A pesar de las voces que afirman desde el reduccionismo que hubiera dado lo mismo que ganara Trump o Harris la presidencia de Estados Unidos, no; no da lo mismo, ni dará lo mismo.
Aunque entiendo a quienes opinan así. Aun más, comparto la visión de que con Trump o Harris continuarían el genocidio y el terrorismo israelí sobre Palestina; la encrucijada bélica en Ucrania seguiría contando con el auspicio de Washington y la OTAN; se alargaría por cuatro años más el bloqueo económico y comercial contra Cuba y seguirían armando el separatismo de Taiwán en China, entre muchos otros frentes injerencistas que suponen el manual de expoliación, monopolista y violento de la política exterior de Estados Unidos.
Sí, eso ya viene en el paquete. Es el imperio, pues. PERO, Trump le agrega a la fórmula el condimento ultraconservador. Y, desde ya, los neo-fascismos en todo el mundo se están empoderando. Por ejemplo, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni –ex militante del fascista Movimiento Social Italiano, la que manda detener a los migrantes del Mediterráneo en Albania–, se apuró a felicitar a su «amigo» estadounidense y avisó que su alianza se fortalecerá. En españa, el líder del partido franquista Vox, Santiago Abascal, felicitó por lo que dijo es la victoria del «mundo libre» de los «patriotas» y de la «libertad». Javier Milei –el argentino, el líder global de los incels–, explotó en euforia por el triunfo del Republicano, al grado de que en la Casa Rosada celebraron colocándose corbatas rojas y, en el cúlmen de la megalomanía, el propio presidente compartió en su twitter una imagen diciendo que Trump lo admiraba a él. Por su parte, Eduardo Bolsonaro –el hijo del ultra evangélico y expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien, junto a su hermano Flavio y su propio padre están vinculados al asesinato de la activista afrobrasileña Marielle Franco–, estaba en la sede misma de los republicanos y, en el día de las elecciones, compartió orgulloso una foto con el propio junior de Trump.
En México, el presidente nacional del conservador Partido Acción Nacional, Marko Cortés, no tardó en pedir ayuda a Trump para combatir al narcotráfico. Una urgencia que cayó como bomba en medio de los reclamos del Gobierno de Claudia Sheinbaum a Estados Unidos por los indicios de que la DEA actuó ilegalmente en territorio mexicano para secuestrar al capo de la droga, Ismael ‘Mayo’ Zambada. En el mismo tono, Eduardo Verástegui –fallido actor de telenovelas, líder mexicano de la Conferencia Política de Acción Conservadora y principal porrista del trumpismo en el país–, lanzó su amplia felicitación hablando de todo lo supuestamente beneficioso que será para México la llegada de Trump. Y, despojado de vergüenza, llegó al clímax exclamando «Let’s Mexico an America Great Again!», con la gorra roja de MAGA bajo una plasta de gel y brindando con champaña.
Todos estos personajes tienen en común, primero, una sumisión absoluta a la política exterior de Estados Unidos. Es decir, todo lo que le sirvan con OTAN y Plan Cóndor, se lo tragan sin masticar. Segundo, son profundamente misóginos, violentos, lgbt-fóbicos, xenófobos, patriarcales y enemigos de la clase trabajadora. Y se sienten alentados con el triunfo de Trump, porque albergan la esperanza de que la Casa Blanca les apoye política y financieramente. Buscarán liquidar el derecho al aborto; atentarán contra la vida de las personas trans; dispararán balas en contra de las familias migrantes; harán inhabitable cada rincón de territorio para las personas pobres, dejándoles morir de hambre y frio; cerrarán las avenidas para las personas con discapacidad; acosarán y perseguirán a las personas racializadas; abandonarán a las madres cuidadoras, a las que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas; encubrirán a los feminicidas; fomentarán una cultura odiosa acusando de woke a la libertad, la verdadera libertad de pensamiento y creación.
El Partido Comunista de Estados Unidos lo advierte así, aunque dirigiéndose a su propio país, el mensaje tiene eco en todos los países donde haya un conservador, partidario de Trump: «El país está por experimentar una masiva agresión, incluyendo al total de millones de inmigrantes, prohibición nacional del aborto, ataques a personas trans, destripamiento del Medicare, Medicaid y la Seguridad Social. Y este es sólo el principio de la ofensiva de MAGA».
Entonces no, no daba lo mismo. No del todo. El triunfo de Trump alienta a los fascistas en nuestros barrios; a los que nos suben la renta; los le mandan a la policía a las juventudes que andan en patineta. A esa vecina que le echó agua caliente a un hombre sin hogar. A ese otro que quiere matar a los perros de la esquina. Al patrón que no nos quiere pagar las horas extra. Y seguiremos resistiendo como siempre, excepto que, nuestros enemigos, en su paranoia, ahora creen que tienen un presidente que los respalda; ni más ni menos que el presidente del, aún, país más poderoso del mundo.