El (¿aún?) coordinador de la bancada de Morena en el Congreso local, Ricardo Baptista González, quiere apropiarse de la presidencia de la Comisión de Medio Ambiente en el Legislativo. Sus motivos son opacos, toda vez que su ciudad de residencia, Tula, es una de las zonas más contaminadas del país y, habiendo sido ya alcalde y diputado por esa región, fue de menos omiso con el desaforado avance de las industrias contaminantes. Pero ahora se muestra enardecido queriendo una comisión sobre un tema que nunca le interesó. La actitud de Baptista es menos comprensible cuando, quien dirige esa cartera desde la legislatura pasada, María Luisa Pérez Perusquía, encabeza una Agenda Ambiental para Tula que ha reunido a todos los niveles de gobierno con el objetivo de descontaminar los recursos de la zona. Esta estrategia se echó a andar en septiembre del año pasado; podría Baptista esperar sus primeros resultados, al menos. Pero en su empeño, el legislador adscrito al Grupo Universidad ha evidenciado su deleznable misoginia al insultar a la diputada Pérez Perusquía en pleno Día Naranja contra la violencia hacia las mujeres y a una semana del 8 de marzo, llamándola «mezquina» y «simuladora» por no cederle la comisión de Medio Ambiente. Y considerando que de continuo tiene desplantes verborreicos contra sus propias compañeras de bancada, Ricardo Baptista se confirma como un machito con serios complejos.