Por la mañana, de camino por los alrededores de una plaza comercial, me encontré con este carrito abandonado a la mitad de la banqueta. La imagen es algo común en mi cotidianidad; más de lo que quisiera. Y cada vez, siempre que me topo con algo así, de inmediato me acuerdo de ese concepto al que llamaron «Teoría del carrito de supermercado».
No es una teoría como tal; más bien se trata de una propuesta social viralizada en Internet, la cual sugiere que una persona es más o menos ética dependiendo de si es capaz de devolver el carrito del súper al lugar donde lo tomó. Esto tiene una implicación social (y, diría yo, cultural y política) pues llevarlo de vuelta a su sitio no tiene ningún beneficio más que la satisfacción personal de hacer lo correcto.Y sí: quien actúe así no será compensado o reconocido de ninguna manera. Por otro lado, nadie se lo reprochará si no lo hace. Es decir, devolver el carrito no es algo que se tenga que hacer; como no devolverlo, no es ilegal. De manera que, hacerlo o no, está completamente en la conciencia de la persona, en su historia, su mundo interno.
Sin embargo, llevar el carrito a su sitio original beneficia a otras personas pues lo pone a disposición para su uso. Además, facilita el trabajo de cierto personal contratado por las tiendas (por cierto, casi siempre bajo condiciones precarias) para re-colocar estos objetos. Aunque, de nuevo, esto no es obligatorio. De modo que si alguien piensa «¿Por qué haría algo si alguien contratado para hacerlo por mi?», no estaría cometiendo una falta o un delito.
Sin embargo, hacerlo o no, expresa nuestro nivel de conciencia social. Y, en un plano general, habla sobre qué tan capaces somos las personas de «hacer lo correcto» sin que exista alguna autoridad o ley que nos obligue. Por decirlo de otra manera: la «Teoría del carrito de supermercado» es un concepto sobre la autonomía y el auto-gobierno.
Este concepto está basado en el artículo de la antropóloga estadounidense Krystal D’Costa publicado en el año 2017 bajo el título: «¿Por qué la gente no devuelve los carritos de supermercado? «. Ahí, la científica no concluye nada sobre el significado político de este comportamiento, pero sí arroja datos acerca de las motivaciones que tendriamos las personas para hacerlo, o no.
De manera general, D’Costa sentencia: «El mundo probablemente no se acabará solo porque no estamos devolviendo nuestros carritos —eso sería un increíble efecto mariposa—pero es un ejemplo de un problema de calidad de vida que sí podemos controlar. La persona que no devolvió su carrito tal vez no sea un completo imbécil. Puede que solo esté siguiendo el ejemplo de otros para llegar a su casa un poco más rápido. Pero si todos hacen lo mismo, entonces estamos cambiando el equilibrio de lo que se considera aceptable, lo que podría tener mayores repercusiones en el orden social».
El artículo de D’Costa está buenísimo porque pone más ejemplos de conducta social con base en experimentos sobre lo que la gente hace imitando la conducta de otras personas. Sus resultados me confirman que, a pesar de lo que algunos dicen, un pequeño ejemplo sí puede cambiar el mundo. Me refiero a cambiar este mundo de oligarquías, a uno donde podamos vivir sin autoridad, haciendo cosas con humildad, simplemente porque es bueno para otrxs.