En 1988, el gran lingüista y filósofo Noam Chomsky, junto con Edward Herman, presentaban en su libro “Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso en los medios de comunicación de masas” (Manufacturing consent: the political economy of the Mass Media), una teoría denominada el Modelo de Propaganda de los Medios de Comunicación, el cual planteaba el sesgo informativo que presentaban las agendas de los medios en favor del sistema dominante en turno, y en favor de ellos mismos como élites de poder. Este modelo plantea cinco filtros que buscaban manipular a la población en favor de dichos intereses: 1) la visión de los medios como corporaciones privadas, 2) las necesidades de publicidad para subsistir, 3) la necesidad del gobierno como fuente de noticias, 4) la amenaza latente de censura y, 5) uno especialmente interesante: la “defensa de occidente”, o también denominado, como el anticomunismo…
Pero, ¿qué tiene que ver Chomsky con Scarlett Johansson y su Viuda Negra? Pues todo: porque cuando los más optimistas defensores de la visión romántica del Watchdog pensarían que los sesgos informativos de la teoría del modelo de propaganda Chomskiana ya habrían terminado de morir con el siglo XX, resulta que el Marvel Cinematic Universe ha demostrado que el amor de la mass media al statu quo y al sistema capitalista (y que nos perdone Žižek y nos dé un like Byung-Chul Han), está “más vivo que nunca”:
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Una historia de menosprecio en los cómics
La historia del personaje de Black Widow ha sufrido (con excepciones muy puntuales y notables) la misma suerte que la mayoría de las mujeres representadas en los cómics en el siglo XX: un personaje que surge con el único fin de seducir a Tony Stark y, desde entonces, la han liado con un sinnúmero de héroes y cuyo único fin es justamente ése, ser un secundario que funciona como un “alivio sexual” (así como en el cine existen los “alivios cómicos”) para las historias épicas de los héroes más poderosos, más hombres, más occidentales, y más blancos del planeta… si bien sus apariciones han estado plagadas de misoginia cosificadora desde 1964, curiosamente, su enfoque cargado de guiños políticos de derecha, se construyen con mayor fuerza en la primera década de los dosmiles, donde todos los vicios e historias degradantes del personaje de Natasha Romanoff, tocan fondo con el espantoso cómic “Deadly Origin”, donde se buscaba contar la historia de la Viuda Negra, pero que solo la mostraba como una mujer que sirve exclusiva y literalmente como arma sexual para acostase con superhéroes; cosificada de la manera más burda (rayado en el estilo comicsgate) por el escritor y dibujante, en relaciones viciosas, innecesarias, lésbicas sin argumento, y con una carga moralina que cuesta trabajo leer (afortunadamente alguien tuvo la decencia de dejar a un lado dicho subproducto para estructurar su película y al parecer han tomado como base las historias más recientes de Mark Waid).
Sin embargo – y a pesar de que en los comics el rumbo que Kelly Thompson está tomando en su actual Run del personaje parece al menos intentar eliminar algunos de estos estereotipos que han degradado a Romanoff – la película parecía la oportunidad perfecta para cambiar esta historia y presentar una Viuda Negra más alineada a los valores actuales de Disney / Marvel que buscan corregir estas idiosincrasias anacrónicas de sus cómics, y que también estaban presentes en el inicio de su universo cinematógrafo (solo basta recordar esa abominación llamada Iron Man 2, donde, desde el guion y dirección, Johansson fue un mero gancho sexual / visual), y mantener el camino que, tanto en filmes como cómics han comenzado para incluir a las mujeres cada vez con mayor fuerza en sus universos (tanto en sus contenidos como en sus targets de audiencia)… Esperábamos que Black Widow representara ese golpe de autoridad de los productos dirigidos / protagonizados por mujeres, y que abanderara el (excelente y agradecido) cambio de valores hacia principios más progresistas de la casa de las ideas.
Pero… algo pasó… La película llevaba dos años enlatada por la pandemia de COVID–19, pero, ahora que por fin la hemos podido ver, pareciera que, en vez de ese par de años, llevara guardada medio siglo; el filme busca tomar un tono de película de espías a la James Bond, pero la emulación llega a tal grado, que incluso es una copia de ese discurso rancio, anticomunista, cosificador y doble moralista, en el cual se pierde toda la trama:
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Un fallo en dos enfoques fundamentales
A diferencia de Captain America: Winter Soldier, donde existe una crítica sistémica de corrupción presente en todos los bandos, Black Widow se concentra de una manera hipócrita en atacar exclusivamente al régimen soviético, a los sistemas socialistas, y a cualquier ideología antimperialista. En ningún momento Romanoff, una espía con un supuesto alto coeficiente intelectual, parece cuestionarse el paralelismo de su némesis fílmico con Nick Fury; en ningún momento parece criticarse que la historia comienza cuando ella está siendo perseguida por un militar que viola tratados internacionales, y que quiere ficharla, encerrarla y quitarle sus libertades y garantías individuales en el nombre de una ley fascista (hay que recordar que el filme está ubicado cronológicamente después de Captain América: Civil War); donde el gobierno de EUA y SHIELD son tan brutales, despiadados, corruptos e inhumanos como la representación caricaturesca que hace este filme de esos “malvados comunistas come niños” y su sala roja (en todo canon fílmico y escrito de Marvel, las acciones de SHIELD están plagadas de violaciones a los derechos humanos, de apologías del intervencionismo imperialista, y es una representación pura del lado más podrido del sistema capitalista) y teniendo como colofón, la representación del Red Guardian, que, por un lado, pudo haber sido una buena representación de nuevas masculinidades, y por otro, una contraparte de ese discurso (para bien y para mal) nacionalista del Capitán América… pero que termina siendo otra figura de padre ausente machista que «hay que aceptar porque es familia», al mismo tiempo que es ridiculizado ad absurdum con el único fin de degradar los valores anticapitalistas y de la Unión Soviética.
