Hay que separar al movimiento del Partido. Y sí, una cosa es el movimiento popular que ha tenido a Andrés Manuel López Obrador como guía desde finales de la década de 1990; ese que luchó contra los fraudes electorales y contra la privatización de los bienes nacionales; ese que exigió democracia en las calles y en las urnas; que nunca dejó de apoyar una alternativa de izquierda; y otra cosa, muy diferente, es el Partido político que emanó de éste en el año 2014 como instrumento para contender por la presidencia de la República, ante el naufragio definitivo del PRD. Y hoy en día, las diferencias entre uno y otro ente, son más profundas que nunca.
El regaño de la presidenta Claudia Sheinbaum hacia Morena, derivado del pésimo comportamiento de la senadora Andrea Chávez en sus adelantadas aspiraciones a ser la candidata de ese partido por la gubernatura de Chihuahua, es la segunda llamada desde lo alto de conducción hacia eso que se denomina «cuarta transformación». La primera provino del propio López Obrador en el año 2019 cuando se dirimía la dirigencia nacional de Regeneración Nacional, advirtiendo que renunciaría al Partido que fundó si éste se «echara a perder» y, si fuera el caso, pediría que le cambiaran el nombre.
Dos de tres. ¿Aguantaría Morena un tercer llamado de atención? Porque lo de la senadora Chávez no es nuevo. Es la continuación de una práctica descompuesta que ha ocurrido a lo largo de los años en ese Partido por parte de la diversidad de sus representantes que, en los hechos, actúa de manera homogénea. Y para no hacer un hilo histórico (que sería larguísimo y cansado), nótese que, en la misma semana en la que cual la presidenta Sheinbaum anunció que mandaría una corrección a sus filas, el gobernador de Puebla, Alejandro Armenta Mier, amenazó públicamente a un periodista; el gobernador de San Luis, Ricardo Gallardo, fue exhibido por presuntas actividades sexuales en su despacho; y el exgobernador de Morelos y hoy diputado federal, Cuauhtémoc Blanco, festeja la impunidad luego de que su propia bancada lo salvara del desafuero tras de ser acusado de violación contra su media hermana. Esto, sólo por citar noticias que repercutieron a nivel nacional.
No hay que rascar demasiado sobre la superficie de Morena para encontrar casos similares (y peores) que suceden al interior de todos los estados donde gobierna ese partido. Traiciones, corrupción, nepotismo, violencia política, ineptitud. En tanto, el movimiento, ese movimiento que acuerpó a López Obrador durante el intento de desafuero en 2005; que acampó por meses durante la resistencia al fraude del 2006, y que lo llevó a la presidencia en 2018; esos cientos de miles de personas de botas y morral al hombro que no tienen cargos y que continúan esperanzados en un proceso político al cual le entregaron su salud y su tiempo, comienzan a preguntarse: ¿Hasta cuando? ¿Hasta dónde?