Con la aprobación de la Reforma Electoral para Hidalgo, nació una nueva mayoría en el Congreso local. Un puñado de legisladores y legisladoras de Morena decidieron, al fin, enfrentar la tiranía del Grupo Universidad al interior de su bancada, para legislar con voluntad propia. La gota que derramó el vaso fue el intento del clan universitario de aprobar las modificaciones al artículo 228 que reducía los requisitos para las candidaturas independientes a la gubernatura del Estado. La medida bajaba de tres a dos por ciento del padrón electoral la condición para inscribir una candidatura, necesitándose apenas cuarenta y dos mil firmas para participar. Esta reforma tenía clara dedicatoria el jefe del patronato de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Gerardo Sosa Castelán, quien así podría postularse a la contienda por el Gobierno estatal, usando la estructura de la institución y sin la necesidad de ser postulado por Morena, el cual, de a poco le cierra sus puertas. Pero, a tiempo, las y los legisladores propusieron frenar la iniciativa y con trece votos a favor, once en contra y cinco abstenciones, sucumbió la maniobra de la banda UAEH-Morena. Y si bien es cierto que el Grupo Universidad pervive, esta nueva mayoría conformada por las y los diputados de Regeneración Nacional adscritos a la doctrina del presidente López Obrador, el grupo legislativo del PRI y el resto de los partidos, de momento salvaron a Hidalgo de la voracidad sosista.