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domingo, diciembre 22, 2024

La cruzada nacional contra el hambre

Con la pobreza lucrarán no sólo para integrar un nuevo contingente de refuerzo a Peña Nieto, con esos de “izquierda” que sí están dispuestos a venderse, pero también dan elementos para renovar a los desgastados “intelectuales orgánicos” del Estado.

por Pável Blanco Cabrera*

En la Declaración del Partido Comunista de México del pasado 11 de Diciembre sobre el gobierno de Peña Nieto, llamamos la atención sobre la reedición del PRONASOL y el “Pacto por México”.

Era una puesta en escena anunciada desde que Rosario Robles se sumó a la campaña de Peña Nieto, probablemente ya enganchada después de sus secretas reuniones con Salinas de Gortari, descritas por Ahumada.

Hoy el PRONASOL es el proyecto de la SEDESOL, y su primer paso es la “Cruzada Nacional contra el Hambre” anunciada por Peña Nieto en Las Margaritas, Chiapas, con la presencia y aval de todos los gobernadores, sin importar si son del PRI, PAN o PRD.

El Programa Nacional de Solidaridad fue la columna vertebral del sexenio de 1988-1994 con varios objetivos. Uno de ellos era legitimar la Presidencia de Salinas conseguida con escandaloso fraude; otro era articular un proyecto político transexenal que permitiera su reelección, lucrando con la pobreza; pero el objetivo más importante era garantizar la dominación en un momento de reorganización del Estado, derivada de las privatizaciones que significaron una drástica alteración de un metabolismo previo, sustentado en la intervención del Estado en la economía.

El sexenio de Salinas estuvo marcado por las privatizaciones de Telmex, siderurgia, puertos y aeropuertos, ingenios, compañías de aviación, bancos, y en general de una larga lista de lo que antes integraba el sector estatal de la economía, que constituía el 70{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} de la actividad económica en la nación. También se realizaron modificaciones constitucionales que anulaban las conquistas sociales; un verdadero despojo de tierras fue el que vino después de la contrarreforma al Artículo 27 de la Constitución. Pero el acto más negativo contra los trabajadores y el pueblo fue la suscripción del Tratado de Libre Comercio con América del Norte. Estos dos actos del gobierno habrían de ser calificados con justeza por el EZLN como una condena de muerte para los pueblos indios y campesinos y una de las razones del levantamiento la madrugada del Primero de Enero de 1994.

Las privatizaciones trajeron desempleo, despidos masivos y ya desde entonces la pobreza extrema era lacerante. Poblaciones enteras sumidas en la miseria, como Chalco, se sumaban a entidades donde la gente moría y muere de hambre, como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, la sierra de Puebla, las comunidades indígenas en todo el país. Apoyándose en el charrismo, se llevó a los sindicatos a firmar los pactos con el Estado y la patronal para apretar el cinturón de los trabajadores. Pero mientras medidas similares desataban en América Latina rebeliones como el “Caracazo”, en México la popularidad de Salinas crecía en porcentajes elevados de aceptación. Fue gracias a la irrupción zapatista que Salinas no terminó como el presidente más popular, arruinando sus aspiraciones reeleccionistas e inaugurando un nuevo ciclo de la lucha en nuestro país.

Dos elementos discursivos son los que permitieron a Salinas remontar la impopularidad y, cuando menos hasta la rebelión zapatista, mantener la dominación. Uno fue asumirse como el representante de la modernidad, de la misma manera que hoy lo intenta Graco Ramírez en Morelos. Al ritmo de la ola contrarrevolucionaria internacional Salinas presentaba como reaccionarios y adversarios del progreso a quienes nos oponíamos a las privatizaciones, a quienes defendíamos los ideales de Zapata y Villa, a quienes levantábamos la bandera de la lucha de clases. En la batalla de las ideas, apoyado por supuesto en el control mediático y en la corriente de la desideologización, los revolucionarios fuimos presentados como “emisarios del pasado”, en tanto el grupo compacto de Salinas traía la “eficiencia productiva”, las autopistas, el libre comercio con los EEUU y Canadá, etc, etc. El otro elemento fue el PRONASOL, un programa asistencialista que repartía migajas, magnificadas por la publicidad como obras monumentales. Con el PRONASOL Salinas llevó a las organizaciones sociales -claro que hubo las que se resistieron y no se vendieron- a convertirse en organizacionesparaestatatles. Se efectuó una verdadera cooptación en masa, de tránsfugas del maoísmo sobre todo, pero también de ex-comunistas, ex-troskistas, y así, un contingente de militantes y activistas que abandonó sus principios y traicionó su propia historia se convirtió en la columna vertebral de ese programa demagógico de control y corporativismo social.

No debemos olvidar que prácticamente toda la izquierda plegó sus banderas en esos años, unos ante el PRD, y otros ante Salinas. Cuando la reforma al Art. 27, el gobierno federal realizó una reunión de apoyo, y ahí estaban los que ahora forman el PT, los trotskistas de la UGOCP con Margarito Montes Parra, a quien llamaban el “Zapata de la Cuenca del Papaloapan”, las organizaciones maoístas de Adolfo Oribe. Los que resistíamos estábamos rodeados de silencio.

Hace unos meses empezamos a advertir el rol de Rosario Robles y el grupo que la rodea, que políticamente impulsa el Partido de la Concertación Mexicana. Vienen a comprar a los que se dejen, pues los revolucionarios no tienen precio, ni disposición de rendirse, y contribuir a estabilizar la crisis del Estado. Con la pobreza lucrarán no sólo para integrar un nuevo contingente de refuerzo a Peña Nieto, con esos de “izquierda” que sí están dispuestos a venderse, pero también dan elementos para renovar a los desgastados “intelectuales orgánicos” del Estado. Así vemos que esto inicia con el lamentable artículo de Octavio Rodríguez Araujo en La Jornada, que pasa del beneficio de la duda a la justificación del programa de Peña Nieto, diciendo además una verdad: que de ser presidente, Obrador haría lo mismo.

Ahora para los revolucionarios, entre los que estamos los comunistas, el reto es mantener la independencia de las organizaciones clasistas y populares, evitar su cooptación y luchar por el derrocamiento de Peña Nieto y el poder de los monopolios.

*Primer secretario del Partido Comunista de México 

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