Los doce años de la alternancia al poder, en que Fox “sacó a patadas a las víboras prietas” y que Felipe Calderón se los entregó en charola de plata, no sirvieron para fortalecer los procesos democráticos ni mucho menos la participación social en la política.
por Pablo Vargas González
Después de la doble derrota presidencial en el 2000 y 2006, el PRI inició primero una fuerte campaña mediática con la leyenda del “nuevo PRI” y otra de carácter organizacional, cobijada por los grandes medios de comunicación, los poderes fácticos y los gobernadores que lo llevaron a recuperar espacios en el Congreso en 2009 y en las gubernaturas, dirigidas a regresar a Los Pinos en 2012 a cualquier costo. Sin embargo, el PRI no aprendió las lecciones y por otra parte se enfrenta a nuevas generaciones de ciudadanos menos complacientes que hace treinta años.
Con las elecciones presidenciales del 2012, apenas de julio pasado no concluye una etapa de falta de credibilidad ciudadana a las elecciones. Todavía existe un gran porcentaje de mexicanos y mexicanas que cree que aun existen “chanchullos” e imposiciones de gobernantes en los tres niveles de gobierno, desde la presidencia de la república hasta la más pequeña e insignificante alcaldía.
Por el contrario los niveles de falta de credibilidad de la sociedad hacía las instituciones ha crecido notablemente. Tan solo los resultados de la reciente Encuesta Nacional de Cultura Política (ENCUP) realizada por la Secretaría de Gobernación y presentada en 2012, debería ser tomada en cuenta por los nuevos ocupantes de Palacio Nacional: Una de cada tres personas considera que el régimen político actual no es una democracia, casi el cincuenta por ciento estaría dispuesto a cambiar, por cualquier tipo de gobierno, lo cual deja abierta la posibilidad de optar por el autoritarismo como salida urgente.
Pero lo más grave de la nueva versión de cultura política de los mexicanos es que ha caído la confianza hacia los políticos e instituciones (diputados, Senadores, gobernantes Ejército, jueces, Magistrados Iglesia, organismos electorales, etc.) y lo más relevante es el alto pesimismo del ciudadano para influir o intervenir en los asuntos y en las decisiones.
En este comportamiento de pesimismo se puede dividir en dos grandes tipos de conducta: el “valemadrismo” respaldado por una cultura tradicional, y por un sector de la sociedad que no ha visto posible cambios hacía la participación ciudadana. Lo que pudo ser un factor favorable del “regreso del PRI” puede convertirse a la larga en un severo problema de legitimidad.
De tal suerte, que este multidifundido “regreso del PRI” al poder en México no es en las mejores condiciones ni tampoco lo es en términos de un gran consenso nacional, ni mucho menos cuenta con la aceptación de sus adversarios. Por el contrario, en estos meses posteriores a la elección presidencial ha crecido no solo el desencanto post electoral que provendría de un sector no votante de Enrique Peña Nieto, sino por sectores amplios de jóvenes y estudiantes. Una nueva generación de críticos al sistema.
Los doce años de la alternancia al poder, en que Fox “sacó a patadas a las víboras prietas” y que Felipe Calderón se los entregó en charola de plata, no sirvieron para fortalecer los procesos democráticos ni mucho menos la participación social en la política. Una mala experiencia opositora de la derecha mexicana en el gobierno fue la responsable de que votantes y electores sin politización, o llevado de la mano por los medios y las encuestas, sino por el más brutal clientelismo y compra del voto, hiciera posible el “regreso del PRI” a Palacio Nacional.
Otro elemento fundamental en esta nueva etapa política, son las condiciones en que llega el PRI. La etiqueta de “nuevo partido” se puede aplicar a una organización política que cuenta con más de ochenta años, con estructuras basadas en el control político férreo, añejos liderazgos y con valores e ideologías cada vez más débiles (permanecen las antinomias de Salinas de Gortari: apego al neoliberalismo y la privatización del espacio social junto con el “desarrollo social”). Así como la permanencia de viejas prácticas políticas y de alianzas con poderes fácticos que lo inclinan a gobernar a favor de intereses particulares.
Con el “regreso del PRI” en 2012 se abre una amplia expectativa, en que muchos ciudadanos de las redes sociales plantean retroceder 30 o 40 años los relojes en un camino de simulación o abrir un verdadero espacio para la consolidación política, pluralismo, participación y respeto autentico a un régimen de derechos y libertades. La moneda está en el aíre.