Lo personal es político. Todo el mundo que se dedique a los asuntos de gobierno debe redactar diez planas con esa frase: lo personal es político. Y si eres el titular de la unidad anticorrupción en un sexenio que se ha envuelto en la bandera de la anticorrupción y la austeridad, lo mínimo que debes entender es la comanda de servir y vivir conforme a esos propósitos. Pero, si en lugar de eso, absorto por el idilio, te pagas una boda en el extranjero, rodeado de los corruptos enemigos del mando que dices representar, no deberías (ni tú, ni nadie) sorprenderte por no tener más cabida en dicha administración.
Adiós, Santiago Nieto Castillo, ¿inocente? servidor público. Hola, Pablo Gómez Álvarez, viejo comunista, duro de toda la vida. La Unidad de Inteligencia Financiera vive el relevo más triste y, al mismo tiempo, más interesante de su precaria historia. El ahora exfiscal anticorrupción sale por la puerta de atrás, no por robarse el presupuesto o haberse pagado una boda con dinero propio, sino por subestimar el piso sobre el que estaba parado. Presentó su renuncia luego del escándalo de su unión con la consejera del INE, Carla Humhprey (amiga personalísima de la derecha nacional) en Guatemala, a la cual asistieron como invitados enemigos de la 4T como Josefina Vázquez Mota, Carolina Viggiano y el dueño de El Universal. Y AMLO se la aceptó y de inmediato nombró a su sucesor. El presidente actuó sin miramientos, frente a un tema que no merece consideraciones. Como debe ser.
A estas alturas, quien no entienda que un gobierno austero requiere servidores públicos austeros, es porque no quiere o no puede entender. López Obrador no se ha cansado de repetir: justa medianía. Al dejar fuera a Santiago Nieto, deja patente su consiga. No es que le hiciera falta ejemplificar, cuando, al principio de su gabinete, echó a la extitular de Semarnat, Josefa González; al exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa; y al exdirector del IMSS, Germán Martínez, por no acatar el principio de «austeridad republicana». Lo personal es político, debe insistirse. Eso significa que la responsabilidad no se queda en la calle al cerrar la puerta de la casa.