Los balnearios del Valle del Mezquital lucieron abarrotados durante el fin de semana pasado y eso que, se afirmó, sólo aceptarían una capacidad del treinta por ciento. Pero la presencia de paseantes fue mucho mayor. De hecho, fueron públicas las denuncias sobre la violación a las «medidas sanitarias». Los paseantes no respetaron la sana distancia. Los paseantes no usaron cubrebocas. Los paseantes no usaron gel antibacterial. Los paseantes compartieron sudor y otras secreciones dentro de las albercas, claro. Y ya viene la Semana Santa y todo volverá a lo mismo. No obstante se comprende la necesidad de la industria turística. Quieren salir de la crisis. Lamentable será para quienes llevan un año sin salir más que para lo necesario. Para quienes se esfuerzan por acatar las restricciones con tal de contener la pandemia. Los niños y niñas que no pueden volver a clases presenciales. Los comercios que no pueden trabajar al cien por ciento. Y, sobre todo, lamentable para el sistema público médico y sanitario, quienes seguirán ausentándose de sus hogares, ajustándose a las cuarentenas y trabajando más de ocho horas diarias para contener la crisis de contagios por COVID que, esa sí, no se solucionará sólo con dinero.