Vivimos momentos excepcionales en los que se hace necesario aprender de las experiencias históricas y aproximarse a las enseñanzas de quienes fueron capaces de abrir camino en la siempre difícil lucha por la liberación de los pueblos frente al imperialismo.
De esta manera, el aniversario de la desaparición física de Fidel Castro es una ocasión adecuada para reflexionar sobre su aportación a la teoría y acción revolucionarias.
Cuando Raúl Castro leía en la Plaza de la Revolución de Santiago de Cuba, la ley por la que se prohíbe emplear el nombre de Fidel Castro para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, así como también usar su nombre para cualquier tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico, impidiendo utilizar su imagen para erigir monumentos, bustos, estatuas, tarjetas conmemorativas y otras formas similares de homenaje, no hacía otra cosa que plasmar la voluntad y la ética política de un Fidel que siempre puso en primer plano la difusión de sus ideas, por encima de cualquier otra cuestión.
Por eso, mientras en Cuba no se encuentran estatuas, calles o plazas con su nombre, sí podemos encontrar en cada rincón de la Isla, miles de frases, pensamientos y reflexiones de Fidel.
Por ello el mejor reconocimiento que podemos hacer a Fidel Castro es interiorizar en nuestro trabajo diario lo que refleja su definición de Revolución en el sentido de que:
«Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender los valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo».
En este sentido, esta modesta aportación no pretende ser una análisis completo del pensamiento de Fidel Castro, sino dar una serie de pinceladas que nos sirvan de referencia en nuestro trabajo diario.
Con esta idea me centraré en dos cuestiones que entiendo están de plena actualidad, las enseñanzas de Fidel sobre la necesidad de un tener un instrumento político para la acción revolucionaria y sus aportaciones para situar el concepto de dignidad como un arma que fortalece a los pueblos en su lucha contra el imperialismo.
De forma previa, en relación con el concepto de revolución, creo que una de las claves que hacen de Fidel uno de los revolucionarios más importantes de la historia, es cómo supo entender la dialéctica como la base de la estrategia y cómo señaló el dogmatismo y el sectarismo como uno de los mayores peligros de todo proceso revolucionario.
Fidel entendió y aplicó, como nadie, que la dialéctica nos lleva a que unos problemas cuando se resuelven traen otros diferentes y que la solución de primer problema nos deja enseñanzas que nos sirven para seguir avanzando, pero que no pueden repetirse las mismas fórmulas de una forma mimética, por muy buen resultado que dieran en su momento.
Porque cambiando la coyuntura tiene que cambiar la respuesta, y desde esta enseñanza podemos referirnos a cómo actuar en este momento en la elaboración de las políticas económicas.
De manera que un Gobierno que en este momento esté realizando un proceso de transformaciones sociales, revolucionarias, no puede aplicar las mismas políticas que se podían aplicar en el siglo XX cuando existen dos mercados paralelos, el capitalista y el que habían creado los países socialistas en torno al Comecon y que tenía reglas diferentes.
En este momento, si un Estado necesita recursos para atender las demandas de su pueblo, no tiene más remedio que adquirirlo en el exterior y para ello no tiene más remedio que acudir al mercado capitalista que es único en el planeta, lo que obliga a acometer reformas que permitan salvaguardar las conquistas revolucionarias, mantener el control de los sectores estratégicos de la sociedad y la economía, y asegurar el mantenimiento de valores socialistas.
SOBRE LA NECESIDAD DE TENER UN INSTRUMENTO POLÍTICO Y SU PAPEL PARA AFRONTAR CON ÉXITO EL PROCESO REVOLUCIONARIO
Podemos empezar poniendo en valor lo que Fidel planteaba cuando se creaba el Partido Unido para la Revolución Socialista de Cuba en el sentido de que para afrontar los retos del desarrollo de la Revolución, era necesario contar con una fuerte y disciplinada organización, añadiendo que esta necesidad se hace más evidente en la medida que avanza el proceso revolucionario y surgen tareas cada vez más difíciles y complejas.
Es necesario una organización que sea parte del pueblo, que viva las necesidades, los anhelos, las esperanzas, las dificultades y las ilusiones del pueblo, pero sobre todo se necesita construir una unidad asumida de forma consciente, que se una a la disciplina responsable.
Una organización que nace del pueblo, que se enriquece del saber popular, que tiene que ser transformada en impulso revolucionario.
