Puede que ocurra en algún otro país, pero la corrupción en Argentina es endogámica, viene en el ADN argentino.
¿Por qué digo esto? A propósito del escándalo de Panamá Papers donde está involucrado el Presidente de la República Argentina, Mauricio Macri.
Si bien no es el único involucrado, argentino o de otros países, el impacto en los medios de otras partes del mundo ha sido muy diferente a la asumida por los grandes medios de comunicación argentinos.
Y no solo de los grandes medios es la apatía o la minimización de la noticia, sino de la mitad de un pueblo obnubilado por globos amarillos. La corrupción no se justifica, se la condena. Pero cuando esta está incorporada al ser argentino, se torna difusa la línea del deber ser a como se es.
Desde la coima a un policía para que no labre un acta de infracción, o el billete escondido al vendedor de entradas para obtener una mejor ubicación, sin olvidar las monedas al mozo que atiende nuestra mesa en una fiesta para una mejor atención, la corruptela va mutando de “inocente” a corrupción y de allí a la insensibilidad hacia lo correcto.
Sea quien sea que haya cometido un acto de corrupción debe ser llevado ante la justicia, pero hay un inconveniente en la Argentina, una parte del Poder Judicial también está infectado de corrupción, y en este caso, como pasa con los medios concentrados, blindan al Presidente Macri brindándole protección. Son los intereses espurios los que se preservan, no importa la República.
Más de doscientas causas carga el Presidente Macri sobre sus espaldas, es un político procesado, aún así pudo asumir como Presidente.
Algo anda mal, y no pasa solo en Argentina, pero en otros países al menos se guardan las formas, veamos sino las manifestaciones en Islandia, ante el mismo caso y en el mismo espinel que recorre el presidente argentino. Lo mismo está por ocurrir con el Primer Ministro británico David Cameron, pero aquí en el extremo sur del continente americano, los poderosos de siempre tienen anestesiada a la mitad de la ciudadanía argentina.
Siguen fomentando la antinomia ente los partidarios de un modelo de gobierno y otro, y al pueblo entretenido en estas discusiones estériles les siguen pasando brontosaurios por la espalda.
El escándalo de los #PanamaPapers no parece impactar a una sociedad impregnada de corrupción, buscan justificar y minimizar con argumentos banales la gravedad de la denuncia, no parece que se den cuenta que la evasión es menos estado, y menos estado es menos política social, menos protección a los más humildes.
En este caso, si todo el dinero evadido es retornado al país, otra sería la situación de Argentina, no sería necesaria la adquisición de deuda, se fomentaría la industria, se darían mayores oportunidades a la ciudadanía, etc.
¿Que puede llevar a alguien con una fortuna tal que no podrían gastar siquiera sus tataranietos a evadir impuestos o guardar su dinero en un paraíso fiscal? La respuesta es muy simple, la mezquindad, la avaricia, la pobreza de espíritu… la voracidad.
Alguien así está gobernando la República Argentina en estos momentos y su caso en el #PanamaPapers es de los más graves según medios internacionales.
Aquellos que lo votaron, lo hicieron con esperanza, optaron con la ilusión de un país mejor, según creyeron, eligieron una aparente versión de republicanismo y honestidad, y también votaron con odio.
Muchos lo hicieron horrorizados ante el avance del sector menos favorecido de la población, otros espantados ante la posibilidad que el hijo del albañil sea arquitecto, algunos con el deseo irrefrenable de dejar escapar al pequeño fascista que tienen dentro, los menos, o los venidos a menos, mejor dicho, intentando recuperar su «lugar» de clase, una clase a la que creen pertenecer, un círculo al que nunca los dejarán ingresar.
El país se va al barranco, se hunde aceleradamente, pero aún se vive rodeado de globos amarillos, la sociedad argentina, o la mitad de ella vive dentro de un inmenso globo. El problema real será cuando el globo explote y los que haya dentro se den la cara contra el piso.