Asumió la presidencia del PRI en el periodo más bajo de su historia y encabeza lo que muy posiblemente sea el resurgmiento local de ese partido. Quizá sin proponérselo, está a la cabeza del movimiento más importante de democratización al interior priísmo hidalguense. Ha dado en el clavo de la recuperación tricolor que es la base de mujeres militantes. De su mano, este partido podrá ganar muchas presidencias municipales y regidurías en las elecciones del 2020 porque ellas conocen como nadie las dolencias de las comunidades y los manejos de su partido. Esto es algo que pasa en todas las organizaciones políticas; las mujeres de base siempre hacen el trabajo –mientras los hombres cosechan los éxitos que ellas siembran. Es el machismo en política; y para combatirlo, está la política feminista–. Así, Erika Rodríguez, a diferencia de cualquiera dentro o fuera del PRI, va dándole la vuelta al estatus quo, entendiendo por convicción propia la importancia de las mujeres militantes y lo que le aportan a un Revolucionario Institucional que se empeña en volver a regir el escenario político estatal. Al oírlo, me parece que el gobernador Omar Fayad también lo entiende así. Durante el acto de egreso de la segunda generación de la Escuela Nacional de Mujeres Priístas en Hidalgo, el mandatario afirmó que esas 506 mujeres egresadas van a dar la batalla en un PRI que busca «resurgir como el ave fénix», dijo. Son mujeres «rectas, honestas» en un priísmo marcado por la corrupción, los cacicazgos y el divorcio con su historia original. Son mujeres a las cuales la dirigencia tricolor encabezada por Rodríguez y Julio Valera, ha visitado puerta por puerta en las localidades desde hace meses, en una labor política que no tiene precedente en ningún otro partido vigente. Ha entrado a sus casas, les ha devuelto el orgullo. Por eso considero que Erika es la mujer con más estatura política, en el PRI y en todo el Estado. Estoy seguro que pronto recogerá los frutos de su empeño.