, sin que las autoridades hagan algo por detener esta aberrante situación.
A las fieles difuntas que bajo el esquema de “darlo todo por amor” siguieron a sus príncipes azules hacia situaciones de vida tan peligrosas como el crimen, el secuestro, la adicción a las drogas y toda suerte acciones ilegales que acabaron con sus vidas, dentro o fuera de prisión.
A las fieles difuntas que murieron o se mataron por depresión porque ni siquiera pudieron hacer consciente su frustración ante el patriarcado; a las que la feminización de la pobreza les impidió llevar una vida digna y les precipitó la muerte; a las que fidelizaron hasta el fanatismo las religiones y rechazaron el acceso a la salud; y a tantas otras más, que tuvieron en los estigmas de género la causa que originó sus muertes.
En estos días de todos los santos y todas las santas, impidamos que las muertes de las mujeres por motivos de género hayan sido en vano y tomemos ejemplo de lo que no debe seguir ocurriendo. Recordemos y visibilicemos a todas aquellas mujeres cuya irrestricta fidelidad a los designios del patriarcado, les ha costado literalmente la vida.
@taniamezcor
FB: Tania Mezcor