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viernes, noviembre 22, 2024

¿Y Penny Fleck? Una mirada feminista a The Joker

Entre la seducción de un hombre burgués, la medicación como castigo, el abuso del sociópata que ofrece la normalización heterosexual, y finalmente el asesinato por el hijo edípico vencido tambien por los otros tres, la historia de la única protagonista dramática y real de “Guason”, (Phillips, 2019) es en sí un retrato descarnado del ser-mujer en una sociedad cuya distopía se consolidó con el neoliberalismo conservador y de derecha de los 80’s.

Penny Fleck encarna la mujer objeto creada por el patriarcado para su propia continuidad y autoconsumo.

En Joker coinciden las pesadillas y advertencias de dos de las mentes más críticas de la contracultura de los 60s, las visiones de Kate Millet sobre la condena que representa para las mujeres el amor romántico, y Michael Foucault con sus denuncias sobre el uso del medicalismo y el orden político como reguladores del biopoder y la normalidad. Y ambas pesadillas son aplicadas a Penny.

La antiheroina es colocada por los guionistas Scott Silver y Todd Phillips —éste último el director de la cinta—, en el extremo opuesto del feminismo, una mujer precarizada por el capitalismo que la lleva a ser empleada como servidumbre en la casa de un magnate desalmado con comportamientos similares a cualquier empresario del Partido Acción Nacional con aspiraciones de político.

En dos horas, Penny verá destruido su mundo, será arrastrada por la caída en la locura de su hijo Arthur y, como resultado, será llevada a ser sólo un esbozo sufriente que debe eliminarse para que el villano pueda finalmente despojarse del último lazo de cordura y transformarse en el producto de esos patriarcados clasistas que suelen traicionar a los que les sobran.

Pero el problema no es en sí la crueldad con la que los guionistas la tratan; sino el tremendo machismo que impera en toda la película y que la lleva a ser una catarsis fílmica de un patriarcado que comienza a aburrirse de los lugares comunes que ha creado, en una industria infantiloide de cómics, video juegos y superheroes para el puberto de catorce años, sin importar cuantos mas haya cumplido.

Una indiferencia misógina tan patente que desperdician las capacidades histriónicas de la actriz Frances Conroy, la cual tiene entre su currículum varios personajes detonantes en diversas temporadas de American Horror Story, y el papel central de la madre de una familia de sepultureros en “Six Feet Under”, que en éste film sólo es una sombra herida por su amor por el violentador y cínico Thomas Wayne, padre del futuro Batman.

En “The Joker” no importan las mujeres mas allá de la utilidad para hundir y justificar las torturas mentales que llevaran a Arthur Fleck a ser el nemesis del superheroe favorito del capitalismo.

Sirven para aparecer en recortes de revistas pornográficas en el diario de Arthur Fleck, como protagonistas de los chistes misóginos de pseudocomediantes que podrían estar haciendo stand en Comedy Central o Televisa, o para ser acosadas por un trío de yuppies blancos en el metro de Ciudad Gotica.

Penny Fleck encarna la mujer objeto creada por el patriarcado para su propia continuidad y autoconsumo

Las mujeres de The Joker son sólo bocetos sin matices, sin diálogos profundos ni motivaciones, sin dimensiones. Sophie la vecina madre autónoma, interpretada por Zazie Beetz solo es utilizada para ilustrar las alucinaciones romanticas del protagonista, la trabajadora social Kane (Sharon Washington) es una burócrata que practicamente sólo participa en diálogos con monosilabicos en tomas de Medium Shot frontales.

Y Penny, la madre, la víctima perfecta, frágil y derrotada hasta casi la discapacidad por el trauma del amor romántico, por haber sido seducida por el millonario que espera venga a rescatarla, hecha pasar por enferma mental y crucificada en los tabloides como maltratadora, cuando quien cometio los abusos contra su hijo Arthur fue otro hombre abusador, a quien tuvo como pareja.

Un hijo freudiano que por un lado se define a sí mismo en sus fantasias como el guardian de su madre, pero que no dudara en eliminarla, como parte de ese sindicato de hombres en el que ellos solo se creen sus mentiras entre ellos, y son los que deciden quién está demente, quién miente, a quién esconder debajo de la alfombra, o del concreto de las ciudades donde caminan indigentes y ruedan las limosinas.

Asi, Penny se convierte en la encarnación de la advertencia feminista de Kate Millet “El amor es el opio para la Mujer como la religion para la humanidad, mientras nosotras nos enamorábamos, ellos gobernaban el mundo”.

El retorno al cine maduro de los 70s que significan la reminicencias del Taxi Driver de Scorcesse (1976) no es suficiente para pensar que esa madurez significaría una visión crítica al machismo, sino todo lo contrario.

Penny Fleck es tan incidental, tan plana y desprovista de motivos y matices como Betsy, la mujer personaje que ni siquiera tiene un apellido, y que representa Sybil Sheppard como detonante de la demencia del ex soldado de vietnam Travis Bickle en Taxi Driver, o en la prostituta infantil de 13 anos Iris “facil” Steensma, interpretada por Jodie Foster, cuya circunstancia hubiera enriquecido la trama, pero restaría el protagonismo masculino de Robert De Niro y sus adversarios de la impecable e higiénica política de Estados Unidos.

Sin duda “Guasón” es una pelicula impresncindible por lo que representa en una sociedad harta de experimentos neoliberales y que curiosamente coincide con los brotes de anarquía que se comenzan a registrar en Ecuador, Perú y Chile.

Pero también es una muestra de cómo, en una era en la que la anarquía aun no ve como enemigo al patriarcado feminicida, la mujer sigue siendo sólo un instrumento para la razón y/o la locura que siguen produciendo entre ellos los hombres heterosexuales.

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