Con estos principios Fidel dirige la construcción de una Organización Revolucionaria Integrada que partiendo del Movimiento 26 de Julio fuera sumando al PSP y al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, hasta culminar el 3 de octubre de 1965 con la fundación del actual Partido Comunista de Cuba.
Desde las aportaciones de Fidel a la creación del instrumento revolucionario, podemos pasar a lo que nos plantea sobre la función de las fuerzas revolucionarias, en el sentido de orientar hacia la creación de conciencia revolucionaria, porque los sacrificios que comporta una tarea tan dura como es la construcción de una sociedad nueva, confrontando los ataques del imperialismo, no se pueden imponer por la fuerza, sino que tienen que partir del convencimiento que lleva al pueblo a asumir los valores de la solidaridad, lo colectivo por encima del individualismo insolidario.
Fidel señalaba que nadie puede explicarse que el pueblo cubano hubiera soportado los duros años del Periodo Especial, si no hubiera adquirido una gran conciencia revolucionaria y un profundo sentido de la solidaridad.
Desde el primer momento de la preparación de la Revolución en México, tenía claro que junto a la mejora de las condiciones de vida del pueblo, tenía que producirse una concienciación que fuera sustituyendo los valores del capitalismo por los valores revolucionarios y aún en la duras condiciones de vida de la Sierra siempre se tenía presente que el ejemplo era la mejor arma para ganarse la confianza y el apoyo del pueblo cubano.
Por ello Fidel acertaba cuando señalaba en pleno Periodo Especial que la Batalla de las Ideas era tan importante como la batalla por la producción y el desarrollo económico, acompañando las dos cuestiones, ya que un pueblo que mejora las condiciones materiales de vida sin mejorar su nivel de conciencia termina perdiendo su concepto de clase.
Esta cuestión es fácil escribirla y analizarla «a toro pasado» pero la clave es ser capaces de tomar decisiones que solo se entienden si se supera el corto plazo y se le da una visión estratégica que conjuga el corto, con el medio y el largo alcance.
Cuestión que nos hace entender cómo en pleno Periodo Especial, cuando la urgencia era la propia supervivencia física y encontrar la cosas más básicas, Fidel nunca descuidó la Batalla de las Ideas, la necesidad de dedicar recursos a la explicación de los principios ideológicos, porque era consciente de que si la urgencia material hacía olvidar lo fundamental de seguir desarrollando la conciencia revolucionaria de un pueblo, la batalla se perdería.
El pueblo cubano resistió para sorpresa del mundo entero y desesperación del imperialismo, porque entendió lo que se jugaba, porque comprendió el valor de los sacrificios para asegurar el futuro de las generaciones venideras.
El Partido Comunista de Cuba con Fidel al frente desarrolló la Batalla de las Ideas cuando el pueblo entendió que si cedía a las presiones del imperialismo y aceptaba los «cantos de sirena» que le llegaban del mundo capitalista, quizás podría resolver a corto plazo algunas de sus carencias y necesidades, pero el precio era entregar a las próximas generaciones a la sumisión, la explotación y la indignidad.
Y decidió no asumir la derrota y dar la batalla, sabiendo que era preferible morir de pie, luchando, que vivir arrodillados ante el imperio, esa enseñanza sigue siendo válida en estos momentos cuando es fundamental que en los lugares donde se sufre la ofensiva imperialista se refuerce la lucha de las ideas, no solo nos preocupemos de mejorar las condiciones de vida de los pueblos, sino de acompasar esta mejora con la educación en valores revolucionarios.
El imperialismo le tiene tanto miedo como odio a los médicos y maestros cubanos que están repartidos por todo el mundo porque son conscientes que ese ejemplo de solidaridad desinteresada es el mejor ejemplo de lo que es una conciencia revolucionaria, dando sentido práctico el viejo pero siempre actual grito de «Proletarios de todo el mundo, uníos».
Estos ejemplos del carácter estratégico que Fidel nos enseñó que tiene el internacionalismo como un arma para poner en común esfuerzos y energías, para dar la batalla al imperialismo, nos tienen que servir en este momento en el que estamos hablando de cómo ser capaces de hacer frente a los problemas que hoy tienen los procesos de transformación que se desarrollan en América Latina.
(Continúa)
Por José L. Centella / presidente del Partido Comunista de España (Prensa Latina Madrid / Desde Abajo MX)