Hacía mucho tiempo que no me embelesaba con un poema. Y eso que he visto desfilar bonches de hombres cargando banderas de poetas, recitando palabras insulsas sobre ebriedades, patriotismos y desamores que esconden mierdas narcisistas. Mas, gracias al arte que siempre encuentra maneras de escapar de las fauces de los depredadores, por la noche del viernes 17, de la boca de Omar Maturano, Omar Amor, Samantha, emergió la voz de Susy Shock. Y pronunció:
Yo, reivindico mi derecho a ser un monstruo,
ni varón ni mujer,
ni XXY ni H2O.
Yo, monstruo de mi deseo,
carne de cada una de mis pinceladas,
lienzo azul de mi cuerpo,
pintora de mi andar,
no quiero más títulos que cargar,
no quiero más cargos ni casilleros adonde encajar,
ni el nombre justo que me reserve ninguna ciencia.
Maestra, le dije, gracias por esto. No es mi poema, es de Susy Shock, se llama Yo, monstruo mío, me respondió Omar. Aún así, insistí, gracias por recitarlo. Gracias por devolverme la fe en el verso. Gracias por volver a pulsar con la palabra el botón de lo sublime.
El poema siguió como siguieron los embelesos. ¿Qué me causaba esta alegría? Sí, era el poema que, dicho en boca en alguien más, se sentía como absorbido por primera vez en el papel. Y creo que eso se debió a su franqueza; a la sangre que se usó como tinta. Porque, para que el verso sea verso, deberá ser parido por el alma, que es donde habitan todos los significados. Pienso, pues, que pocos cuerpos anidan semejante sensibilidad como el de una mujer trans, como la de Susy Shock o la de Omar Amor. De ahí que cada línea recitada retumbara en el domo de la noche.
Yo, mariposa ajena a la modernidad,
a la posmodernidad,
a la normalidad,
oblicua,
bizca,
silvestre,
artesanal,
poeta de la barbarie.
Con el humus de mi cantar,
con el arco iris de mi cantar,
con mi aleteo
reivindico mi derecho a ser un monstruo
y que otros sean lo Normal.
Un espacio para el arte trans
Sí, hablemos de esa noche.
Cobijado por las penumbras y bajo el techo del Foro Cultural Efrén Rebolledo, la Secretaría de Cultura del estado de Hidalgo, México, a cargo de Tania Meza Escorza, y el Semillero de Artes Vivas, inauguraron el proyecto Archivo Trans / Memorias Travesti. Una exposición multidimensional que proyecta en foto y en video el testimonio de diez personas trans, creado por el artista Francisco Arrieta. No es que abunden los espacios para que el arte LGBTIQ exponga sus quehaceres; mucho menos, hay que decirlo −debe decirse−, para que las personas trans lo hagan. Y sí, esa fue la ocasión. Donde además de imágenes en gran formato, una mesa recapituló con estridente silencio los recortes de prensa de hace veinte, diez o cinco años, donde se registra la crónica del devenir nocturno de la población T, arrinconada por el patriarcado, la censura y el capitalismo, a la explotación sexual o los oficios, dicen −debe decirse que aún dicen− “de jotos” como la peluquería.
Pero esa noche, fue la noche. Sus rostros ya no existieron enmarcando las secciones de nota roja; eran mosaicos en lo alto de esa antigua mansión de principios del siglo XX, erigida por algún burgués hidalguense adicto al dinero de Porfirio Díaz, la cual hizo ocasión de hogar para la historia inmediata de las disidencias sexuales, las mismas que hacían desmayar a las buenas conciencias de entonces, como las de ahora.
Caminé por el cuarto que contenía la exposición, en el primer piso, trazado por luces led que difuminaban una pureza paradójica sobre los retratos que no disimulaban su sensualidad y arrebato. En la puerta, unos ojos travestis nos miraban con orgullo por arriba de una cortina de colores hecha con retazos de listones brillantes, de la misma manera que se retoca un vestido que irrumpe en la calle apenas el sol se pone. De repente, desde el patio central, abajo, nos convocaron a la siguiente parte de la muestra: un show drag que celebraría la ocasión, sí −debe decirse, debe contarse−, celebrarles a ellas, cuya vida nos justificaba en esos momentos.
Entre algo de brinco viejo, vueltas en un tacón y banderas arcoíris por los aires al ritmo de Dana Paola y Ana Bárbara, alguien me acercó un vasito con mezcal de tamarindo. Vaya noche, tan ácida y dulce. Tan fresca y embriagante. Alrededor del patio de la casona, decenas o quizá una centena o más de alegres personas aplaudíamos, tronábamos dedos, balanceábamos las caderas y cantábamos sus maravillas. Así, las bocinas anunciaron a Escaramustia, y ¡qué show! La voz de tenor, la presencia de José Alfredo Jiménez combinada con Juan Gabriel y Lucha Villa. El sombrero plateado, los tocados azules, rosas y blancos, lo mismo que las piedras que destellaban su cinturón, enarbolando el orgullo trans, el pelo largo en una cola y el porte impecable. Digo que ¡qué show! ¡Qué voz! ¡Qué arte! ¡Qué noche! Escaramustia griaba de abajo a arriba de las escaleras del patio de la mansión, micrófono en mano, resonando en cada rincón del evento las rimas vernáculas. Bailando y alegrando la memoria de tantos, tantas, tantes, aquí que han resistido al odio, cada día a diario, desde que tuvieron conciencia de su identidad.
Yo: trans… pirada
mojada nauseabunda germen de la aurora encantada
la que no pide más permiso
y está rabiosa de luces mayas
luces épicas
luces parias
Menstruales Marlenes Sacayanas bizarras
sin Biblias
sin tablas
sin geografías
sin nada
solo mi derecho vital a ser un monstruo
o como me llame
o como me salga
como me puedan el deseo y las fuckin ganas.
Y yo, cis-normado como soy, resultado de una larga historia de machismos y violencias; del no llorar, del no sentir; del tomar y humillar; del sangrado interno, callado como las piedras, explotado, herido con el filo de mi propio cuchillo, ¿qué hago ahora frente a semejante adversario tan orgulloso, enemigo declarado de la costumbre que me educó, sintiendo las vestiduras rasgar de bonches de hombres suficientemente hombres que me precedieron? ¿Cómo le explico a esto a otros tantos alrededor mío que se jactan de la biología, la teología y la ley? Tomo otro trago de mezcal y sólo se me ocurre bailar, abrazar y ser feliz con quienes, felices, me abrazan también, celebrar la poesía y la diversidad en esta noche disidente.
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Si quieres saber más sobre esta exposición, acude al Foro Cultural Efrén Rebolledo ubicado en la calle Bravo No. 202, Col. Centro, Pachuca, Hidalgo, México.