Cuatro policías violaron a una menor de edad en la delegación Azcapotzalco el pasado tres de agosto; un día después, otro policía violó a una mujer al interior del Museo Archivo de la Fotografía en el Centro Histórico. Como es obvio, un grupo de mujeres salió a protestar por las agresiones; pintaron los muros, rompieron la puerta de cristal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y arrojaron brillantina al secretario de la dependencia, Jesús Orta. Lo que no había pasado durante las agresiones sexuales a las mujeres, sí lo provocó el baño de brillitos al titular de la SSC. La gobernadora de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, salió en redes sociales a condenar la «violencia» y a decir que no responderá a las «provocaciones»; acto circense de poder, que muestra que hay gobernantes dedicados solamente a administrar un círculo de influencia; que solamente trabajan para las próximas elecciones, absolutamente desligados de la gente y sus demandas. ¿Qué demandas? Cuatro mujeres asesinadas al día; una violación cada seis minutos; una ciudad y un país donde sistemáticamente se violenta a las mujeres en todos los espacios físicos y simbólicos ¿Le parece menor a Sheinbaum y a la runfla de machistas que la defienden? Es fácil decir que son «provocadores» (sic) las mujeres que ayer, valientemente, salieron a tomar las calles, posicionaron la consiga #NoNosCiudanNosViolan y colgaron cabezas de cerdo a las afueras de la Secretaría de Seguridad de la CDMX. Porque una cosa es que no se resuelva la violencia con más violencia, y otra poner la otra mejilla una y otra vez; sólo que no son mejillas, son víctimas, mujeres a quienes estos ataques les rompe la vida. Más les valdría a las autoridades de la capital dejar de ridiculizarse y ponerse a hacer su trabajo.