En su célebre ensayo Tiempos Líquidos, el sociólogo Zygmunt Bauman consideró que la necesidad social de seguridad surge a partir de la terrible sensación de que al rededor nada es estable; de que todo constituye una amenaza potencial, porque las funciones primigenias del Estado para garantizarnos una vida pacífica, próspera, libre y justa, han sido desmanteladas o no se hace lo suficiente para garantizarla. Además de que las fuerzas represivas, más que cuidar a las personas, son ordenadas a cuidar la propiedad privada.
De manera que la percepción de inseguridad no surge a partir de que si se tienen más o menos patrullas o no; sino de que el Estado no está cumpliendo su tarea. Claro que es importante, por un lado, prevenir y evitar los delitos de bajo y alto impacto; pero, aún más, brindar todas, todas, las herramientas necesarias para que esté garantizado el trabajo, la cultura, el deporte, la educación, la salud, el transporte y todos los servicios públicos con calidad y eficiencia; es decir, la seguridad de que tenemos al alcance las herramientas para tener una vida próspera y feliz. O sea, que nadie tenga miedo de vivir aquí.
Si eso no ocurre, entonces el Estado está fallando. Por ejemplo, el horrible caso de multihomicidio y feminicidio de la comunidad de Azoyatla, Mineral de la Reforma. Si las condiciones sociales y legales están dadas para que un policía continúe en funciones bajo severas acusaciones de violencia de género; si al ser denunciado y procesado por su pareja obtiene impunidad porque el ministerio público no integró bien la carpeta y la jueza encargada falló sin perspectiva; si, luego de salir libre, ese elemento es capaz de ponerse su uniforme policíaco para asesinar a su pareja y a la familia de ésta, a pesar de que la víctima había solicitado la protección de las autoridades. Pues bien, toda esa larga cadena de deficiencias constituyen la falla del Estado y, por tanto, el incremento de la sensación de inseguridad.
Así que, decir que «falló el Estado» es una demanda de corrección y el Estado mismo tiene las herramientas para subsanarla. Quién si no. Y la exigencia no es un ataque político ni personal contra el gobernante; es la manifestación pública de la inconformidad ciudadana sobre un caso en particular o la situación general de lo público. Desde la honestidad política, lo consecuente siempre ha de ser: tomar las decisiones necesarias para atender a profundidad lo que erró o no funciona. Porque la gobernanza es un proceso a prueba y error; y la medida de todas las cosas es el pueblo.
Luego entonces, para brindar seguridad, se tiene que hacer un trabajo franco, cotidiano y humilde desde los tres poderes y todos los niveles que constituyen el Estado. O lo que es lo mismo, para que el Estado no falle, que se evalúe y corrija constantemente. Y en seguridad, con mayor razón.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lo advirtió ante gobernadoras y gobernadores a principio de su gobierno: «atiendan diario el gabinete de seguridad. Asuman su responsabilidad. Ahí donde el gobernador o gobernadora está al frente, se nota. Con atender una vez a la semana no es suficiente». De hecho, todo ese discurso es un manual sobre cómo atender el tema, construyendo paz y atendiendo las causas de la violencia. Es muy fácil simplemente hacerle caso a la mandataria.
A nadie le gusta vivir sin seguridad. El propio Bauman pensó que, sin seguridad, todo es caos, ansiedad y miedo. Pero también hace falta libertad que, en estricto sentido, es la capacidad que cada persona tiene de valerse por sí misma. Ahí es donde se atienden las causas.
Aquí quiero dejar una pequeña anécdota personal. A mediados del 2024, impartí un taller literario en el Centro de Internamiento para Adolescentes, en Pachuca. Una veintena de muchachos, encerrados bajo distintas causas, pero todos con un perfil común: jóvenes que nunca escucharon que sus sueños podían ser realidad. En ese taller, hallé dos excelentes poetas y un ensayista con talento. Quién sabe si podrán construir una carrera como escritores. Pero la tarea del Estado debería ser acercarles todas las posibilidades; esas que habrían evitado que cayeran en la cárcel. De eso se trata. Ni más ni menos.