“You know what I am? I’m a dog chasing cars… I wouldn’t know what to do with one if I caught it…”
– Heath Ledger (The Joker)
Antes que nada, una disculpa. Hubiera querido poner algo más profundo, algo más retórico y cuyo autor tuviera mayor trascendencia que la de un personaje de un comic llevado a la pantalla grande. Pero esa frase fue la que me ha dado vueltas en la cabeza desde la semana pasada al leer el grado de locura e histeria que se ha desatado en los medios: los convencionales, los alternativos, los informales. Al fin alcanzamos un auto y no supimos qué hacer con él.
Por décadas han existido grupos clamando por lo que actualmente le denominan la Democratización de los medios de comunicación. La creación del medio para cumplir el fin de informar a las sociedades sobre su propio avance y progreso, terminó por degenerar en el momento en que los responsables de dicha función entendieron el inmensurable poder que conllevaba su tarea; y ante una formación humana carente de valores cívicos y éticos, la combinación era, claro, la de un ser u organización con una enorme capacidad de influenciar masivamente a favor de sus propios intereses… a esa pócima, faltaría agregarle todavía el dinero para convertirla en algo todavía más retorcido.
Por mucho que existan teóricos, escritores, periodistas o meros civiles que afirmen que el adoctrinamiento y la manipulación mediática son mitos de hippies / revoltosos / amantes de las conspiraciones, sus argumentos tienen un alcance meramente geográfico: “Sí, eso pasa, los medios manipulan… pero allá, lejos, fuera de nuestra ciudad / estado / país / sistema económico…”
Así, por años los grupos encargados del Mass Media eran dueños de la información, y dependíamos de su juicio y ética (o la falta de ambos) para determinar de qué nos enterábamos y que no.
Pero la llegada de la era digital al alcance de una muy buena parte de las personas parecía finalmente terminar con un oligopolio informativo: todos aquellos con acceso online tenían la fuerza y la oportunidad de escuchar más, ver más y brindar puntos de vista ajenos a los controlados en los grandes medios convencionales. La información alternativa había llegado.
La evolución humana tal vez sea constante, pero no rápida: ¿Qué hicimos con esa oportunidad de terminar con el poder unilateral? ¿Qué hicimos con la capacidad de abrir la mente propia y ajena a través de la añorada democracia informativa? Bueno… pues hicimos exactamente mismo que los grandes emporios.
Como siempre, el objetivo de este espacio no es necesariamente hacer análisis de lo que sucede en Venezuela o Ucrania (en este mismo sitio podrán encontrar otros escritos mejor sustentados al respecto), sino en el manejo mediático que nos han mostrado y aún más importante, en el manejo que nosotros mismos hemos dado.
Probablemente una buena parte lo hizo con la mejor de las intenciones, pero nuestra absoluta irresponsabilidad y nuestra falta de educación al respecto al encontrarnos con el “auto” que hemos perseguido por décadas, nos hizo autores de una absoluta anarquía informativa y una histeria colectiva en nuestras intenciones de comunicar: hoy, tras los puntos extremistas que se alcanzaron, nuestra total falta de respeto a las ideas de otros y el frenesí de la inmediatez “periodística”, Nadie parece saber a ciencia cierta cuál es la situación real en Venezuela y Ucrania. Para muestra, sólo basta dar una leída al artículo publicado por Pascual Serrano en el portal español El Diario, para observar un sinnúmero de ejemplos de desinformación total y desenfrenada.
Ahora, si bien es cierto que nunca podemos dejar atrás la responsabilidad que tenemos sobre los contenidos que creamos / compartimos, es necesario preguntarnos algo: ¿de verdad SIEMPRE debemos ser 100{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} imparciales? Tampoco es cuestión de pensar que de repente todos los que tenemos acceso y oportunidad de publicar contenidos propios sobre nuestra visión del mundo somos unos malévolos vendidos que traicionaron su búsqueda por la verdad y la objetividad: existen medios alternativos y personas conscientes que saben que a veces en este mundo simplemente no hay tiempos para neutralidades y que es necesario contrarrestar un impacto con otro impacto: si existe una marea de información tendenciosa de un lado, es necesario lanzar un ataque de intensidad similar para que la gente vea que siempre, de verdad siempre, existe otra versión de los hechos:
No es que Maduro sea perfecto y Venezuela una utopía, pero la doble moral de los medios mexicanos de magnificar a los opositores mientras que en nuestro país han sido criminalizados, tendría que ser la primera sospecha que debería levantarnos su comportamiento… No es que en Ucrania la gente no tenga derecho a decidir si quiere o no formar parte de la Unión Europea, sino la preocupante omisión de los medios masivos y la falta de énfasis de los alternativos en el papel que están jugando en las manifestaciones los grupos extremistas cercanos al fascismo y neo nazismo.
Y en ambos casos (más allá de conspiraciones disparatadas e idiosincrasias de izquierda), ¿de verdad es tan irracional pensar que un gobierno tan poderoso y tan lleno de intereses particulares como el de EUA no pueda tener injerencia en ambos asuntos internacionales? ¿Acaso no bastaría como argumento los hechos históricos como para sustentar que son capaces de hacerlo (Allende en Chile y el constante conflicto con Irán, sólo por mencionar un par de ejemplos similares a los hoy analizados)?
A pesar de lo anterior, sería iluso pensar que toda la gente que participa en las protestas en Ucrania y Venezuela está comprada y que no existen entre todos ellos alguien que realmente cree que está luchando por algo mejor; pero es parte de la ya mencionada democratización el alcanzar un nuevo nivel como receptores de información. Esto les va a parecer sorprendente, inesperado e impactante: pero no todo lo que leemos, vemos, oímos o nos dicen, es verdad.
¿Será que es un poder demasiado grande para cualquiera? ¿Será que es mejor que se lo queden unos cuantos? ¿Acaso es que no tenemos aún la capacidad de manejarlo todos como sociedad? ¿O quizás es necesario que caigan también esos grandes medios convencionales para que seamos realmente libres?
O tal vez, sólo tal vez, es necesario que todos seamos un poco más responsables y críticos, que entendamos que no hay absolutos, que no hay blancos y negros, ni buenos y malos, que la objetividad es una utopía y que simplemente no debemos quedarnos con lo primero que leamos; que es necesario tomar un compromiso de responsabilidad hacia los contenidos que producimos, creemos y reproducimos… tal vez es cuestión de que entendamos que perseguir un auto puede llevar a que seamos atropellados por nuestra propia imprudencia, pero es tiempo también de que comencemos a tomar clases de manejo por si un día lo llegamos a alcanzar…