Marvel ha cambiado a diestra y siniestra orígenes y características de sus personajes del MCU (a veces en el nombre de la inclusión y a veces en el nombre de la factibilidad cinematográfica) … ¿Por qué no hacerlo con Black Widow? ¿Por qué mantener este tinte político innecesario en la tercera década del siglo XXI? (Si la película fuera un mero producto dominguero, no importaría, pero este filme se quiere tomar demasiado en serio con su discurso político, así que entonces debe ser igualmente criticado por su falta de sustento coyuntural).
Pero, además del anacronismo político, la película falla estrepitosamente en un elemento muy importante de la estrategia social de sus casas productoras: la intención de consolidar la (muy necesaria y justificada) inclusión en la cultura de masas… me atrevo a decir que, no solo No es capaz de funcionar como producto que haga apología del feminismo, sino que, incluso, es un retroceso tal, que llega al grado de ser machista: su directora, Cate Shortland, carece de toda identidad y empatía de género, porque desde los primeros minutos de su aparición, no dejamos de ver ese estilo de dirección Whedoniano (y tal vez del MCU en general) de plagar el metraje de primeros planos a las nalgas de Johansson y de las protagonistas femeninas para hacer recorridos de escena (incluso, en una secuencia clave hacia el final donde se busca reforzar la sororidad, no deja de haber tomas en primer plano al trasero de las actrices) y, en un guion tan plano, que en vez de concentrarse en ser una analogía de la trata de personas, y sobre todo, una crítica a la degradación y subyugación de la voluntad de las mujeres en una sociedad patriarcal, termina por reforzar esto último, dado que durante todo el filme, alguien más tiene que llegar a decirles a todas las protagonistas qué hacer, cómo comportarse y darles información obvia para que cambien de posturas (aún si son otras mujeres)… es decir, el discurso de género terminó perdido entre un mal guion, una mala dirección, una visión masculina del girl power, y en favor de una agenda sistémica pro capitalista.
A todo lo anterior, hay que sumarle los vicios comunes del de los productos del MCU: argumentos que hacen agua por todos lados, alivios cómicos forzados y en exceso, villanos unidimensionales con un desarrollo que no da para más de 30 minutos de un solo filme; incongruencias de actitudes y entre personajes del universo compartido (¿Por qué se le persigue a Winter Soldier o a Scarlet Witch, pero se le perdonan a Black Widow y Hulk acciones y “pecados” similares?) y en general, ese sentimiento generalizado de que, en vez de ver una película, solo estás viendo un tráiler muy largo para el siguiente producto del MCU, donde lo único importante es presentarte a un nuevo personaje para futuros proyectos.
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Un enorme retroceso en la visión social de Marvel
Al final, debo reconocer que escribir este texto me dio en verdad mucha tristeza, por que de verdad quería que esta película fuera un referente del cine de inclusión: existen demasiados fans tóxicos que odian inmediatamente un producto Geek dirigido, creado y protagonizado por mujeres, sin importar que éste sea bueno, y que termina siendo menospreciado, desvalorizado o juzgado muchísimo más duramente, solo por la premisa anterior… Cada vez hay más fanáticos cerrados soltando odio y veneno en las redes, como para darles bríos con un producto que representa varios pasos atrás en la Estrategia Social de Marvel / Disney para consolidar la igualdad y la no discriminación…
Y si bien no todo son fallos (las actuaciones e interacción Johansson / Pugh es muy buena, la secuencia de Budapest es muy entretenida y los guiños auto paródicos son divertidos), aunque lo intentemos, aquí hay muy poco que rescatar: Black Widow es una película muy mala, con muchísimos más defectos que virtudes, una pésima representación de los valores de sus productoras, que raya hasta en el racismo (debido a su absoluto whitewashing), y un esfuerzo con buenas intenciones de igualdad de género, pero cuya pésima ejecución, clichés de dirección y peso mayor de una innecesaria agenda política sistémica, solo termina yendo en sentido contrario y alimentando a los anacrónicos, derechistas y machistas haters de todo lo que huela a pensamiento liberal / igualitario / progresista, y restándonos argumentos a quienes defendemos la inclusión social, cultural y política en las industrias culturales…
Ni modo: este round es para los fundamentalistas… y Chomsky va a estar insoportable por haber tenido por enésima vez la razón…