Alejandro Ávila Huerta
Esto pasó en la XXXV Marcha del Orgullo LGBTI de México.
Justo me tocó pasar por ahí cuando empezó. Ahora resulta que el ambulantaje no está permitido en el Distrito Federal y que se castiga a golpes ¿A eso fueron los policías que contrató el organizador del evento, Luis Flores Perea?
Yo nunca me sentí inseguro porque una señora vendiera corbatitas de colores junto a mí, ni porque un bar llevó su camión con música y papelitos, ni porque montones de gente estuvieran tomando y menos porque el tipo de adelante fuera enseñando las pompas. Porque si todo esto pretendían evitar, definitivamente que ni cobrando tributo ni golpeando personas les resultó.
En cambio, sí me sentí inseguro cuando una horda de uniforme y escudos, actuando como homo sapiens subdesarrollados, se aventó contra el contingente donde yo estaba, sin esperar a que una neurona les hiciera sinapsis con otra.
Que explique el Comité Organizador de esta Marcha del Orgullo LGBTI mexicana, además, por qué había casi el doble de elementos policiacos de los que se originalmente habían anunciado: 1, 756 policías contra 900 participantes. Además, patrullas y hasta un helicóptero.
Que yo sepa, jamás se había hecho tal despliegue en este evento. Pero parece que Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pega de brincos por quitarle a su predecesor Andrés Manuel López Obrador el reconocimiento del alcalde capitalino más conservador.
Mientras, el organizador Flores se deslinda de los hechos en su página de Facebook diciendo que su trabajo no depende ni de activistas ni de antros. Vaya manera de aceptar que depende del Gobierno.
Otra muestra de a quién sirven Luis Flores Perea y su comité.
Si tanto se pretendió cuidar la imagen del LGBTI decente, ¿no debería haber empezado el ejemplo precisamente del grupo de quien emitió esa «orden directa»? Por cierto, para no variar con su irresponsabilidad, el coordinador de la marcha se deslinda del video publicado anoche (donde un voluntario de la marcha acepta la injerencia del Gobierno del DF en el evento), que él no estaba autorizado a dar información oficial. Pues aun así, sigue siendo su responsabilidad no dar instrucciones claras de las funciones y autoridades de las/os involucradas/os, y dar distintivos de supuesta autoridad (una playera y un radio de comunicación) a una persona que según él nunca estuvo en las reuniones de trabajo.
Otra cosa: si el gobierno aportó en especie todo lo que enlista Flores Perea, sigue quedando la duda de para qué se utilizó lo recaudado con las instituciones y personas que decidieron pagar por su derecho a protestar.
Y así seguirá, pues el informe financiero se hará a discreción (a menos que alguna de las que lo reciban acepte solidarizarse y hacerlo público), a pesar de que se trata de un evento público cuyas cuotas afectaron a quienes no quisimos o pudimos cubrirlas. El coordinador y su grupo quieren creer y hacer creer que, ante la asistencia de más de ochenta mil personas (según cifras oficiales), su convocatoria fue un éxito. No saben, o no quieren que se sepa que muchísimas ahí fuimos siguiendo, no la invitación de un grupito de políticos disfrazados de activistas, sino la tradición de renovar las demandas de la diversidad sexual, a las que este año sumamos el arribismo, la agresión, la sumisión y la deshonestidad de esta gente.